Alessandra baja en en aeropuerto de Punta del Este luego de muchos años. A su lado va Noemí, de 5 años de edad, con su cabello ondulado, su piel blanca como la leche y sus ojos color miel heredados de su mamá.
La ocasión de la visita no es la ideal ya que regresan al país el tío que crió a Aless y a su único hermano Darien, está en cuidados paliativos por cáncer terminal.
Al llegar al sanatorio, corren a abrazar a Darien quien se alegra de poder abrazar a su sobrina luego de varios meses sin visitarla.
-¿Cómo se encuentra el tío Javier, Dar?- fue lo primero que atinó a preguntar Alessandra.
-Muy delicado, nena. Los médicos no creen que tenga mucho tiempo. Sabes como es de testarudo y quiere que lo llevemos de regreso a casa.
-No se puede hacer nada? ¡Cómo puede dejarse morir así!
-Aless, tu sabes que solo esperaba tu regreso. Dice que tienen una charla pendiente del pasado.-agrega Darien con suma cautela.
La joven madre ignora sus palabras conociendo con anterioridad que lo que su tío quiere hablar ya es tema pasado para ella.
-Llévame a hablar con el. Tal vez pueda convencerlo que luche un poco más. Es lo único que nos queda. No podemos perderlo al tío Javier también, yo no lo resistiría.- dijo con mucho pesar.
Su hermano, no muy convencido de llevar a la pequeña Noemí con ellos, la guió a la habitación 215.
La puerta se abrió y se dieron cuenta de que su tío estaba siendo revisado por un doctor que se encontraba de espaldas a ellos.
-Ya sé, querido, que ustedes quieren que siga peleando, pero el pasado pesa. Mi última voluntad es que puedan hablar y encontrarse. No puedes prohibirme irme a mi casa, Brandon.-decía Javier entre enojado y cansado.
Alessandra, quien no había reconocido de quien se trataba comenzó a temblar. Tantos años hallando de él y era el mismísimo Brandon quien estaba en los últimos momentos de su tío.