Cuando sujetaba su mano y la maleta para llevarla de regreso al coche, sentí como se iba hacia atrás. De no soltar la maleta de prisa para sujetarla a ella, Adriana hubiera caído al suelo. Se acababa de desmayar. La sujeté en mis brazos, viendo su rostro muy pálido. Toqué sus mejillas frías y después agité mi mano para que el chofer me viera y acercara el coche. —Adriana. ¡Adriana!—moví sus hombros y ella pestañeó.—¿Estás bien? —¿Eh? ¿Do-Donde estoy?—observó mi rostro, tenía el ceño fruncido, sus labios también estaban pálidos. Se veía muy frágil entre mis brazos, pero poco a poco se fue reponiendo, hasta darse cuenta de la situación, donde impedí su huída.—¡Matías! ¡Suéltame! —Te acabas de desmayar. Al menos por unos segundos estate quieta, voy a llevarte a un hospital.—sujeté sus