1. EL GUSTO NO ES MÍO

1349 Words
CARLA Estoy empapada, tengo frío, sueño y encima me perdí. “Siga recto” me dijo el chofer del autobus cuando me bajé, siga recto y después de una curvita toma a la derecha y ahí nomás llega. Bueno, pasé la curvita y tomé a la derecha hace 3 horas, son 3 horas caminando, son 3 horas desde que anocheció, son 3 días que llevo viajando para llegar acá. Ya mi trasero está plano, bueno, ya era medio plano, pero empeoró. Empiezo a arrepentirme de este estúpido plan. Quiero un baño de tina con agua calientita, quiero un sanduche de queso al grill, quiero ver una peli de amor, acurrucarme con mi mantita y dormir. Encima de todo está oscuro, muy oscuro, como nunca lo había visto, o no visto. La luna y las estrellas se ven hermosas, pero también se ven así en las películas de terror cuando una chica como yo camina sola en medio de la nada y un asesino aparece para llevársela. Por qué tuve que ver tantas películas de terror. - Crap – suenan pisadas. - Dios está aquí – empiezo a cantar buscando alejar al asesino, cuco o aparición que quiera asomar, quizás es religioso, psicópata, pero religioso. Quizás crea estoy más loca que él, o más poseída que él así que se irá. - Crap – suena más cerca lo que parece un galope. - ¡Dios está aquí! – me maldigo por no saberme la letra de la canción, debí poner más atención en la iglesia o cuando Lupe me hacía rezar. - Crap – una silueta negra sobre un caballo se coloca frente a mí, el animal se para en dos patas y yo grito. - ¡Ahhhhhh! – sale de lo profundo de mi alma. Empiezo a correr por no tengo idea dónde mientras claramente me siguen, escucho un disparo, me tropiezo y caigo al piso boca abajo. Es todo, es el fin, me han herido, aquí morí. Cierro los ojos y me desconecto de mi cuerpo. - Oye, abre los ojos – me mueven del hombro. - No porque estoy muriendo, me disparaste. - Disparé al aire, estás viva, solo te caíste. - ¿Qué? – me pongo de pie y empiezo a revisarme – mentira, me han dicho que un disparo no duele al principio, solo sientes la sangre y luego ya cuando duele te mueres. Yo siento que estoy sangrando – me sigo revisando. - Caíste sobre lodo, eso es lo húmedo que sientes. No te disparé. - Me disparaste – lo señalo – yo escuché – empiezo a llorar – me perseguiste con tu enorme caballo y me disparaste. Ahora me vas a atacar, me llavarás a una cabaña, me cortarás en pedazos y los lanzarás a los cerdos que comen personas. - Estás loca, ¿de dónde sacaste eso? - Lo vi en varias películas. - ¡No haré eso! Además, enfermarías a mis cerdos – habla de forma tosca, casi regañándome. - Entonces – lloro más – vas usar mi piel para hacerte un traje o convertirme en alguna especie de monstruo. - No, no, no. Me estás empezando a asustar a mí – sus ojos me ven con duda -No haré ninguna de esas cosas locas que tú dices. - ¿No? – se detiene mi llanto y lo miro, es guapo, de una forma aterradora. - ¡No! Solo quiero saber qué haces en medio de la noche caminando sola por aquí. ¿Sabes lo peligroso que es? Pensé eras un ladrón. - Me mandaron con alguien – me limpio mis lágrimas y mi nariz con la manga de mi abrigo, busco en el bolsillo la carta que me dio Lupe y se la entrego - se llama Carmen Hidalgo – la revisa con desconfianza. - Ya veo, eres una niña malcriada a quien envían sus padres para que aprenda una lección – me ve juzgándome. - Sí, soy esa – le sonrío, esa es mi historia al final, por qué negarlo. - Bien, ya que no queda de otra – se siente su fastidio – vamos entonces. - Este… - juego con mis dedos y lo veo - ¿cómo me subo al caballito? Me das un banquito, me cargas como en las películas. Quizás es entrenado y hará una reverencia agachándose para que yo lo monte – tiene una expresión de que escuchó una locura total. - Te hará tan bien no tener televisión – empieza a caminar llevando a su caballo por las riendas – estamos cerca, lo mejor será caminar. Al parecer el tiempo en este lugar se mueve de manera diferente, porque hace media hora dijo que estábamos cerca y nada que veo rastros de civilización. Malditos zapatos los que traje, se supone son de caminata, caminata mis polainas, me duelen mis pies como si mi piel se hubiera desecho. - ¿Pudes ir más rápido? – se nota molesto ante mi parada obligatoria por un nuevo tropiezo con una piedra y por aire. - Lo siento, una parte de mi familia era del campo, solo que nunca me dejaron convivir. - ¿Convivir? - Sí, convivir – digo agitada. - ¿Te creías muy buena para eso? - No, papi era quien no me dejaba. Decía que no podía mancharme con el sol porque me saldrían más pecas, o dañaíar mis pies, o dejaría de tener manos delicadas. - El problema de los que se van a la ciudad y quieren verse como citadinos – respira – dame tu maleta. - Gracias, pesa mucho – se la paso – solo tendrás cuidado no se le forme un rayón, es una edición limi… tada – veo como la coloca sobre la montura del caballo y unos bellos rayones asoman. - Ups, lo siento – ríe, tiene una sonrisa bonita, diabólicamente bonita, con sus ojos oscuros, sus cejas pobladas y ese cabello azabache como el de su caballo. Igual empiezo a verlo mal, porque algo me dice no me quiere aquí. Después de no sé cuántas ampollas vemos luces, las cuales nos guían a una hermosa hacienda. La casa es bastante grande, con balcones al frente que tienen bellas flores, en el centro una especie de plaza, con una fuente en la mitad. Se escuchan muy bajito caballos y vacas, grillos, se siente la paz. - Buenas noches señor, señorita – un hombre tan amable como confundido recibe al caballo, mi acompañante me pasa mi maleta. - Buenas noches Gabriel. - ¿Señor? ¿eres el dueño? - Ajá – le resta importancia al tema – sígueme – camino viendo todo a mi alrededor, es muy bonito, sin lujos, pero hermoso. Me recuerda mucho cuando visitábamos a mis abuelos en el campo, estarían felices en un lugar así. - Buenas noches señor, veo que vino con visita – saluda una señora mayor. - Sí, pero no mía. Encontré este encargo que te enviaron en medio de mi paseo nocturno – me señala, yo sonrío y hago de la mano a modo de saludo. - ¿Mío? – está confundida, hasta que recibe la carta y la lee – mi Lupita siempre de tan buen corazón – me mira con dulzura, me gusta esta señora. - Es la mejor de todas – sonrío más. - Bueno, me dice que debo tener mano firme, que tus papás quieren te prepares para la vida, para el mundo real, porque te han consentido demasiado y ahora no sabes hacer nada – Lupe, tenía que aprovechar este lío para darme una lección. - Así es, ellos necesitan que trabaje y ayude a mantener la casa – tan mentira no es. - Señor – lo mira – siempre necesitamos personal y un par de manos jóvenes me serán de mucha ayuda, si está de acuerdo – él me analiza como si fuera a comprar una vaca, con sus ojos entrecerrados que le forman pequeñas arrugas. - Tú eres la encargada de la casa, tú decides – se despide con un movimiento de cabeza y se va. Sí, no le caigo nada bien.
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