MARZO 2017
Hoy juraste nuevamente jamás engañarme de nuevo. Es tan irónico que incluso haré esta carta respecto a eso.
Ya mencioné la primera vez que me engañaste y cómo terminó todo, pero no mencioné que de hecho cumpliste durante mucho tiempo tu palabra. Esa fue la sorpresa.
Siendo tan jóvenes cumpliste con tu palabra de no herirme de nuevo, de no levantarme la mano otra vez (mencionaría que también cumpliste al decir que no me engañarías pero ambos sabemos que eso no es cierto) y sinceramente me sorprendió porque ahora que recuerdo, durante muchos años no vi a ese hombre agresivo de nuevo pero en retrospectiva, no me heriste físicamente pero sí psicológicamente por que jugaste con mi mente de una forma tan retorcida que si me decías que en realidad era un pollo y no un ser humano, te hubiera creído.
Durante años luego del primer incidente fuiste un completo caballero. Te dedicaste a servirme durante toda la secundaria, a presumirme hasta el punto en que todas las chicas deseaban ser yo o tener a alguien como tú a su lado, y recuerdo con nostalgia que solías llevar una rosa blanca cada vez que cumplíamos otro mes de estar juntos. Y de esta forma te ganaste el derecho de conocer mi cuerpo y no me decepcionaste.
Fuiste un hombre sensible esa noche, me trataste como a una reina y fue dulce. Mágico. Romántico.
De esta forma pasamos a la universidad. Recuerdo que mi padre al principio no quería que estuviésemos juntos en un mismo apartamento, pero tu padre lo reconfortó diciendo que yo no podía estar en mejores manos que en las tuyas. Y accedió.
Ahora que estamos en confianza, ¿Podrías decirme, luego de leer la carta, con cuantas mujeres me engañaste en realidad? Siempre tuve esa duda, porque recordando nuestro paso por la universidad, donde todos nos llamaban el joven matrimonio, tú tenías tus manías para poder conseguir mujeres dispuestas a estar con un hombre comprometido. Espero que al menos hagas esto por mí.
En fin, retomando, en ese tiempo todo parecía ser más fácil. Teníamos nuestro apartamento, tantos amigos en común quienes envidiaban nuestra relación porque creo que fue el único momento en que alguien pudo llegar a envidiar algo sobre mí estando contigo. Tenías un buen trabajo de medio tiempo y yo pasaba mis ratos libres escribiendo novelas que jamás llegaron a ser publicadas.
Recuerdo que solías llegar a casa del trabajo y me cubrías el rostro de besos, me llevabas a la habitación y siempre terminábamos discutiendo por algún perfume o prenda de mujer que solías traer contigo.
¿Por qué fui tan estúpida de perdonarte? Porque soy débil, era incluso más débil en esos tiempos donde mi dependencia emocional estaba en tus manos y tú hacías lo que deseabas, siempre.
Me arrepiento, no creas que no, sin embargo admito que fue una linda época después de todo.
Recordando las señales, incluso siendo novios, estaban por todas partes los carteles con letra roja y en tamaño grande que prácticamente gritaban que sería una cornuda toda la vida si continuaba contigo. Pero ahí va la pendeja, ciega por la vida creyendo siempre en tus juramentos con lágrimas para acompañar.
Matemáticamente hablando, ahora que lo pienso, en ese tiempo debiste engañarme con al menos veinte mujeres por año, sumando los cuatro que tuvimos de carrera, durante toda la universidad me fuiste infiel con un total de ochenta mujeres. ¿De dónde sacaste tanta energía? Estudiabas, trabajabas, salíamos y te dabas el lujo de tener tiempo para tus amantes. Realmente admirable tu manejo del tiempo.
¿Pensaste que no lo sabía? Pues si, lo supe todo el tiempo y la pregunta que no he dejado de hacerme este último año es ¿Por qué carajos te soporté tanto?
Como dije, esa fue una buena época. Salimos de la universidad a tiempo, juntos, ambos recibidos. Tú con tu diploma de contaduría pública y yo siendo una increíble sobrecargo de vuelo.
Era feliz porque amaba el cielo, y volar porque me sentía libre. Ahora comprendo que lo que más amaba de mi profesión era el sentirme libre de ti.
Recuerdo que tuvimos una gran pelea porque tú ganabas mucho dinero y querías que me quedara en casa y esa fue la primera vez que no te di el gusto, más que anda porque estaba tan enfadada contigo por lo de Casey Andrews que lo único que deseaba era alejarme de ti.
¿No recuerdas a Casey Andrews? Porque yo no he podido sacarla de mi cabeza en todos estos años.
Llegó un día, antes de que tú regresaras de tu trabajo. Para ese tiempo ya habíamos dejado la universidad hacía un año y habíamos comprado una casa a las afueras de la ciudad. Regresaba de un vuelo que duró dos días completos, estaba agotada y recuerdo que me enfadé porque todavía debía preparar la cena cuando la vi sentada fuera de nuestra casa.
Quise ignorarla. Sabía de su reputación de chica fácil en la universidad, conocía los chicos con los que había dormido y juro que quise ignorarla, pero era imposible de hacerlo con esa gran barriga que se cargaba.
