POV LIAM BLACK
―Perdona, Olly-pop, ¿te aburre la conversación de adultos? ―Le apretó la pierna y ella soltó una risita―. ¿Lista para ir a jugar?
Ella asintió, aunque él no podía verla. Los ojos de mi hija se posaron en Emily y la curiosidad era evidente, aunque nunca instigaría una conversación con un adulto que no conociera.
Le di un golpecito en la pierna a Olive.
―Es la señorita Emily ―le dije―. Es la hermana de Parker.
De alguna manera, Emily sabía que no tenía que insistir para que le diera la mano o chocara los cinco, algo que la mayoría de la gente hacía al conocer a mi hija.
―Me encanta tu vestido ―dijo―. Es perfecto para jugar al fútbol.
Las mejillas de Olive se sonrojaron, pero como no tenía dónde esconderse, se limitó a apartar su mirada de la de Emily y volvió a tirar de la cabeza de Parker para que se moviera.
Este era siempre el momento en que observaba atentamente las reacciones de la gente.
Mi hija -por la razón que fuera- era dolorosamente tímida. Parecía que lo había sido desde que nació. Conocer gente nueva le resultaba difícil. Y Josie y yo habíamos trabajado muy duro, con más de un profesional, para asegurarnos de no hundirla aún más en su caparazón obligándola a relacionarse antes de estar preparada.
Nunca la avergonzamos por no querer hablar y corregimos con delicadeza a cualquier adulto que intentara hacerlo cuando la conoció por primera vez.
Dirigí la mirada a Emily, con la respiración entrecortada mientras esperaba a ver cómo reaccionaba.
Los ojos de Olive volvieron a dirigirse a Emily, que se limitó a sonreír.
―Si necesitas una tercera persona con la que jugar a la pelota, hazme señas para que me acerque, ¿de acuerdo? ―Se inclinó hacia ella―. Soy muy buena haciendo fallar a Parker.
Parker se burló.
―Sí, porque no puedes apuntar a la mierda.
Cuando Olive le devolvió la sonrisa a Emily -solo una ligera curvatura en los labios, pero una sonrisa al fin y al cabo-, el corazón me dio un vuelco.
Parker entró en el campo de entrenamiento, donde las familias y los amigos se reunían en grandes grupos. Sonaba música y habían instalado juegos de césped por todo el campo. El personal de la oficina principal se mezclaba, repartiendo globos y bolsas de regalo llenas de artículos Voyager a los niños que correteaban por ahí, y el sonido de las charlas y las risas se desvaneció cuando la puerta se cerró detrás de Parker.
―Parker no tenía ni idea de que ibas a venir, ¿verdad?
Emily sonrió.
―No. Me encanta sorprender a mis hermanos, aunque exista la posibilidad de que se enojen.
―Tienes una gran familia.
Ella asintió.
―La más grande.
―Me contó un poco sobre ellos.
―Una especie de situación Brady Bunch ―dijo Emily distraídamente―. Mi mamá tuvo tres: Erik, Adaline y yo. Tim tuvo tres: Cameron, Parker e Ian. Añadieron a Poppy después de casarse, y ahora todo es un caos.
Me resultaba imposible imaginarlo. Yo era hijo único y ahora también tenía una única hija.
La tranquilidad reinaba en nuestros días, y no me cabía en la cabeza el concepto de caos en una casa.
A través del cristal, vi cómo Parker depositaba a Olive en el césped y tomaba un balón de uno de los estantes situados junto al borde del campo. La conocía lo suficientemente bien como para mantenerse un poco alejado de la multitud de gente. Le quitó el balón de las manos y esperó a que se alejara unos diez metros.
Ella echó el brazo hacia atrás y lanzó el balón, un lanzamiento feo y tambaleante que él atrapó con facilidad, rodando sobre el césped al hacerlo y arrancando una risa encantada a mi hija.
Cuando miré a Emily, parecía... triste.
No quise preguntar. Y tal vez no debería haberlo hecho, pero las palabras salieron igual.
―¿Por qué no te quería aquí?
Parpadeó y tragó saliva.
