Capítulo 3. Las pruebas del amor

3264 Words
El marqués Remo y la duquesa Sara estaban conversando con la reina Aurora y los cuidadores de los candidatos acerca de cómo culminó su desastrosa primera cena. La muchacha, al notar que les pareció excesiva la amenaza con encerrarlos en las celdas si no se comportaban, se excusó diciéndoles: - No me agradó que esos dos chicos se burlaran del príncipe Brett. Ni tampoco me gusta que lo fuercen a esta clase de encuentros. ¿Es que no se dan cuenta de que el pobre muchacho quiere que lo dejen en paz? - Oh, vamos, su alteza – dijo la duquesa Sara – Si al príncipe Brett le encantó que lo invitaras a la cena. ¿Olvidas que te pidió de ser amigos? ¡Es una señal de que se esfuerza por conquistar tu corazón iniciando con la amistad! - Y es natural que los demás candidatos estén dispuestos a intimidar al más débil de carácter – intervino el marqués Remo – El guerrero Zafiro y el caballero Luis son chicos muy seguros y confiados. ¡Y son mayores que el príncipe! Poseen más experiencia en estos asuntos y, en calidad de rivales, buscarán derribarlo a toda costa. Aurora se percató de que el príncipe Rhiaim mostró una extraña mueca en su rostro al escucharle al marqués Remo decir de Brett que era “débil”. Para evitar algún altercado innecesario, le dijo: - Príncipe Rhiaim, se supone que eres el hermano mayor de Brett y quien lo está cuidando. ¿De verdad vas a permitir que lo expongan a estas situaciones humillantes que aún no se encuentra preparado para lidiarlas por su cuenta? - No sabe lo mucho que deseo cortarles el cuello a estas víboras, su alteza – murmuró Rhiaim, mirando de reojo al marqués y a la duquesa quienes, repentinamente, palidecieron ante sus palabras – pero no puedo matar a nadie sin permiso de la reina… o mi esposa. Además, les advierto que no deberían subestimar a Brett. Él no es para nada débil, se los puedo asegurar. Los reyes Zuberi y Gilberto sintieron temor por el príncipe, ya que escucharon sobre su sed de sangre y deseos de venganza contra aquellos que se atrevían a dañar a sus seres queridos. Y tras lo que dijo, con más razón temían por sus protegidos, ya que creían que, si éstos se sobrepasaban con Brett, el hermano mayor podría arremeter contra ellos fácilmente. Con eso en mente, el rey Gilberto aclaró su garganta y dijo: - ¡Por favor! ¡La violencia es muy mala! ¡Tratemos de comportarnos civilizadamente! Desde ya, les pido disculpas por el comportamiento inaceptable del guerrero Zafiro en la cena. Hablaré con él para que se comporte y no moleste más al príncipe Brett. Si no me escucha, escuchará a mi esposa y, créanme, nadie en mi reino se atrevería a contrariarla. - Yo también hablaré con mi sobrino – continuó el rey Zuberi, sintiéndose nervioso ante la fría mirada del príncipe – Les aseguro que, en el fondo, es un buen muchacho. Es más, se le educó para proteger a los príncipes y a las princesas con su vida. Por más que en estos momentos esté rivalizando con uno, seguro terminará por respetar su estatus y comportarse como un verdadero caballero ante su presencia. Aurora dio un suspiro. En el fondo, le alegró haberse reunido con los cuidadores de sus candidatos para advertirles sobre sus comportamientos. Y como estaba muy segura de que el interés por incluirlos en el juego era con doble intención, sabía que actuarían de forma muy complaciente para ganarse su simpatía al instante. “Me tienta decirles a los reyes que sus protegidos son tomados como meros trofeos por la Corte pero, si lo hago ahora mismo, estoy segura de que esos muchachos igual seguirán dentro de este juego”, pensó la muchacha. “Tanto el guerrero Zafiro como el caballero Luis son muy leales a sus reinas. Pero en el caso de Brett… es diferente. Él solo quiere vivir una nueva vida en este reino, ser feliz y que nadie lo moleste. Estoy segura que, al contrario que Rhiaim, Brett no es del todo leal a su madre” - Si me lo permite, majestad – dijo la duquesa Sara, interrumpiendo sus pensamientos – Quizás no lo sepa porque vivió aislada de la Alta Sociedad por toda la vida pero, en el reino del Sur, los candidatos de una reina acostumbran a conquistarla con una serie de pruebas. - ¿Pruebas? – preguntó la muchacha. - Sí – intervino el marqués Remo – Si bien se permiten los encuentros informales y reuniones privadas del típico flirteo juvenil, la Corte también organiza una serie de pruebas que los candidatos deben cumplir sí o sí para ganarse el corazón de la reina. - Aunque la monarca de turno tenga la última palabra, también debe