Beth:
Mi madre había quedado demasiado sorprendida cuando tras llegar a casa le.pedi volver a la.tienda de mi tía al día siguiente, insistía en saber por qué, y aunque no podía revelarle el secreto de Yacob, me se ría en la obligación de explicarle mis motivos de compartir con mi nuevo amigo. Ella pareció entusiasmada ante la idea, incluso conmovida, así que no tardó en contar en el desayuno del día siguiente que tenía un nuevo amigo, del cual mi padre contrario a mi madre, no parecía darle mucho gusto.
Estuvimos adornando y horneando cosas durante todo el día en la casa, mi madre y yo solíamos hornear, yo le ayudaba a darle formas a las galletas y a decorar, pero cuando comenzaba el trabajo de las cosas calientes, allí me pedía que me fuera, y está vez no fue la excepción, lo que me dió tiempo de ir con mi abuelito para escuchar sus historias memorables.
–Beth querida –añadio el– tu madre me ha dicho que has hecho un amigo.
–Asi es,.lo dijo a todos en el desayuno abuelito –le recordé.
–Cierto –sonrio– hablame de él.
–Pues... –pensaba ¿Por qué era tan interesante?– es un muchacho, de doce años, aunque es bajito, pero le.asegure que crecería tarde o temprano.
–Es cierto –indico– al igual que tú.
–Tiene ojos marrones, y su cabello es del mismo color –asegure– su piel es muy blanca, como la nieve.
–¿Y que te parece? –pregunto.
–No lo se, lo conocí ayer –aclare.
–Parecias bastante insistente en verle –aseguro– eso me dijo tu madre.
–Es que... –¿Cómo le explicaba sin exponer a Yacob?– es que siento que el me necesita.
–¿Necesitarte? –dijo entre risas– ¿Que podría necesitar de ti Beth?
–Creo que necesita un amigo ¿Sabe? –asegure– un hombro dónde llorar.
–¿Que te hace creer eso? –indago.
–Mi madre dice que las mujeres tenemos un sexto sentido –expkique– se le dice intuición, eso me lo dice.
–No puedo contigo Beth, –solto riendo a carcajadas– solo ten cuidado, si ese niño intenta hacerte algo golpealo dónde ya sabes.
–¿Por qué le golpearía allí? –pregunte– no quiero que sufra.
–Solo es por si acaso –explico.
–No entiendo
–Cuando seas adulta entenderás –asevero.
Odiaba que la gente me dijera eso, que es lo que tienen los adultos con los niños, solo por ser pequeños creen que somos incapaces de entender, me parece una total falta de respeto y ética, yo entiendo perfectamente muchas cosas que muchos adultos Noe ntienden ,y me considero a mi.misma como un ser capaz de razonar como un adulto, a diferencia de Sam, a ese le gusta permanecer de cinco a pesar de tener casi once.
No quise discutir con mi abuelito, pero estaba disgustada por su comentario, así que, si no tenía nada bueno para decir, era mejor no decir nada.
Cuando fue prudente, me retire a mi habitación para poder bañarme y alistarme para mí encuentro pautado con Yacob, esperaba que el día de hoy estuviese bien, que no llorara demasiado, parecía un espíritu lastimado y dolido, y tenía sus razones por las cuales estar de esa manera, pero no era lindo verlo llorar.
Al final, en cuanto recibí el llamado de mi madre, ya estaba lista, así que fuimos rumbo al centro comercial, con una cesta de galletas, que mi madre afirmó eran para Yacob y los Dahl.
–Una galleta puede alegrar tu noche cariño –aseguro mi madre, y no lo discutí.
Cuando estuvimos ya dentro del lugar, espere a que mi madre se encontrará con mi tía, la cuál estaba estresada por los nuevos encargos de la tienda, al parecer sus ventas eran buenas pero necesitaba con urgencia ayuda, yo como buena sobrina me ofrecía a desaparecer para que está no se estresada aún más, pero no me la dejaron fácil, en esta ocasión corrí con la suerte de que Sam no apareció, pero insistían en que le esperara para que el me acompañase.
Mamá no era la más predispuesta a dejarme sola por ahí, pero al ver a mi tía tan nerviosa, decidió llevarme al punto de encuentro y luego de hacerme jurarle que estaría bien y que me mantendría exactamente dónde me había dejado, espero a que Yacob llegará para dejarnos a ambos solos.
Yacob lucía bien, estaba mejor vestido y traía un gorro para el frío, y hoy no parecía tan desanimado, eso era una buena señal.
–¿Cómo te encuentras hoy? –pregunte.
