POV EMILY
Después de la cena familiar, pudimos entrar de lleno en la planificación de la boda. Pero todavía tenía que mantener la guardia alta mientras navegaba por cientos de conversaciones diferentes. Porque tal y como me lo imaginaba, habría tres miembros de la familia a los que sería más difícil convencer.
Cameron, porque era con el que más tiempo pasaba y no tenía ningún problema en darle con un mazo a cualquier lógica que le pareciera defectuosa (un efecto secundario de ser un constructor realmente bueno era que tenía olfato de sabueso para encontrar los puntos débiles de cualquier idea).
Adaline era mi hermana más cercana y, como éramos tan cercanas en edad, siempre había tenido la extraña habilidad de leerme la mente. Mi salvación en esta situación era que su novio, Emmett, la había mantenido tan ocupada con su nuevo y asquerosamente perfecto romance que podía escatimar algunos detalles y ella no se daría por aludida.
Mi mamá.
La mujer que me dio a luz.
Que me miraba a la cara y sabía cuándo necesitaba un abrazo, una bebida, chocolate o simplemente llorar con una buena película.
La misma mamá que en ese momento estaba esbozando la disposición de las sillas y el pasillo para una boda en el patio trasero.
―Si alineamos las sillas así, papá y tú podrán venir desde dentro de la casa y Liam no tendrá que verlos antes de la boda.
Poppy ladeó la cabeza.
―¿Vamos a hacer esas cosas pasadas de moda?
―No.
―Sí ―dijo mi mamá al mismo tiempo.
Ella y yo intercambiamos una mirada.
Cuando vi el brillo de mamá escondido en el fondo de sus ojos azules, levanté las manos.
No era una batalla que mereciera la pena.
Perdería, a juzgar por su mirada. Y perdería dolorosamente.
―Bien ―dije―. Sin vernos antes. ―Hice una pausa―. Aunque arruine la posibilidad de hacer fotos antes de la boda para que la recepción pueda empezar enseguida, pero da igual ―murmuré en voz baja.
Mamá me ignoró, una sonrisa de satisfacción cubría su rostro mientras daba golpecitos con el dedo en el papel que teníamos delante.
―Sí, eso es. Tus hermanos pueden colgar las luces del patio de los árboles y usar esos postes que tu papá tiene en el granero para anclarlas detrás de las sillas. Alquilaré un par de mesas largas para la recepción.
Poppy tomó un trozo de cupcake de arándanos del plato que tenía delante.
―¿Sabes lo que es raro? Adaline ha estado en Florida con Emmett un par de semanas, y se ha perdido toda su relación.
Entrecerré los ojos. Quizás debería haber añadido a Poppy a mi lista.
―¿Tienes un punto?
Sonrió.
―No. Solo que se va a morir cuando vuelva, y no puedo esperar a echarle en cara que yo sabía algo antes. Eso nunca pasa.
Mamá suspiró.
Poppy se terminó el cupcake.
―Entonces, ¿por qué no puedes esperar a casarte hasta que se vaya la mamá del bebé? Eso es lo que no entiendo. ¿No le estás robando el protagonismo al pasar por el altar primero?
¿Era exagerado seguir pateando a Poppy por debajo de la mesa? Tal vez la mantendría siempre al alcance de mi pierna para poder clavarle la mierda en la pantorrilla cada vez que hiciera una pregunta irritantemente racional.
―No le estamos robando el protagonismo ―dije, la viva imagen de la hermana mayor paciente que no sentía en absoluto el impulso de amordazar a su hermana pequeña―. Josie solo vendrá a la ceremonia por Olive, y luego volverán a casa. No es que Liam y yo vayamos a invitar a los mismos invitados que Josie y Micah tendrán en su ceremonia. Es básicamente nuestra familia, y eso es todo.
―¿Y no le parece raro que salgas de la nada?
El hecho de que Poppy no notara la mirada absolutamente letal que le dirigí era asombroso. Pero mantuve el mismo tono.
―Josie y Liam nunca hablaban de su vida privada, así que no le sorprendió que no supiera nada de mí. Tenían límites sanos en su relación, y él es... reservado.
―Es tan serio ―dijo Poppy―. Siempre te imaginé con alguien extrovertido como tú.
―Es un caballero ―intervino mamá―. Y algunas de las mejores relaciones vienen de encontrar el equilibrio entre las personalidades.
La verdad de eso se enganchó en algo en el fondo de mi cerebro, cómo nunca había sentido ese equilibrio antes, siempre buscando hombres que igualaran mi energía.
Tim entró en la habitación arrastrando los pies y tomó un cupcake al pasar.
―Como tu mamá y yo. Yo soy el cuerdo.
Mi mamá chasqueó la lengua mientras Poppy y yo nos reíamos. Las tres observamos a Tim mientras salía.
―Está teniendo una semana muy buena ―comenté.
Mamá sonrió, pero pude ver el cansancio alrededor de sus ojos.
