CAPÍTULO 9

2387 Words
POV EMILY ANDERSON ―¿Josie es tu...? ―Dejé que mi voz se entrecortaba. ―Nunca estuvimos casados. ―Apoyó los codos en la parte superior de los muslos y dejó colgar las manos entrelazadas entre las piernas―. Éramos... amigos, supongo, antes de que se quedara embarazada de Olive. Yo acababa de mudarme aquí, y ella también. ―Sonrió, pero fue una sonrisa de autodesprecio―. Cuando se enteró de que estaba embarazada, lo intentamos. Pero no tardamos en darnos cuenta de que estábamos mejor como amigos. ―¿Y ella también vive aquí? Asintió con la cabeza. ―A unos diez minutos de mi nueva casa. Se casa el mes que viene. Mis cejas se alzaron. ―Oh. ¿Y eso es algo bueno? Volvió a asentir, esta vez más despacio. ―Micah es un buen tipo. Llevan saliendo un par de años. Incliné la cabeza. ―Mencionaste en nuestra reunión de anoche que Olive se mudará contigo a tiempo completo. Eso no es porque Josie se va a casar, ¿verdad? Su pecho se expandió con una respiración profunda. ―Más o menos. No el matrimonio, en sí. Pero Micah tiene que trasladarse al Reino Unido durante un año para ayudar a montar una oficina para su empresa. Se van a internacionalizar y, como él es el director de operaciones, quieren que alguien les ayude a poner en marcha la nueva sede. ―Wow. ―Exhalé lentamente―. ¿Y ella se va con él? ―Sí. Y después de reunirnos con el pediatra y el terapeuta de Olive, y con un abogado para que nos ayudara con los trámites legales, todos decidimos que lo más sensato era que Olive se quedara aquí conmigo. Ella necesita consistencia. Desarraigarla durante un año en otro país no sería bueno para ella. ―Extendió las manos―. Comprar mi casa es para facilitarle las cosas cuando Josie no esté. Asentí con la cabeza. ―Por eso quieres la habitación perfecta para ella. Su boca esbozó una pequeña sonrisa. ―Sí. Quiero que le encante. No será fácil, pero cualquier cosa que pueda hacer para ayudar, lo haré. Bueno, mierda. Olvídate de hurgar en un moretón, Liam estaba a punto de derretir mi corazón en un charco blando y pegajoso. Me aclaré la garganta, enderecé la columna e intenté mantener un rostro profesional. ―¿Por qué necesitabas reunirte conmigo? No creo que sea por la habitación de Olive. Liam no habló al principio, simplemente se quedó mirando. Su mandíbula se apretó, al igual que las manos que colgaban entre sus piernas. ―¿Liam? Respiró lentamente. ―Josie está dudando si irse. Me ha mandado un mensaje hace un rato y me ha dicho que quizá se quede. Que Micah se vaya al Reino Unido, y ella solo lo visitará algunas veces. No estaba segura de lo que esperaba oír de mí, pero también sentía algo por Josie en todo esto. ―Tiene que ser duro pensar en dejar a Olive ―dije lentamente. ―Lo es. ―Cerró los ojos e inhaló largamente, luego una exhalación constante―. Ella planea visitarnos unas cuantas veces. Pero sé que ama a Micah y no quiere empezar su matrimonio con un año de separación. Eso sería duro para cualquier recién casado. Bajé las cejas mientras intentaba -sin éxito- entender por qué me estaba contando todo esto. Debió de ver la confusión en mi rostro porque sus ojos se agudizaron. ―Por eso te pedí que vinieras ―dijo. Me moví en el asiento. ―¿Por qué? ―Creo que podemos ayudarnos mutuamente. ―Sus ojos se clavaron en los míos―. Puedo ayudarte con tu papá. Tú puedes ayudarme a convencer a Josie de que no necesita quedarse atrás porque no lo haré solo. Oh. Oh. Me tapé la boca con la mano mientras mi mente se desbocaba. Esto no era lo que esperaba. ―¿Quieres...? Cuando mi voz se apagó, asintió lentamente. ―Seré tu falso marido. Si tú eres mi falsa esposa. ―Mierda ―susurré―. ¿Hablas en serio? Se frotó la nuca. ―Creo que sí. Nunca he tenido la oportunidad de ser su papá a tiempo completo, no como siempre he querido. Y Josie es una buena mamá. Es una gran mamá. Pero ella también se merece la oportunidad de empezar su matrimonio de la manera correcta, ¿sabes? ¿Asentí con la cabeza? ¿Todavía estaba consciente? ―Te ves un poco... ―¿Como si me fuera a desmayar? Sí. Su mandíbula se apretó. ―Mira, sé que esto no es lo ideal. Apenas te conozco. Me reí con incredulidad. ―Pero ¿en qué se diferencia esto de que le pidas matrimonio al imbécil de la rosa por dinero? Honestamente, quería estar