-Aquí vamos otra vez- se exaspero Brandon al ver el vendaval que se le aproximaba.
-Nada de aquí vamos otra vez. Nadie me pidió permiso para echar a Blanquita y jamás lo habría permitido si sabía que era con tu caballo, descarado.
La niña los miraba y comenzaba a concluir que era muy difícil ser adultos. En su colegio todos hablaban, se pedían perdón, se abrazaban y volvían a ser amigos.
-¡Nadie sabía que estaba encelo, mujer! - levantaba los brazos a medida que se defendía el joven. -Ahora creo que lo mejor es dejarle el potranco a Noemí así no hay problema.
-No no no. Tu no vas a decir que hago con MI potranco. Nadie te dijo que dejaras a Pegaso acá. Es mi yegua, mi nuevo bebé.
Brandon ya estaba listo para objetar pero fue interrumpido por la niña.
-O sea que es mi hermanito.-Conjeturó- Ahora ustedes dos pueden darse un beso un abrazo y vuelven a ser amigos.
Todo estaba claro en su mente. Tenía hermanito nuevo, su madre y el doctor ya no se pelearán por el potrillo y la mejor manera de volver a ser amigos era como con sus compañeros de cole.
Para los adultos, sin embargo, nada era tan simple. Brandon imaginaba justo como sería ese beso y Alessandra no creía que esa fuera la solución.
-Hija, ve a preguntarle a Sirley si está el almuerzo que los grandes solucionamos los temas de los grandes. - se dirigió autoritaria pero amable.
El beso que se desarrollaba en la imaginación de Brandon se tornó frío.
-No vuelvan a pelear, mami. Bran es mi amigo y cuando lo retas se pone triste. -hizo el intento de mediar la pobre Noemí.
La joven miró a su hija marcharse y a Brandon que se había girado a mirar los establos. Lo que se venía ya lo sabía y no podía mantener su mirada impasible cuando le apuñalaba el corazón con cada palabra que le dedicaba.
Alessandra suspiró. Todo lo que pasaba era demasiado transparente para su hija y debía de encontrar un método de control para su impulsividad, sino su pequeña se daría cuenta de todo y Noemí era demasiado ingenua para este mundo cruel.
-Brandon. ¿Cuántas veces debo decir que no quiero que estés cerca de mi hija?
-Has lo que quieras, Aless. Quieres darle el potrillo a tu hija, se lo das. Lo quieres vender, lo vendes. Pero mientras estés acá con una niña tan dulce, no puedes pedirme que me aleje de ella. Ella es quien se acerca a mi y no voy a rechazarla sabiendo las emociones que causa. - se atajó el doctor de inmediato aún sin mirarla.
-¡Eres increíble! ¿Qué tanto puede costarte? Solo debes evitarla. ¡Y me miras a los ojos cuando me hablas!- le gritó a medida que tiraba de su brazo para que la mirara.
Cuando los ojos llorosos de Brandon estuvieron frente a los suyos, su rostro se contado y dio un paso atrás.
-Jamás voy a ignorar a alguien inocente, Alessandra. No voy a evitar a esa niña- señaló con su mano el camino que tomó Noemi- y tampoco voy a seguir permitiendo que hagas conmigo lo que quieras. Mientras vivan en esta casa te acostumbra o bien puedes evitarme como lo has echo toda la vida.
-¿Porque?- le preguntó genuinamente curiosa.
-Porque daría todo lo que tengo para haberte olvidado como lo hiciste tú, para hacer mi vida y crear a un ser tan perfecto como lo es la princesa.
-Pensé. Yo pensé- sus palabras no tomaban la forma que quería.
Gruesas lágrimas acompañaban las palabras del joven, demostrando a Alessandra que enserio había roto el corazón de Brandon y que nunca sería capaz de remediarlo.
-Tu piensas mucho, Less. Juzgas mucho, pero no escuchas. Nunca me escuchaste y tuvieron que venir personas de afuera para demostrarte que no te mentí. ¿Quieres hablar de lo que les dijo Mauricio o puedo irme?
Alessandra no podía formular palabras. La angustia de Brandon había transmutado y ahora la habitaba.
-Después lo hablamos. Tengo que ver que hace Noemí. -dio tres pasos de espalda, frenó con la intención de disculparse y luego pensó que no era el momento, por lo que guiró y se marchó.
Brandon pegó una piña de frustracion a la madera que sostenía el comedero de su caballo y sacó sus auriculares dispuesto a distraerse con música y una cabalgata por el campo.