POV LIAM
―¿Por qué Parker te mira así? ―preguntó Reyes, inclinándose, pero diciéndolo lo suficientemente alto como para que todos los que estaban cerca pudieran oírle.
El hombre en cuestión, sentado frente a su locker mientras todos nos duchábamos después de hacer algunos ejercicios, me miraba con severidad.
Suspiré.
―Porque intenta provocarme.
―Mi hermana ―dijo Parker―. No te he visto mostrar interés por ninguna mujer desde que te conozco, y tienes que ir por mi hermana.
Reyes silbó en voz baja.
―Entendido.
Me rasqué la mandíbula.
―¿Te sientes demasiado protector, Parker?
Soltó una carcajada.
―No por ti. Creo que Emily va a comerte y escupirte, y entonces voy a tener que lidiar con tu trasero deprimido. Dejarás de trabajar duro, y no atraparás una mierda, y perderemos todos nuestros partidos, todo porque mi hermana te rompió el corazón.
No le rompería el corazón a nadie, no es que pudiera explicárselo a Parker. Lo miré con dureza.
―¿Parezco el tipo de persona que dejaría de hacer mi trabajo si eso ocurriera?
Reyes golpeó con una toalla el muslo de Parker, que chilló.
―Déjalo en paz. Quizá Black necesitaba tener sexo y ahora no estará tan serio todo el tiempo.
―Mi hermana ―reiteró Parker, arrebatándole la toalla. Nuestro QB se rio y volvió a azotarlo.
Roberts, uno de los linieros ofensivos, se acercó, con una toalla alrededor de la cintura y otra sobre el cuello.
―Tu hermana está buena, Anderson. Sabes que tengo una chica, pero… ―sacudió la cabeza―, tiene esas piernas y esos ojos oscuros y esos perfectos...
―Basta ―gruñí. Algo rugió bajo mi pecho por la forma en que hablaba de ella. Nunca había sido uno de esos tipos que disfrutaban desmenuzando a una mujer como si sus únicos atributos buenos fueran los físicos, pero oírlo hablar así de Emily me hizo apretar los puños.
Parker se dio cuenta.
Sonrió por primera vez desde que nos conocimos en las instalaciones aquella mañana. Cuando la sonrisa se desvaneció, se volvió hacia Roberts.
―Ten cuidado, Robbo, puede que no le gustes tanto a Liam si hablas así de su chica.
No era mi chica. No realmente.
Solo estaba... tomándola prestada por un tiempo.
―¿Quién dice que me gustaba antes de esto? ―pregunté.
Roberts se rio, empujándome el hombro al pasar. Sonreí porque me caía muy bien.
Reyes y Roberts empezaron a hablar y sentí los ojos de Parker clavados en mí. Tiró de su camisa por encima de la cabeza, se pasó una mano por el cabello húmedo de la ducha y luego me clavó otra mirada ilegible.
―Si tienes algo que decir, dilo ―dije con facilidad.
Se encogió de hombros y se acomodó en su asiento para poder seguir estudiándome.
―Solo intentaba imaginarlos juntos ―respondió.
Algo incómodo se me revolvió en el estómago porque ése era exactamente mi temor.
Josie y Micah se habían encariñado con ella de inmediato, y la noche anterior habían pasado un par de horas en mi casa mientras hablábamos de las reservas de Josie y de lo mucho que le había costado la idea de que yo hiciera esto solo, cuando nunca había tenido a Micah y a ella como apoyo.
Ninguno de los dos quería meter a un juez en la situación, y eso es lo que tendría que pasar si decidía llevarse a Olive a Londres.
Y estaba claro que Micah respetaría la decisión de Josie de quedarse, aunque echara de menos a su mujer durante el año que estuviera fuera.
Pero no podía negar el poder de Josie al ver a Emily ahí en la casa conmigo. Eso marcaba la diferencia.
Hablaron largo y tendido sobre el dormitorio de Olive, y Emily hizo un montón de preguntas sobre mi hija que claramente complacieron a Josie. Me llamó la atención en numerosas ocasiones, solo para dedicarme una sonrisa de alivio.
Pero estaban tan centrados en Olive en esta ecuación, no necesariamente en cómo Emily y yo estábamos juntos.
Parker, sin embargo, no tuvo ese problema.
―Sé que no soy su tipo habitual ―le dije.
Resopló.
―No.
Elegí mis palabras con cuidado: odiaba mentir. Era lo peor de todo.
―A veces eso no importa ―le dije. Me puse la camisa limpia y tiré la toalla de mi ducha en el contenedor de ropa sucia justo al lado del banco donde estaba sentado―. ¿Alguna vez has conocido a alguien que es solo... un cambio de juego?
Parker se echó un poco hacia atrás ante la seriedad de mis palabras.
―Cambio de juego ―repitió lentamente.
―Sí. ―Metí la ropa sucia en la mochila y negué con la cabeza―. Nunca lo había hecho. Y no creo que tenga que tener sentido, ni encajar en la definición que tenía antes de conocerla. ―Puse las manos en las caderas y lo miré de frente―. Creo que esa es tu hermana para mí, Parker. Ella ha cambiado mi vida.
―Lo dices en serio.
Asentí lentamente.
―Sí, así es.
Reyes y Roberts se habían callado, escuchando descaradamente nuestra conversación.
―¿No quedaste con ella, como, una vez? ―preguntó.
―Más de una vez ―le dije. Suficiente verdad como para que pudiera soltar las palabras sin sentir que me iba a ahogar con ellas―. Y… ―miré mi reloj―, si no salgo de aquí en los próximos cinco minutos, llegaré tarde a almorzar con ella.
Parker se pasó una mano por la cara, sacudiendo ligeramente la cabeza.
―¿Cuándo te llevará a conocer a la familia? Porque sé que lo hará pronto, si te ve de la misma manera.
Sonreí un poco.
―Pronto. En los próximos días, creo.
―Mierda ―murmuró―. Esto está pasando de verdad.
Exhalé una carcajada.
―¿Alguna palabra sabia antes de que entre ahí?
Parker tragó saliva y no contestó de inmediato, y yo pensé en lo que Emily me había contado, en por qué evitaba volver a casa: un chico asustado que no quería perder a su papá.
―Diles que les mando saludos ―consiguió decir. Tenía la mandíbula tensa cuando me miró, pero me di cuenta de que lo decía en serio. Luego sonrió―. Y no dejes que Poppy te asuste.
―¿Cuál es Poppy otra vez?
Sonrió suavemente.
―Mi hermana menor, un grano en el trasero.
―¿También está buena? ―preguntó Roberts en un susurro dramático.
Parker estaba fuera del banquillo, empujándolo con una carcajada, y los dos pelearon jugando. Respiré lentamente. Sentí como si hubiéramos superado nuestro segundo gran obstáculo.
Solo quedaba uno. Y prepararlo requería un picnic a medio camino entre mi trabajo y el suyo.