Aurora salió de la sala de reuniones hecha una furia. Todavía no podía creer que la Corte intentara convencerla de casarse con el príncipe Brett para “fortalecer lazos” entre naciones. Y, lo peor, que pretendieran que lo tratara como un trofeo por ser de uno de los reinos enemigos sin importarle que sea un niño con problemas del habla.
“Aunque no me agrada el príncipe Rhiaim, eso no significa que deteste a sus hermanitos”, pensó Aurora. “Además, no puedo creer que acceda a exponer al príncipe Brett ante la Corte y mantenerse al margen cuando lo humillaron. Tendré que hablar con mi prima al respecto”.
En eso estaba cuando cruzó el patio y se encontró con Janoc, quien estaba sentado en el césped y mostraba una expresión apesadumbrada. Se acercó a él y le preguntó:
- ¿Sucede algo, Janoc?
El muchacho la miró, sin cambiar su expresión. Luego, giró la cabeza a un costado y respondió:
- Nada.
- No mientas, Janoc. ¡Mírame a la cara y dime lo que te pasa!
Janoc siguió sin mirarla, pero le dijo con una voz apagada:
- El príncipe Brett luce muy elegante, es educado y sabe leer con fluidez, a pesar de ser tartamudo. Seguro lucirán muy bien juntos y podrán fortalecer lazos entre naciones.
Aurora abrió los ojos de la sorpresa ante las palabras de Janoc. Se preguntó si escuchó por ahí sobre lo que hizo la Corte, o alguien le mencionó sobre el tema. Así es que se puso firme y, con una voz determinada, le dijo:
- Lo rechacé.
Janoc giró la cabeza, esta vez siendo él el sorprendido. Aurora aligeró su expresión y, con una media sonrisa, le explicó:
- Ya fortalecimos lazos con el reino del Este cuando forcé a mi prima a casarse con el príncipe Rhiaim. Así es que no le veo necesario casarme con el príncipe Brett. El chico que amo eres tú y no dejaré que la Corte intervenga en nuestra relación. No pienses en cosas innecesarias y solo concéntrate en estudiar.
Janoc se relajó, pero, aún así, seguía preocupado. Si bien sabía que Aurora haría de todo para mantener la relación, la Corte seguiría ejerciendo presión para que eligiera al príncipe Brett o a cualquier otro chico de buena cuna para llevar en alto el reino.
Aurora, con la intención de zanjar el asunto, se sentó al lado de él y le preguntó:
- ¿Cómo vas con tus lecciones de lectura?
- Es difícil, pero voy avanzando – respondió Janoc - ¿Y qué hay de ti? Escuché que acabas de autorizar la apertura de un instituto para las chicas que quieran ser las próximas reinas.
- Así es – dijo Aurora – Estuve hablando con la marquesa Jazmín, ya que ella era una institutriz que educaba a los hijos de nobles durante el reinado de mi madre. Como tiene experiencia, decidí que habilitase el instituto y lo liderase como directora. Recuerda, Janoc, solo estaré en el poder por 10 años ya que quiero establecer la Monarquía Democrática. Y, para eso, necesito que las candidatas se preparen bien para este demandante puesto a lo largo de una década.
- Sí, recuerdo que lo habías dicho. Por eso, espero que tengan mucho éxito con el instituto.
Charlaron un rato más hasta que Aurora se vio obligada a regresar a su oficina para seguir con sus deberes. Y tras su ausencia, Janoc se llevó una mano al pecho, sintiéndose intranquilo por primera vez desde que le permitieron residir en el palacio como el novio de la reina. Si bien ella le aseguró que rechazó al príncipe Brett, algo le decía que éste, o la Corte, volverían a interferir en su camino a la felicidad.
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Poco tiempo después, la Corte volvió a armar una reunión para seguir hablando sobre el tema. Esta vez, estaban el rey Zuberi y el rey Gilberto, cada uno en compañía de dos muchachos, hijos de nobles de sus respectivos países.
Aurora no evitó inflar las mejillas de la indignación, al ver que los nobles se las ingeniaron para buscarle pretendientes de otros reinos que no fuesen del reino del Este.
- Aprovechando que los reyes de los reinos del Norte y Oeste están en el país, les hemos pedido su colaboración para que contactaran con hijos de nobles idóneos para el puesto de esposo, majestad – le explicó la duquesa Sara a Aurora – Aún consideramos al príncipe Brett como el candidato ideal, pero pensamos que sería mejor ampliar el abanico de posibilidades dándote la oportunidad de elegir entre tus candidatos.
- Para nada queremos forzarla a casarse con alguien que no le agrade, alteza – dijo el marqués Remo – Por eso, le daremos la oportunidad de elegir entre los tres candidatos provenientes de los tres reinos vecinos para que contraiga nupcias con quien logre ganar su corazón.
Ante una señal, los dos muchachos se acercaron y se colocaron delante de Aurora. El chico que iba en compañía del rey Zuberi era bastante alto, tenía los cabellos rubios y ojos azules como el mar. El otro, quien era supervisado por el rey Gilberto, era robusto y tenía los cabellos rojos como el fuego, combinados con un par de ojos verdes intensos. La joven monarca pensó que lucían muy feos para su gusto, y el pelirrojo reflejaba una actitud bastante desagradable, como si de lejos se notara que era todo un engreído. Por un instante recordó a Brett y pensó que él sí tenía un lindo rostro, pero su carácter retraído y falta de personalidad no le ayudaba para nada a la hora de enfrentarse ante la Corte, por lo que le resultaba muy patético.