molesta. Quería decir que el tipo de anoche no era un idiota, pero realmente lo era. ―Se lo habría preguntado si Rocco no me hubiera metido la imagen de Shrek en la cabeza. La mirada de Liam se agudizó de inmediato. ―¿Así que no te acercaste a nadie más? ―No ―dije de mala gana. Me froté la frente―. Yo no... no sé cómo decirlo. Suena... ―¿Loco? ―Su voz era seca, pero su rostro bastante serio. Asentí con la cabeza. ―Porque lo es ―dijo con facilidad―. Solo a alguien desesperado se le ocurriría casarse con un desconocido por algo así. Se me aceleró el corazón. Hablaba en serio. Había un millón de cosas que considerar. Dos millones de cosas que teníamos que discutir. ―¿Y estás tan desesperado como para hacer esto por mí? ―pregunté en voz baja. ―Esa es la cuestión, Emily. Tengo suficientes razones propias. No encontrarás a nadie más que pueda decir eso. ―Sus ojos brillaban con intensidad, algo visceral que sentí hasta en los dedos de los pies―. Haría cualquier cosa por mi hija, y si ésta es mi oportunidad de pasar con ella el tiempo que solo he soñado, la voy a aprovechar. El amor de un papá por su hija. Qué cosa tan poderosa y única. Nos vieron crecer y quisieron protegernos. Querían hacernos fuertes, seguros y valientes, y estar a nuestro lado cuando fuera importante. Pensé en Tim, y en cómo la única vez que le oí derrumbarse por su cáncer fue por este momento concreto que se perdería. Ser el hombre que tomó del brazo a su hija cuando empezaba una nueva vida con su marido. La entrega simbólica de una mujer que él ayudó a criar, a la que amaba y apreciaba. Tenía esa clase de amor por mí, y por Adaline y Poppy. No importaba que Adaline y yo no compartiéramos su sangre, nos amaba igual. Haría algo desesperado y temerario por nosotros, como Liam estaba dispuesto a hacer por Olive. Y al igual que yo estaba dispuesta a hacer por Tim. Me levanté del taburete, me acerqué a él con pasos uniformes y una creciente sensación de determinación. Quizá no pudiera arreglarlo todo. Tal vez solo podría arreglar una cosa para cada uno de nosotros. Liam desplegó su cuerpo cuando me puse al alcance de su brazo, y los tendones de su mandíbula ondularon bajo su piel al asimilar mi expresión. Como estaba en zapatos planos, levanté la barbilla para mirarlo a los ojos. ―Iba a convencerme de no seguir con el plan antes de que me trajeras a esta habitación ―admití. ―Haces que suene como si te hubiera secuestrado ―dijo, totalmente ofendido. Una sonrisa amenazó cuando palmeé el lateral de mi bolso. ―No. Ya sabes lo que guardo aquí. Liam no sonrió. ―Siempre he querido empezar una relación con amenazas. Eso de alguna manera me hizo querer sonreír más. ―Todos los mejores lo hacen, he oído. ―Nos queda mucho camino por recorrer antes de conseguirlo ―me dijo. ―Lo sé. Se acercó un paso. ―¿Alguna adicción que debería tener en cuenta? Asentí con seriedad. ―Una debilidad por los productos horneados y la interminable búsqueda del champú seco perfecto. ―Emily ―dijo, con un tono lleno de advertencia. Exhalé lentamente, intentando esbozar una sonrisa de disculpa. ―¿Y una horrible tendencia a contar un chiste cuando estoy incómoda y quiero una reacción porque no sé cómo romper la tensión rampante en la habitación? Se pasó una mano por la boca y me miró atentamente. Estábamos tan cerca. Olía tan bien. Me picó la lengua con el impulso de decir algo al respecto, que nunca imaginé que un falso marido oliera tan bien, pero me lo tragué. ―¿Y tú? ―le pregunté―. Anoche estuviste muy crítico con una de mis mejores opciones de marido, pero podrías ser un psicópata total por lo que sé. ―Se estaba haciendo una selfie con la flor. La risa burbujeó peligrosamente en mi pecho. Pero desapareció cuando su rostro se tornó desgarradoramente serio. Liam. ―El mayor problema que encontrarás conmigo es que muy poca gente en mi vida me ha visto hacer una sola cosa impulsiva. Esto, por su naturaleza, está tan fuera de mi carácter que ni siquiera yo puedo creer que lo haya sugerido. Ladeé la cabeza, analizando sus palabras. Objetivamente, sabía que era una advertencia. ―Eso suena muy minucioso. Y lento. Tendrás que enseñarme cómo funciona. ―Sí, imagino que es un concepto extraño para ti. ―Sus ojos parpadearon sobre mi cara―. Y tú... ese es otro