conocer las cualidades de cada uno de sus candidatos – dijo la duquesa Sara – un esposo de la reina debe no solo saber pelear, sino también ser elegante, tener una excelente caligrafía para redactar documentos y saber comportarse adecuadamente en los eventos de gala. - Y, por eso, nos hemos tomado el tiempo de organizar las pruebas que se realizarán en los meses previos a tus quince años – dijo el marqués Remo, mientras repartía unos folletos a Aurora, a los reyes y al príncipe – La duquesa Sara y yo los estaremos supervisando, pero será ella quien organice los eventos y yo, en cambio, me encargaré de dictaminar los resultados finales de cada uno. - La lista que ven ahora son las pruebas que ya están confirmadas – explicó la duquesa Sara – Pero puede que, entre el medio, organicemos otras actividades en paralelo según el desempeño de los muchachos. Los mantendremos al tanto. Aurora leyó la lista de las pruebas, entre los que figuraba un torneo de espadas para medir la fuerza de cada uno. También, había una prueba de lectoescritura y otra de etiqueta. Pero lo que llamó su atención fue la prueba del “comportamiento del esposo”, por lo que lo señaló y preguntó: - ¿Esto en qué consiste? - Sería una prueba disfrazada de reunión informal con tus candidatos, similar a esa cena – explicó el marqués Remo – la idea es que les encargues una misión sencilla, que puedan culminarla en poco tiempo. En las primeras semanas, los invitarías para una supuesta charla informal, pero, en realidad, les estarías preguntando sobre sus avances. - La idea es que usted se comporte de la manera más antipática posible, majestad – dijo la duquesa Sara – debe despreciar los avances de cada uno y mostrarse apática en la interacción. Si uno de ellos se ofende y le agrede abiertamente, o se retira, significa que no estará listo para ser tu esposo. - Y, con esto, podrás enviarlo a una “habitación de penitencia” – continuó el marqués – donde estará encerrado por una semana hasta que corrija su carácter. El rey Gilberto, mientras leía, comentó: - Esto me recuerda cuando mi esposa me encerró por un mes entero… ¡Fue terrible! - A mi padre le encerraron por siete años… pero en una mazmorra – comentó un apesadumbrado Rhiaim. - En serio… ¿Qué clase de reinos viven ustedes? – dijo un escandalizado rey Zuberi - ¡En mi país las esposas jamás encierran a sus esposos ni los castigan! Aurora, quien se mantuvo al margen, se quedó reflexionando sobre esa prueba especial. Si bien ella ya hace tiempo le entregó su corazón a Janoc, también sabía que la Corte haría lo que fuera para sacarlo del camino. Y cuando escuchó lo de la misión, de inmediato se le vino en la mente un extraño suceso que amenazaba con perturbar la frágil paz que le costaba mantener en su nación. A su vez, recordó que el duque Rómulo había mencionado que Janoc debía hacer una misión para ganarse el título de príncipe y ser considerado uno de los candidatos. Y ese caso era perfecto para él porque tenía una cualidad que a los demás muchachos les faltaban: sabía controlar sus instintos. - Janoc también es mi candidato – dijo Aurora. - ¿Janoc? – preguntó el marqués Remo, con desagrado – Si me lo permite, majestad, a Janoc le faltan muchas de las aptitudes que se exigen en las pruebas… - Mis candidatos provienen de tres reinos distintos – le interrumpió Aurora – y Janoc representa al reino del Sur. Si realmente queremos forjar alianza entre naciones, exijo que mis candidatos provengan de los cuatro reinos del continente Tellus. Así representaría a los puntos cardinales y todo estaría perfectamente equilibrado. ¿No lo creen, señores? Todos se miraron entre sí, como si no entendieran las palabras de Aurora. Ella, ensanchando una sonrisa, continuó: - Acepto que organicen las pruebas, pero manténganme al tanto ya que soy YO quien se casará con uno de ellos. Y además… Miró fijamente a los reyes y al príncipe, con una expresión seria, y continuó: - Veré hasta dónde pueden llegar para ganarse mi corazón. Y es por eso que, mañana, los convoco a todos a una reunión. Traigan a sus candidatos y no falte ninguno. La joven monarca dio un largo suspiro. Luego, dirigió su mirada al marqués Remo y a la duquesa Sara y les dijo: - Convoquen a todos los nobles de la Corte, porque lo que sucederá será de gran importancia no solo para estrechar lazos con los reinos vecinos sino, también, para proteger al país de todo tipo de amenazas internas que puedan llevarnos a la ruina y a la posterior rebelión de los antimonárquicos contra mi