El arco fue guardado en una caja y Legrand miraba su nueva prótesis como si se tratara de una joya cuando la puerta se abrió de golpe y tanto el barón como el anciano Nodel voltearon a ver a Nicolás, detrás William abrió la puerta, lo alcanzó a ver cuándo dejó la plaza, pero para entonces el daño ya estaba hecho. Nicolás tenía los dientes apretados, su cartera estaba en el interior de su bolsillo y escondido en su abrigo llevaba dos cuchillos, cualquiera de esas piezas era más costosa que un colgante de madera mal cortado, pero casualmente alguien lo robó el mismo día en que el anciano Nodel le ofreció comprárselo. Con un movimiento empujó al anciano contra la pared y lo levantó ignorando el gran peso del hombre cuyo cuerpo era robusto – ¿dónde está? – Nicolás, detente. – El colgante,