–Pues, gracias a ti, mi madre ha hecho un escándalo en casa –dijo sentándome en su puesto.
–¿Que? –Me queje– ¿Cómo es que ha sido mi culpa?
Yacob reía, obviamente era algo que le causaba mucha gracia, eso o que le había malinterpretado.
–Descuida, –añadió incitándome a calmarme– ha sido un escándalo en el buen sentido.
–¿Ah sí?
–Dijo que de no ser por ti y por tu familia yo habría sido... –dudo.
–¿Qué? –insistí en saber.
–Ammm... –dudaba, no parecía estar convencido de decir lo que realmente quería decir– herido.
Que fastidio, era obvio que mentía, le estaba poniendo censura a sus comentarios, todo porque la pequeña Beth es una niña. En definitiva no necesito que un niño, en especial el que tengo a mi lado, me vea cómo a una chiquilla solo por ser menor que el por dos años.
–Excelente –exclame– ya que estás bien, podemos dar por terminada esta reunión –dije poniéndome de pie e incorporándome para marcharme de vuelta a la tienda de mi tía.
–¿Que? ¿Ya te vas? –cuestiono sorprendido.
–Sí, –asentí– ha sido un placer Yacob Dahl.
Con pasos firmes fui retirándome del lugar de encuentro, no miraba hacia atrás, pero por lo visto Yacob era rápido, en cuestión de segundos no solo me había alcanzado, se había puesto frente a mí con la intención de frenarme.
–Beth, espera, –dijo colocando sus manos frente a mí para que me detuviese– ¿Qué te pasa? ¿He hecho algo malo?
–Pues, ya que lo dices –exprese.
–Dime –insistió.
–Tengo diez años –indique, lo que pareció descolocarlo.
–Lo sé –aseguro bastante confundido.
–Pero no soy estúpida o una niñata –exclame medio molesta.
Eso pareció solo confundirlo más.
–Yo no he dicho nada de eso –aseguro.
–Pero te has cohibido de decirme lo que piensas, –inste– porque me ves pequeña ¿A qué si?
Yacob volvía a dudar, tal vez reexaminaba lo que me había dicho, solo para darse cuenta que tenía razón.
–Ammmm…
–¿Ves? –Solté– no necesito eso Yacob.
–Vale, lo siento –dijo a modo de disculpa.
–No era muy niña ayer para escuchar tus problemas, –le recordé– y me los contaste.
–Tienes razón, –dijo con recelo– pero es que, hay cosas que no se si...
Volvía a cuestionarse si decirme las cosas, pero que molesto, la única forma de saber si debes decirme algo o no es diciéndomelo y viendo mi reacción ¿Acaso no saben eso las personas? ¿O es que los del sexo masculino son más lentos?
–Esta amistad se dará por terminada si no eres capaz de verme como tú igual –asegure.
Yacob me miro con asombro, buscando algo de duda dentro de mí, pero por lo visto su sorpresa no fue por mi advertencia, sino más bien por algo más.
–¿Somos amigos? –pregunto.
Que pregunta tan particular, incluso a mí me desconcertó.
–Eso es lo que trato, –inste– pero si no puedes verme como tú igual, no funcionará.
–Vale, lo siento, –se disculpó– no quería lastimarte, perdón.
–No quiero una disculpa, –afirme– quiero que me asegures que nunca más me trataras como a una niña –dije.
–Palabra de scout –dijo haciendo la típica señal de juramento.
–¿Eres scout? –cuestione al verle adoptar aquella posición.
–No, –negó haciendo que pusiera los ojos en blanco– pero los scouts no mienten, y yo no lo haré –asevero– para mí será como si tuviese mis la misma edad –prometió– ¿Mejor?
–Sí, mejor –asentí.
–Eso.
–Entonces –continúe con la charla– ¿tu madre pensó que te secuestraría o robarían o algo así?
Yacob abrió la boca con total desconcierto y asombro, supongo que no se lo esperaba.
–¿Cómo lo....
–Te lo he dicho, soy más lista de lo que crees, –recalque– bueno, si no estás triste, ¿Que quieres hacer?
–Por ahora, solo quiero platicar, –dijo– con un igual, si te parece.
Me gustaba eso de la palabra igual, iba acorde con mis ideales para este tipo de relación al cual habíamos llegado.
–Bien, volvamos al Acebo –dije señalando al lugar de donde veníamos.
–Después de ti Beth –añadió cediéndome el paso.
Y en pasos, que se convirtieron en una carrera hasta el punto de encuentro, estábamos Yacob y yo, comenzando lo que sería una relación amistosa que duraría mucho más que solo un diciembre.