AMOR POR CONTRATO

CAPÍTULO 15

POV LIAM

Emily deslizó la pierna hacia delante y sentí el chasquido del impacto cuando pateó a su hermana por debajo de la mesa.

Poppy juntó los labios y entrecerró los ojos mirando a Emily.

―Se me resbaló la pierna, lo siento ―dijo Emily, sonriendo dulcemente―. ¿Estás bien, papá?

La mirada de su hermana se entrecerró.

―Oh, estoy genial.

Tragué saliva.

―No llevamos mucho tiempo juntos ―dijo Emily, recuperándose rápida y suavemente de la violencia por debajo de la mesa. Luego me miró con una sonrisa suave y un brillo feliz en los ojos que parecía tan real que tuve que recordarme a mí mismo que no lo era―. A veces simplemente lo sabes.

―¿Saber qué? ―preguntó Poppy.

Sheila se limitó a poner los ojos en blanco.

―Liam, me convencí de que mis hijos dejarían de pelearse cuando fueran adultos, pero aquí estamos, y todavía me siento como un árbitro la mitad del maldito tiempo.

―¿Alguna vez has pensado en tener más hijos? ―preguntó Poppy―. Estoy segura de que los hombres también tienen un reloj biológico, ¿no?

Quiero decir, tienes... ¿treinta y dos? ¿Treinta y tres?

Tim suspiró.

―Ignórala, Liam. Todos lo hacemos.

Emily volvió a patear el pie hacia delante.

―Ouch ―gritó Poppy.

―Deja de hacer preguntas groseras ―siseó Emily.

Sheila salió de la cocina con un gran plato en las manos. Emily se quedó sin aliento al ver el plato de cerámica azul.

―¿Eso es...?

Sheila lo dejó en el suelo con un guiño.

―Tarta de manzana.

―Me encanta comer en casa. ―Ella suspiró.

Sonreí. Las puntas de su cabello me hacían cosquillas en el brazo, ya que esta noche lo llevaba suelto. Me incliné hacia su oído.

―Puedes quedarte con mi parte si quieres ―susurré.

Sonrió.

―Si no pruebas esto, te arrepentirás el resto de tu vida. Créeme.

―Es verdad ―dijo Tim. Se dio unas palmaditas en su inexistente barriga―. Mi mujer hace la mejor tarta de manzana holandesa de todo el noroeste del Pacífico, Liam.

Sheila me sirvió el primer trozo.

―Así que es culpa tuya que a Emily le guste desayunar tarta ―dije.

Ante mi suave entrega, Emily me dedicó una sonrisa reservada.

Poppy nos observaba con un brillo especulativo en los ojos. Quizá debería haberme puesto nervioso, pero estaba disfrutando demasiado como para preocuparme.

Sheila se rio.

―Culpable de los cargos. Me temo que lo aprendió de mí. Empiezo el día después de Acción de Gracias todos los años con un trozo de pastel sobrante.

Esperé a que hubiera servido a todos y se sentara con su propio trozo antes de usar el tenedor para dar un gran mordisco. Cuando los sabores explotaron en mi lengua, gemí de agradecimiento.

―Me retracto ―le dije a Emily―. No voy a compartir.

Todos se rieron, Emily se apoyó en mi hombro mientras se tapaba la boca.

Cuando recogieron la mesa y Poppy ayudó a Sheila con los platos en la cocina, Emily y yo nos sentamos en el porche con Tim. Tenía los ojos cerrados mientras se mecía en la gran silla de madera, y yo estudiaba la cara de Emily mientras observaba a su papá.

El amor era evidente. No importaba que no fuera su papá biológico. Emily lo miraba como yo miraba a Olive.

Haría cualquier cosa, sin importar las implicaciones morales. En silencio, deslicé mi mano sobre la suya y le agarré los dedos. Emily tenía los ojos brillantes por las lágrimas y la vi reprimirlas por pura fuerza de voluntad.

―Me gustas, Liam ―dijo Tim en voz baja. Sus ojos se abrieron lentamente, clavados infaliblemente en el lugar donde mi mano sostenía la suya―. Y me gusta verte feliz, mi dulce Emily.

―Eres la única persona que me llama dulce ―dijo, con voz ligera y burlona.

―Tal vez. ―Suspiró―. Puede ser. Pero eso es porque te conozco. ¿Crees que es dulce, Liam?

Me giré, haciéndole una valoración franca, que ella recibió de frente.

―No ―dije en voz baja―. Yo no la llamaría dulce.

Sus mejillas se sonrojaron de un bonito color rosa, pero mantuvo su mirada en la mía.

―¿Qué dirías entonces? ―preguntó.

―Es intrépida ―le dije―. Algunas personas tienen demasiado miedo para amar de esa manera, impávida ante lo que pueda venir después, lo que puede parecer dulzura para algunos. Pero yo solo veo un corazón grande y valiente.