Tenía dos maletas consigo, una verde y otra magenta, llevaba nada más que un sueter en pleno invierno y temblaba demasiado. Recuerdo que me congelé al verla (te relato esto porque jamás me preguntaste cómo me sentí al respecto), caminé hacia la casa apretando las bolsas de compras y me recordé que era una estúpida por seguir contigo cuando mencionó que su pareja la había echado a la calle porque supo que el bebé no era suyo, sino tuyo, Jude.
Me enfadé tanto porque yo quería hijos a ese momento pero te negabas diciendo que no era nuestro momento, que no debía ser aún y ¿Llega una chica con un embarazo de casi siete meses diciendo que es tu hijo? Me heriste, no me lo preguntaste, pero me heriste y como no tienes idea.
Supe de inmediato que si decía que Casey había tocado nuestra puerta buscando que te hicieras cargo del bebé que decía ser tuyo, no me hubieras creído así que no lo pensé dos veces para invitarla a pasar.
Soy un ser humano y me partió el corazón saber que estaba en la calle, con frío y embarazada, así que le preparé un sándwich. Estaba tan molesta que no me molestó alimentarla, ni oírla llorar disculpándose por haberme engañado.
Y entonces llegaste. Juro que me dio cierta satisfacción ver el temor en tus ojos cuando notaste que Casey estaba sentada en el taburete de la cocina a metros de mí. De verdad, me sentí bien porque creí que ese temor se debía a que temías perderme, cuando en realidad solo temías a lo que los demás dijeran de ti.
No dijiste nada, solo caminaste hacia mí y me besaste como siempre lo hacías, y luego arrastraste a Casey fuera con todas sus cosas. Te fuiste durante horas las cuales utilicé para llorar, gritar e insultarte. Ahora puedo confesar que fui yo quien rompió tus documentos, no el perro.
Ese día llamé a papá y le conté al respecto. No lo podía creer porque fue la primera vez que recurrí a él para desahogarme, la primera vez que me escuchó llorar por ti y tus infidelidades. Y aunque estuvo enfadado, luego me tranquilizó diciendo que tú jamás me harías algo así, que ese bebé no era tuyo.
Regresaste a la madrugada oliendo a alcohol y demasiado ebrio. Te metiste en nuestra cama y me abrazaste por detrás. Juro que sentí tu sonrisa cuando murmuraste feliz que serías padre y luego te dormiste.
Quería golpearte tanto, sacarte la mierda que tenías en la cabeza a golpes, pero tenía miedo de lo que pudieras hacerme en ese estado así que solo dejé que me abrazaras y lloré sin disimulo hasta quedarme dormida.
Creí que al despertar tú me estarías esperando con una explicación, sin embargo eso no sucedió porque me evitabas. No dijiste ni una sola palabra para defenderte, solo respondiste un corto sí, seré padre y es momento de que lo aceptes.
Fue en ese momento donde me dí cuenta que no sería capaz de dar jamás mi opinión al respecto. Contigo jamás podría dar mi punto de vista, solo tendría que aceptarlo.
Las semanas siguientes solo hablábamos de forma monótona. Supe por mis amigas que habías rentado una casa para Casey y ahí encajaron las piezas del puzzle acerca de dónde ibas luego del trabajo.
Y entonces sucedió lo peor, me di cuenta de que estaba embarazada.
Dejé de pelear contigo, dejé de intentar ser mejor mujer para ti porque eso ya no tenía importancia en ese momento porque yo tendría un compañero de vida real, alguien que me amaría de forma incondicional y mientras tú estabas emocionado con el nacimiento de tu primer hijo, yo planeaba mi huida en secreto.
Iba a dejarte el camino libre para que tuvieras esa familia. En ese momento ni siquiera estábamos comprometidos, solo éramos novios así que podía irme.
Los meses pasaron y yo estaba a punto de cumplir las doce semanas cuando nació Adrick Peters. Y lloré demasiado, Jude. Deseaba tanto que estuvieras ahí conmigo para abrazarme y decirme que todo estaría bien, pero desapareciste y yo me deprimí.
Te fuiste por una semana completa y aunque en su momento te odié demasiado, ahora lo agradezco porque al menos tuve ese secreto para mí durante todo este tiempo.
Durante esa semana, perdí al bebé. Nuestro primer hijo.
Me deprimí, por supuesto pero tú no lo notaste al regresar, solo me reclamaste que la casa estaba sucia y que no era para tanto. Tú nunca preguntaste por mí, jamás te interesó lo que yo sentía, solo importabas tú.
Siempre importas tú.
Lamento decirlo ahora. Tal vez ni siquiera me creas y me taches de mentirosa, como siempre, pero todavía mantengo como prueba mi primer ultrasonido. Si quieres verlo, puedes perdírmelo. No te preocupes.
En fin, cumpliste tu palabra durante mucho tiempo, así que no me sorprendió que Casey Andrews hubiera tenido a tu primer hijo, no me sorprendieron tus nefastas técnicas para intentar ocultar tus infidelidades, ni el hecho de que mantenías una relación con otra mujer, me sorprendió tu capacidad para ignorarme.
Nunca me viste, Jude. Tú jamás me veías.
Firma: Bea Howland de Peters.