Tan pronto como entramos a Beverly Hills, Alex empezó a jadear, silbar y reír como un maniático... una mansión tras otra. —¡Joder! ¿Creen que tengan mucha seguridad estas casas? —preguntó con la frente y ambas manos pegadas al cristal de la ventanilla del asiento trasero. Kane rió por lo bajo, como había hecho durante todo el camino gracias a mí extrovertido hermano. —Define mucha seguridad. —comentó apartando la mirada un segundo de la carretera para mirar a Alex, que meditó unos segundos su respuesta. —¿Creen que terminaré con una bala en el pecho si me escabullo desnudo a una de estas piscinas? —Dios, Alex... —murmuré tapándome el rostro, mientras Kane reía. —No creo que una bala, pero es un hecho que pasarías la noche en la comisaría, y por la mañana tendrías una orden de restri