persona. ………………………………………………………………………………………………………………………………………………… Horas después, todos se reunieron delante del trono. Aurora lucía un tocado de plumas doradas que la hacían ver como si tuviese luz propia emanando de su cabeza. Delante de ella se encontraban Janoc, Brett, Luis y Zafiro de pie y en posición recta. Y a espaldas de los muchachos se encontraban sentados sus supervisores: lady Queral, el príncipe Rhiaim, el rey Zuberi, el rey Gilberto y la ex reina Nadelina. Por los costados, en círculos, estaban todos los nobles de la Corte que supervisarían cada una de las palabras de la joven monarca. Una vez que estuvieron todos los presentes, Aurora dijo: - BIENVENIDOS SEAN TODOS. Estos días he estado conversando con mis pretendientes. Lamentablemente, no puedo tomar una decisión rápida debido a que cada uno posee una cualidad única e inigualable que perfectamente puede ser de apoyo para mi reciente gobierno. Y es por eso que opté por otorgarles a todos una importante misión que deberán hacer en paralelo a las pruebas. Cada uno usará sus propias herramientas para cumplirla y, quien la culmine con éxito, se ganará mi corazón y se quedará a mi lado como un digno príncipe de esta nación. Todos se miraron entre sí al escuchar las palabras de Aurora. Janoc sabía que ella solo “hacía tiempo” ya que la Corte no paraba de presionarla sobre el tema. Pero le preocupaba que la misión sea algo complicada o que le resulte difícil llevarla a cabo como un plebeyo. Y mientras se hundía en un mar de dudas, Aurora dio un par de palmadas para llamar a silencio y continuó: - Sé que todos vinieron desde muy lejos y están dispuestos a hacer las pruebas organizadas por la Corte para ser mis dignos esposos, pero considero que solo aquel que logre culminar esta misión podrá ser el único dueño de mi corazón. Consideré sus estatus sociales y su procedencia para que CUALQUIERA, sea plebeyo o noble extranjero, pueda llevarla a cabo sin complicaciones. En eso, Aurora dirigió su mirada a Janoc y le dedicó una leve sonrisa, haciendo que el muchacho se ruborizara. - Y para aclarar en qué consiste la misión, le pediré a la marquesa Jazmín que se ponga de pie y se acerque ahora mismo. Entre los nobles se incorporó una mujer de unos 40 años, de cabellos recogidos en un rodete y el mentón puntiagudo. Lucía un vestido n***o de mangas largas y sin ningún detalle ni accesorio alguno. “¡Es la directora del instituto!”, pensó Janoc. “pero… ¿qué relación tendrá con nosotros, si se supone que los chicos no podemos acceder a ese lugar?” La directora se dirigió delante del trono, hizo una reverencia a Aurora, luego le dio la espalda para mirar a los muchachos y les explicó: - Soy la marquesa Jazmín, directora del recién fundado Instituto de las Reinas, institución que se encarga de preparar a las futuras candidatas al trono a este gran desafío que es el de mantener la gloria de nuestra nación y velar por el bienestar del pueblo. Lamentablemente, hay muchos opositores al nuevo régimen, por lo que recibo cartas de amenaza de gente perversa que no aporta nada más que veneno. Lo pasaría por alto si no fuera porque una de mis estudiantes fue herida de gravedad en extrañas circunstancias. Así es que quiero que alguien proteja a mis chicas, a la par que consiguen dar con el cabecilla que orquesta todo esto y, así, cortar de raíz con el problema. La marquesa se detuvo, volvió a mirar a Aurora, hizo otra reverencia y se marchó a su asiento. En eso, el caballero Luis dijo: - Un momento, ¿No era que los chicos no tenemos permitido entrar a ese instituto? - Así es, caballero Luis – dijo Aurora quien, de pronto, mostró una extraña sonrisa – debido a sus “instintos”, los chicos no pueden acceder ahí ya que está repleto de mujeres y pueden terminar enloqueciendo completamente. No solo son las estudiantes, sino también las maestras, limpiadoras, cantineras, guardianas… todo ahí está comandado por mujeres. Por eso… Aurora se levantó de su trono, caminó un par de pasos hacia los chicos, los miró uno a uno con cara de póquer y continuó: - … tienen que resolver este caso sin que sea necesario entrar a ese instituto. No importa sus estatus ni su procedencia, los cuatro son chicos y poseen ese “instinto” en mayor o menor medida – en eso, miró a Janoc, quien mantuvo la boca presionada y se mostraba incrédulo ante esas palabras que nunca creyó que saldrían de ella – el hombre que quiero a mi lado es alguien que sabe controlarlos, que nunca se dejaría llevar por sus “instintos” y que me garantizará confianza a lo largo de nuestro