Parpadeé, sorprendido por lo que había dicho. Por el movimiento de las manos de Emily bajo las mías, ella pensaba lo mismo.

Cuando volví a mirar a Tim, nos observaba con una pequeña sonrisa de satisfacción.

―Me gusta esa respuesta ―murmuró. La puerta principal se abrió, Sheila se unió a nosotros mientras Poppy seguía secando platos en la cocina.

Apreté la mano de Emily y, cuando me lanzó una mirada interrogante, asentí. Nunca encontraríamos un momento mejor para hacerlo ni mejores circunstancias.

―Señor, señora ―les dije a Tim y Sheila―, sé que esto va a parecer terriblemente repentino. Nunca soy un hombre que haga algo sin pensarlo bien o sin estar seguro del siguiente paso. ―Inspiré profundamente―. Su hija ha hecho girar mi mundo desde que la conocí. Y creo que ella siente lo mismo por mí.

Emily me dedicó una suave sonrisa. El corazón me retumbó en el pecho cuando Tim y Sheila intercambiaron una mirada.

Mi voz era fuerte y firme cuando hablé a continuación.

―Me gustaría casarme con Emily, si pudiéramos tener su bendición y la de su esposa.

Él se quedó con la boca abierta y las cejas se le subieron a la frente. Sheila se sentó en la silla junto a él, como si sus piernas cedieran lentamente.

―Tú… ―Exhaló una bocanada de aire, encontrándose brevemente con los ojos de su mujer―. Mierda, ¿en serio?

―Emily ―respiró Sheila.

Emily rio en voz baja.

―Sé cómo suena esto. ―Giró su mano y entrelazó sus dedos con los míos―. Y sabemos lo rápido que vamos.

La mujer que estaba a mi lado me apretó la mano, cediéndome el proverbial bastón de mando.

―Necesito que ambos sepan algo ―dije―. Sobre mi hija, y cómo ella juega en esto.

Y me escucharon sin interrupción, con expresiones que oscilaban entre la simpatía, la comprensión y la preocupación manifiesta. Entretejer ese núcleo de verdad en la conversación me ayudó a mirarlos a los ojos.

Cuando terminé, Sheila se tapaba la boca con una mano. Tim dejó escapar un suspiro lento.

―Eres un buen papá, Liam ―dijo―. Nadie lo pondría en duda. Y sé un poco sobre cuánto se sacrificará un papá cariñoso por sus hijos. ―Se aclaró la garganta―. Tengo siete adultos caminando por esta tierra, y todos ellos tienen pedazos de mi corazón. No puedo recuperarlos, y no querría, aunque pudiera.

Sheila se enjuagó una lágrima silenciosa, posando la mano en la espalda de su marido.

―Pero tampoco quiero que utilicen a mi hija como peón ―dijo en voz baja.

―No lo soy ―dijo Emily―. Lo prometo.

Hizo una pausa y me miró por un momento.

―Es solo acelerar lo que ya sabemos ―dijo en voz baja―. No se me ocurre ninguna buena razón para esperar, cuando ya sé que quiero casarme con él.

Fue el turno de Tim de apartar las lágrimas, pero su mirada no se apartó del rostro de su hija.

Una lágrima resbaló por su mejilla canosa.

―Emily, ¿estás segura?

Se volvió y me miró, asintiendo lentamente.

―A veces sabes cuándo es lo correcto.

Habría sido el momento perfecto para besarla. A la suave luz del atardecer, en el porche de casa de sus papás. Mientras lo imaginaba, mis ojos se clavaron en su boca. Exhaló temblorosamente y aparté la mirada de su rostro.

Tim tenía las manos cruzadas y sacudía la cabeza con incredulidad.

―No me imaginaba que esta noche acabaría así. ―Luego sonrió―.

¿Cuidarás de mi chica? ―preguntó.

Un lado de mis labios se torció en una sonrisa ladeada. Si es lo único que hacemos, nos atenemos a la verdad todo lo posible.

Las palabras salieron fácilmente cuando lo pensé así.

―No sé si Emily necesita que la cuide, pero sí sé que la necesito en mi vida. Que ella hace que todo sea un poco más fácil cuando está cerca. ―Me aclaré la garganta―. Ella da los mejores abrazos. Y su mente es la cosa más aterradoramente increíble que he visto.

Emily sonrió.

―¿Es tu forma de decir que te doy miedo?

―Solo un poco ―admití.

Tim emitió un sonido de felicidad, un zumbido, un suspiro de alivio. Lentamente, con una ligera mueca de dolor, se levantó y extendió la mano.

Yo también me levanté y le agarré la mano con fuerza mientras nos estrechábamos. La voz de Tim era áspera por la emoción.

―Bienvenido a la familia, Liam.