―Está un poco enojado con nuestro papá. Bueno, Tim es mi padrastro ―corrigió―. Pero es el papá de Parker.
Asentí con la cabeza porque yo también lo sabía.
―¿Por qué está enojado? Creía que toda tu familia estaba muy unida.
―Lo estamos ―dijo en voz baja. Sus ojos se clavaron en los míos―. ¿No te ha dicho nada sobre la salud de Tim?
Negué con la cabeza.
―Está enfermo. ―Hizo una pausa, sus ojos brillaron mientras esperaba para volver a hablar―. Realmente enfermo. No es la primera vez. Ni siquiera es la segunda ―añadió en voz baja―. Pero no quiere tratamiento para esta ronda. Quiere disfrutar de lo que le queda de vida, y aunque eso es muy difícil para nosotros ―hizo una pausa, aclarándose la garganta―, Parker está luchando con esa decisión más que el resto de nosotros.
El estado de ánimo de Parker, más sombrío y gruñón de lo normal en los últimos meses, tenía mucho más sentido.
―Lo siento ―le dije―. Tiene que ser duro para todos ustedes.
Emily asintió con la cabeza y, cuando se pasó un dedo por debajo del ojo, volví a mirar al campo.
Arrugué la frente.
―¿Por eso...? ―Se me cortó la voz porque no era asunto mío―. No importa.
Exhaló una carcajada.
―¿Por eso intentaba contratar a un marido? ―remató con ligereza.
Mi mirada se desvió hacia la suya.
―Sí.
Emily inhaló lentamente y luego exhaló con las mejillas infladas.
―Sí.
―Por Tim ―dije.
―No puedo creer que te esté diciendo esto ―murmuró. Sus ojos eran intensos, su boca firme―. Y no lo estaría haciendo, si no hubieras vuelto anoche. Esto no va a ninguna parte, ¿entiendes?
Asentí.
Se volvió hacia el campo, observando a su hermano jugar con Olive.
―La semana pasada, estaba a punto de entrar en casa y oí a Tim hablando con mi mamá. ―Tragó saliva―. Créeme, hemos tenido muchas conversaciones difíciles como familia desde que tomó esta decisión, pero creo que hay algunas cosas que no quiere que sepamos. Y entiendo por qué. Realmente lo entiendo.
―¿Qué dijo?
Emily no habló durante un minuto sólido, y capté el más leve temblor de su barbilla antes de que lo hiciera.
―Que uno de sus mayores remordimientos es que no podrá llevar a una de nosotras al altar. Vernos casadas. ―Una lágrima resbaló por su mejilla y ella la apartó inmediatamente. Como si la hubiera borrado de su cara y nunca hubiera existido―. Empezó a llorar. Luego mi mamá empezó a llorar ―terminó en un susurro―. Se va a perder muchas cosas. Habrá años de acontecimientos y momentos -grandes y pequeños- cuando hablemos de él. De lo que diría si estuviera ahí. Cómo se sentiría. Cuánto le echamos de menos. Y si esta es mi oportunidad de darle aunque sea uno de los momentos de esa lista, lo voy a hacer.
Era una locura.
Miré a Olive en el campo y pensé en lo lejos que llegaría por ella. La constante extensión de amor que seguía y seguía, sin final a la vista de lo que haría para hacerla feliz y que se sintiera amada.
Era fácil quedar atrapado en el amor por mi parte, pero por un momento pensé en cómo me sentiría si supiera que me perdería la oportunidad de verla enamorarse, casarse y tal vez tener hijos. Se me apretaron las costillas, como un nudo apretado y doloroso, algo a través de lo cual era imposible respirar, y luego el momento pasó. Pero para Tim Anderson no sería fácil. Simplemente tenía que hacer las paces con ello.
Y eso me decía exactamente cuánto debía de amar Emily Anderson a su familia si estaba dispuesta a hacer algo así, simplemente para permitirle a un moribundo un momento que no quería perderse.
Bufó y exhaló un rápido suspiro.
―Sé que es una locura. Pero no sé qué más hacer.
―¿Además de no fingir un matrimonio?