matrimonio. ………………………………………………………………………………………………………………………………………………… - ¡Es más difícil de lo que pensé! Zafiro estaba quejándose delante de Gilberto y Nadelina. Éstos se encontraban alojados dentro del palacio ya que acordaron en que apoyarían a Aurora en su reinado, a la par que cuidaban de su candidato para que se convirtiese en un digno esposo. - ¡No puedo controlar mis instintos! – se quejó Zafiro – cada vez que veo a una mujer, me dan ganas de… - ¡Cálmate, Zafiro! – le reprendió el rey Gilberto - ¡No es digno de un joven de nuestra nación! - Debes hacer el esfuerzo, querido – le dijo Nadelina – casarte con la reina Aurora será conveniente para tener el control de esta nación. - Lo sé, pero… - Por ahora, obedece a mi esposo – dijo Nadelina – él te orientará para que seas un buen novio y puedas ganarte el corazón de la reina… y apoderarte de su reinado. Zafiro suspiró. Y es que Aurora le parecía una chica desagradable, altanera y fea, con gustos vulgares impropios de una reina. Pero debía obedecer a sus cuidadores para, así, tener el control de la nación y apropiarse de sus recursos naturales. Mientras ellos discutían, en una residencia alquilada en la Capital, el rey Zuberi y Luis también tenían sus dilemas. - Sospecho que esa niña solo quiere alargar el tiempo – dijo Luis – se cree la gran cosa y se burla de nosotros solo porque desbancó nuestra colonia desde las sombras. Pero es una engreída y prepotente. - No hables así de ella – le reprendió el rey Zuberi – por ahora, es lo único que podemos hacer para que los acuerdos comerciales nos favorezcan. Luis resopló. Y tras un breve silencio, dijo: - Está bien. Haré la misión en paralelo a esas estúpidas pruebas. Total… ¿Quiénes son mis rivales? ¿Un plebeyo ignorante que es el capricho momentáneo de la reina? ¿Un príncipe tartamudo que usa un vestido? ¿Un joven prepotente niñito de papá que se cree un galán? ¡No son rivales para mi! - ¡Esa es la actitud! Mientras, en la mansión de la condesa Yehohanan, también tenían su discusión sobre el asunto. - Yo… no… quiero. Por… favor, no dejen que me… obliguen a… esto… - dijo Brett, mientras hundía su cabeza sobre el regazo de Rhiaim ya que éste estaba sentado en una silla. - Intenté hablar con los de la Corte para que lo dejen en paz – le explicó Yehohanan a Rhiaim, mostrándose malhumorada – pero ellos no paran de insistir en meterlo en este barco. No entiendo para qué si mi matrimonio contigo fue más que suficiente para mantener lazos entre naciones. - Ellos quieren usarlo como “trofeo” – dijo Rhiaim, también mostrándose molesto – ya que no lo consiguieron conmigo, apuntarán a mis hermanos. Sé que la reina lo rechazó, pero… El príncipe enmudeció. Si bien Aurora ya declaró que no quería casarse con Brett, tenía el temor de que la propia Corte la presionara para que lo eligiera a él como su esposo, hiciese o no hiciese las pruebas. Y como esa misión se lo asignó la propia reina, no podía rechazarla ya que eso implicaría una alta penalización por su parte. Con eso en mente, se le ocurrió una idea. Tomó a Brett de la cara, lo forzó a levantar su cabeza para que lo mirara a los ojos y le indicó: - Apoya a ese chico, Janoc, desde las sombras. Que no sea demasiado evidente, que piensen que estás resolviendo el caso, pero, a la vez, que dejen pistas para descubrirlo por sí mismo y cumplir su sueño de casarse con la reina. Trata de darle ventaja en las pruebas y protégelo sin que lo noten los nobles de la Corte. ¿Lo has entendido, Brett? - S… sí, hermano Luego, Rhiaim miró a la condesa y, con una amplia sonrisa, le preguntó: - ¿Qué te parece mi estrategia, querida esposa? Yehohanan se rió. Si bien su prima la forzó a casarse con él para que la reina del Este desmantelara su colonia, en realidad ellos dos ya habían mantenido una relación en secreto por casi un año. Pero prefería no decírselo, ya que solo ellos sabrían por todo lo que tuvieron que pasar para poder estar juntos y, así, formar “su propio reinado”. - Me parece bien. Solo espero que no se den cuenta. - Tomaré la responsabilidad, como siempre. Haré lo que sea para que mis hermanitos sean felices y nunca sean tratados como “trofeos”. Brett respiró aliviado. Si bien le agradaba la reina Aurora, él no quería casarse con ella porque la consideraba un “familiar”. Así es que aceptó obedecer a su hermano para apoyar a Janoc desde las sombras y liberarse de su estigma de “premio” que los nobles de la Corte quisieron asignarle apenas residió en el país.
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