obstáculo que tendremos que cubrir. ―¿Perdón? Se lamió el labio inferior. ―Tú, Emily Anderson, no eres mi tipo. Se me cayó la mandíbula y se me escapó un sonido de afrenta. ―Tú tampoco eres mi tipo, señor callado y juicioso. Liam arqueó una ceja. ―Ya ves por qué tenemos un problema. ―Te preocupa que no lo compren ―le ofrecí. Liam apartó la mirada y asintió con la cabeza. Sus ojos volvieron a los míos al cabo de un momento. ―¿No te preocupa lo mismo? Me encogí ligeramente de hombros. ―Mis papás se comprometieron tres semanas después de conocerse ―le dije en voz baja―. Simplemente lo sabían. ¿Me lo preguntarán? Tal vez. Pero eso no es suficiente para detenerme. ―Pareces muy segura de que podemos lograrlo. Sonreí. ―Es uno de mis rasgos más molestos. Pregúntales a mis hermanos. Su rostro estaba serio. ―Si la pierdo porque no hacemos esto de la manera correcta… ―Su voz se entrecortó. Bueno, mierda. Tuve que buscarme un marido que fuera mi opuesto. Probablemente pensaba diez pasos por delante en cada momento, eligiendo cuidadosamente la colocación antes de dar un solo paso adelante. Era tan responsable. Tan sensato. Era un momento tan inoportuno para sopesar cómo se comparaba con cualquiera de mis ex. Quizá por eso a menudo acababa con el corazón magullado y el ego maltrecho. Me gustaban los chicos impulsivos, aventureros y románticos que me mantenían alerta. Lee entre líneas: había mucho sarcasmo cuando dije que eran románticos. ―Podemos hacerlo ―le dije. Puse en mi voz todo mi optimismo ciego y temerario. Y cuando sus ojos se clavaron en los míos, hice otra promesa ciega y temeraria en mi corazón. Sacaríamos esto adelante aunque fuera lo último que hiciera. ―Podemos hacerlo ―repetí. Y entonces le tendí la mano. Liam exhaló tembloroso y deslizó su palma grande y cálida contra la mía. Sus dedos eran firmes y fuertes. Se enroscaron alrededor de los míos y sentí escalofríos en la nuca. ―¿De verdad crees que nos creerán? ―preguntó. Era la pregunta más importante de todas, ¿no? ―No lo sabremos hasta que lo intentemos. Los ojos de Liam parpadearon, quizá porque no esperaba mi sinceridad. Prácticamente podía sentir la enorme nube de sus pensamientos, agitados e inquietos, llenando la habitación con una lista cada vez mayor de formas en las que podría disuadirse a sí mismo. Estábamos de pie, con su mano alrededor de la mía, pendientes de una decisión trascendental que cambiaría nuestras vidas. Luego acercó mi mano a su boca y me dio un ligero beso en los nudillos. En cuanto sus labios tocaron mi piel, el calor se apoderó de mi cara. Oh. De acuerdo, entonces. Mi corazón se catapultó a algún lugar por encima del edificio. Mis dedos ansiaban estirarse sobre la barba incipiente de su cara y ver cómo se sentía contra mi piel. Di un paso adelante sin darme cuenta y él exhaló contra mi piel. Fue entonces cuando se abrió la puerta de la sala de conferencias. Intenté dar un paso atrás, pero Liam me agarró firmemente de la mano. Parker estaba en la puerta, con Olive apoyada en la cadera y una mirada fulminante cuando vio mi mano contra la boca de Liam. ―Oh, mierda ―murmuró―. ¿En serio? Los ojos de Olive se abrieron de par en par y Liam carraspeó, soltando mi mano. ―Lenguaje, Parker ―dijo en tono seco. Mi hermano dejó a la hija de Liam en el suelo, y ella corrió hacia su papá. Cuando la levantó, los ojos de Liam se encontraron con los míos por encima de su cabeza. ¿Lo había hecho a propósito? No había oído a nadie acercarse, pero con el hormigueo de mi mano a un lado, no podía evitar preguntarme si él lo habría sabido. ―Primero Adaline, y ahora tú ―dijo, refiriéndose a nuestra hermana, que estaba felizmente con uno de sus antiguos compañeros de equipo―. Nunca más volveré a presentar a mis hermanas a nadie ―murmuró, saliendo de la habitación con una mueca de burla. Exhalé una carcajada. Liam tenía una mano enorme sobre la espalda de Olive y le dio un pequeño beso en la coronilla. Mi corazón se agitó por la absoluta grandeza de lo que acabábamos de vivir. ―Nos creerán ―dijo. Su voz era tan suave y segura, su rostro tan confiado, que sentí un aleteo involuntario bajo el pecho―. Nos creerán, Emily. Inspiré profundamente. ―Entonces hagámoslo.
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