Emily me miró secamente.
―Lo siento.
Sacudió la cabeza.
―Me siento tan impotente. Y no me gusta cuando eso sucede. Necesito hacer algo. Así que tal vez sea una locura, pero su felicidad vale la pena para mí. ―Brevemente, su cara se volvió hacia la mía, una especie de mirada suplicante en sus ojos, como si quisiera desesperadamente que alguien entendiera lo que estaba haciendo―. ¿Nunca has tenido a alguien a quien ames tanto que arriesgarías cualquier cosa para darle felicidad?
Cerré los ojos y exhalé por la nariz. "Sí".
Detrás de mis ojos cerrados, era el rostro de Olive lo que veía.
Siempre era ella.
Me metí las manos en los bolsillos mientras procesaba sus palabras y las comparaba con mi propia historia familiar. Nada en mi relación con mis papás habría registrado ese tipo de devoción ciega.
Era demasiado ambivalente.
Y por eso hacía todo lo que podía por Olive.
Cuando Olive le susurró algo a Parker, sentí esa familiar opresión en el pecho cada vez que la veía feliz, que la veía cómoda. Parker asintió animado y se volvió hacia donde estábamos Emily y yo. Mi hija no me miraba a mí. Miraba a la hermosa mujer que estaba a mi lado.
Y saludó con la mano.
Emily exhaló una risa suave y maravillada.
―Parece que me han convocado ―dijo suavemente.
Me quedé donde estaba mientras ella entraba en el campo y se acercaba a mi hija y a Parker. Emily se agachó junto a Olive, sabiendo de algún modo que no debía acercarse demasiado, que no debía tocarla cuando era evidente lo reservada que era. Emily le tendió la mano y, tras una mirada solemne y apreciativa, Olive puso cuidadosamente el balón en sus manos.
Emily sonrió y se levantó, haciendo un movimiento exagerado con el brazo para explicarle algo a mi hija.
Olive asintió.
Emily dio un paso atrás, esperó a que Parker echara a correr y luego dio un pequeño salto hacia atrás, dio un paso adelante y lanzó una espiral perfecta, que Parker recogió con un brazo.
Olive rebotó sobre las puntas de los pies y sonrió.
Amplia. Feliz.
Parker dio una voltereta hacia atrás y, una vez en pie, le lanzó el balón por debajo de la mano. Ella intentó atraparlo, pero rebotó y se le escapó de los brazos.
Emily recogió el balón y se sentó con las piernas cruzadas en el césped junto a mi hija. Se me encogió el pecho al ver la facilidad con la que Olive se había acercado a ella, sentándose con cuidado junto a la mujer de ojos bonitos y sonrisa aún más bonita.
Mi teléfono zumbó y lo saqué del bolsillo.
Josie: Siento haberte emboscado así. No era la forma ni el momento adecuados.
Josie: Micah me dijo que tenía que ser sincera contigo, y no podía aguantarme más.
Con las manos temblorosas, tipeé una respuesta.
Yo: Está bien. Podremos hablar de ello más tarde.
Josie: Créeme, Quiero sentirme perfectamente bien dejándola. Pero ahora mismo no sé cómo hacerlo.
Josie: Lo siento.
Tendría todo el derecho a querer que Olive la acompañara a Londres, aunque el proceso para llegar hasta ahí fuera complicado. Si no la llevaba a los tribunales, cosa que no quería hacer, no tendría más remedio que aceptarlo. O se quedaría y yo perdería la oportunidad de ser papá a tiempo completo de Olive. Tampoco quería eso. La mente me daba vueltas y vueltas, con pensamientos y fragmentos de conversaciones que se disputaban el primer puesto.
Emily.
Josie.
Yo.
Olive.
El papá de Emily.
Absurdamente, me froté el pecho porque algo crecía bajo mi esternón.
Una idea.
Algo echando raíces que debía ser arrancado e ignorado.
Si lo pensaba demasiado, probablemente me arrepentiría.
Sabía exactamente cómo podía ayudar a Emily con su loca -aunque noble- causa.
Y cómo ella podría ayudarme con mi problema a cambio.