―Sí. Me encuentro preparándome para una mala después de esto. Sentí que estaba agotado durante un mes entero en invierno. Pero él... encuentra la manera de seguir sorprendiéndome.
Nuestra familia no era ajena a los problemas de salud de Tim. Sus dos primeros episodios de cáncer se saldaron con un tratamiento obstinado en cuanto sus pruebas arrojaron resultados anormales. Cada uno de ellos sacudió a nuestra familia de una manera diferente, y cada hermano tuvo una reacción emocional distinta.
Mis hermanastros perdieron a su mamá de cáncer cuando eran pequeños, y la idea de perder también a su papá conmocionó a toda la familia.
Adaline y yo, junto con nuestro hermano mayor Erik -que no vivía lejos de Adaline, en Seattle-, queríamos a Tim como si fuera nuestro verdadero papá, pero aún no habíamos perdido a uno de nuestros progenitores a causa de la enfermedad, por lo que se asentó de manera diferente dentro de nosotros. Nuestro dolor estaba envuelto en otra cosa. Igual de significativo, igual de difícil de procesar.
Le di una palmadita en la mano a mi mamá.
―Seguro que también tendrá una buena semana para la boda ―le dije.
Se le empañaron los ojos y deseé poder cambiar todo. Eso formaba parte de todo este asunto. Todo, cada conversación, cada momento, parecía el último.
La tercera ronda del cáncer estaba lo bastante avanzada, en suficientes lugares de su cuerpo, como para que Tim hubiera tomado la rápida decisión de disfrutar de lo que le quedaba de vida sin que los duros tratamientos le absorbieran toda su energía.
En las semanas buenas, como las que acabábamos de tener, era fácil olvidar lo enfermo que estaba. Que, con el tiempo, los días malos superarían en número a los buenos, los días cansados se comerían al resto y el cáncer se extendería.
Al final, no tendría más días buenos.
Poppy se aclaró la garganta, dispuesta a cambiar de tema ante el repentino giro hacia las emociones fuertes.
―¿Quién será capaz de llegar a la ceremonia?
Saqué un cuaderno que tenía delante y empecé a contar nombres.
―Erik y Lydia estarán aquí ―dije, refiriéndome a mi hermano mayor y su mujer. Luego fui desglosando la lista por edades―. Ian no puede venir con su horario de trabajo, y los vuelos de última hora desde Londres son astronómicos. Cameron es un sí. Adaline y Emmett vendrán. Parker vendrá, gracias a Dios. ―Luego añadí en voz baja―: Porque le patearía el trasero si no lo hiciera.
―Hace lo que puede, Emily ―me amonestó mamá.
Levanté una ceja y ella lo dejó caer con prudencia.
―Mamá y papá, obviamente. Tú ―le dije a Poppy.
―¿Y los amigos de la familia? ―preguntó mi hermana―. Chicos del trabajo.
Exhalé un fuerte suspiro.
―No lo había pensado, para ser sincera. No lo digo por ser grosera, pero a la mayoría probablemente no les importe.
Mi mamá se rio. Poppy luchó contra una sonrisa.
―Les importas. Han trabajado contigo durante años.
En mi cabeza imaginaba a Wade llegando a la ceremonia con su sucia gorra de béisbol y un cigarrillo apagado colgando de sus labios.
―Realmente no creo que lo hagan.
―¿Incluso Jax?
Lo preguntó tan inocentemente, garabateando en el borde del cuaderno, con los ojos firmemente clavados en el papel.
Mamá me deslizó una mirada.
Junté los labios.
―Jax trabaja con nosotros de vez en cuando ―dije lentamente―. Pero es amigo de Cameron. No mío.
Mamá limpió el mostrador.
―Jax también es… ―Hizo una pausa, buscando la palabra adecuada.
―¿Salvaje? ―Añadí.
―No es salvaje ―dijo Poppy―. Simplemente no sale mucho.
―O habla ―dije―. O... gente.
Mamá se rio.
El enamoramiento de Poppy por el mejor amigo de Cameron era bien conocido en nuestra familia. Jax, sin embargo, no tenía ni puta idea porque, teniendo en cuenta que él estaba a punto de pasar de los treinta y cinco y Poppy acababa de cumplir veintidós, prefería cortarse un brazo antes que darle una impresión equivocada.
―Jax no estará ahí ―le dije amablemente―. Esto es más o menos solo para la familia inmediata.
Poppy se desinfló un poco, pero me hizo un pequeño gesto con la cabeza mientras seguía garabateando.
―¿Y las flores? ―preguntó mamá―. No hemos hablado de lo que quieres, cariño.
―Todo lo que sea de temporada me parece bien ―le dije―. Podemos conseguir algunos ramos del mercado de agricultores esa misma mañana. Tengo un vestido blanco en el armario que me servirá. Es bastante sencillo.
Los ojos de mi mamá recorrieron mi rostro y se me oprimió el pecho ante las preguntas que vi enterradas ahí.
―¿Qué? ―pregunté. Era incapaz de no preguntar.