-Nico- -¿Papá? -¡Pasa!- autorizó desde adentro y así lo hice. La vieja oficina olía a todo lo que recordaba de mi infancia: madera añeja, ron escondido, puros y el perfume que mi padre no había cambiado durante más de cuarenta años-¿Qué tal el interrogatorio?- preguntó risueño y blanqueé los ojos haciéndolo reír mientras me sentaba. -No entiendo cómo soportas tanto tiempo a mamá- admití y levantó los dos brazos. -¡Por esta oficina, hijo!- dijo como si fuera lo más obvio- Ella odia entrar aquí y es por eso que, cuando está demasiado intensa, huyo a refugiarme. No resistí la risa y él me sonrió. -¿Qué más ha pasado, papá? Se encogió de hombros. -Lo regular, no hay ninguna novedad. Mejor dime tú, ¿Qué te trae esa cabeza por las nubes?¿Será esa jovencita de la que hablabas? Una sonris