- Mi nombre es Luis – se presentó el chico rubio – soy el sobrino del rey Zuberi del reino del Oeste. Mi padre es un duque muy influyente en la Corte de mi reino y se encarga de gestionar los campos y el comercio de materia prima. Soy un caballero aspirante a “Sir” y, si me toma como su esposo, juro lealtad a usted y al cuidado de estas tierras fértiles que enaltecen a esta nación.
- Mi nombre es Zafiro – se presentó el chico pelirrojo – Soy sobrino lejano de la ex reina Nadelina y el protegido del rey Gilberto. Mi padre es un duque del reino del Norte que se encarga de gestionar las tierras pertenecientes a la Doctrina, las cuales fueron tomadas tras su posterior caída. En mi tierra soy conocido por ser un fiero guerrero y, pronto, obtendré el título de duque y capitán del ejército. Por eso, si me toma como esposo, juro que la protegeré de todo peligro y usaré mi fuerza para brindar paz y progreso a esta nación.
“¡Qué contraste con Brett!”, pensó Aurora, al escucharlos hablar. “¿Será por la edad? Bueno, Brett tiene 14 años, es un par de meses menor que yo y es más pequeño que Janoc. En cambio, estos dos… ¡Lucen seguros y profesionales! ¿Sería un despropósito preguntarles cuántos años tienen?”
- Muy buena presentación – dijo Aurora, manteniendo una expresión neutra – Si no les molesta, me gustaría saber sus edades.
- Yo acabo de cumplir 16 años – respondió Luis.
- Yo ya tengo 18 – dijo Zafiro - ¿Hay algún inconveniente en eso?
- No, no lo hay – respondió Aurora – Es solo que, en mi reino, las chicas recién podemos casarnos a partir de los 15 años. Aún falta mucho para mi próximo cumpleaños. ¿Estarán dispuestos a esperarme durante ese tiempo?
- Por mí, no se preocupe, majestad – dijo Zafiro, mostrando una ligera sonrisa coqueta – El rey Gilberto y yo tenemos permiso de estadía por tiempo indefinido. Podemos esperar todo el tiempo que queramos.
- Yo tampoco tengo problema, su alteza – dijo Luis – el rey Zuberi hablará con la reina Brida para extender la estadía. Además, podemos aprovechar el tiempo para conocernos mejor y, quizás, ser muy buenos amigos. ¿No lo cree, majestad?
“¡Estos chicos me caen muy mal!”, pensó Aurora, teniendo un tic en el ojo.
En eso, intervino el duque Rómulo y propuso:
- Yo creo, majestad, que podría reunirse con sus candidatos en un entorno más… informal. ¿Qué le parece si organiza una cena? Así podrán charlar y relajarse sin que molestosos nobles como nosotros les estemos supervisando. Invita también al señorito Janoc para…
- No creo que sea necesario invitar al señorito Janoc, duque Rómulo – intervino la duquesa Sara – ya la reina Aurora lo conoce muy bien, pero casi no sabe nada de sus candidatos. Lo que si podemos hacer es incluir al príncipe Brett que, si bien su majestad la reina lo rechazó hace poco, considero que solo se dejó llevar por lo superficial. ¡Ni siquiera le dio una oportunidad para conocerlo mejor!
- ¿No podrían dejar en paz al príncipe Brett? – dijo Aurora, frunciendo el ceño.
- ¡Pero vamos! Que tanto él como sus hermanos han venido de muy lejos para apoyarla en su gobierno. Sería descortés de su parte hacerle a un lado – insistió la duquesa Sara.
- Por favor, majestad. No se cierre en una sola persona – continuó el marqués Remo – Sabemos que el señorito Janoc la apoyó cuando usted “no era nadie” pero, créame, él la entenderá perfectamente si lo hace a un lado. Lo importante es pensar en el ahora.
La joven monarca volvió a inflar las mejillas al ver que la Corte no daba el brazo a torcer. Para ella, reunirse con los chicos era una pérdida de tiempo porque ya estaba bien segura de sus propios sentimientos. Y lo peor era que volverían a molestar a Brett, a quien precisamente lo había rechazado delante de la Corte para que lo dejaran en paz.
“No hay de otra. Tendré que acceder a su petición”, pensó Aurora. “Ya me estoy cansando de estas reuniones inútiles. Podría dedicar mi tiempo a otras cosas como, por ejemplo, estar con Janoc, o ayudar a la marquesa Jazmín con el instituto. Pero mientras sea una menor, todavía no puedo hacer lo que quiera. Todo queda a manos de la Corte”.
- Está bien. Acepto reunirme con mis candidatos – dijo Aurora, retornando a su expresión neutra – mañana, a la noche, organizaré una cena donde compartiré mi tiempo con el príncipe Brett, el caballero Luis y el guerrero Zafiro. Espero que no tengan inconvenientes.
- Estaremos ahí, majestad.
- No faltaré, su alteza.
Aurora dio un ligero bufido. Los de la Corte se mostraron satisfechos con su decisión, pero ella solo cedió para, así, terminar con esa inútil reunión de una buena vez y dedicarse a otras cosas.
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El día de la cena llegó. El personal de la cocina preparó una mesa cuadrada para que tuviesen una cierta cercanía los cuatro. Aurora se sentó en una silla con reposabrazos bastante mullida mientras que, sus candidatos, se sentaron en sillas más simples pero cómodas. El príncipe Brett se situó a su derecha, el caballero Luis se colocó a su izquierda y el guerrero Zafiro se sentó delante de ella.
La reina se puso un vestido blanco sin mangas y una pechera circular dorada. También se ató sus largos cabellos en una coleta para que no los estorbaran mientras comía. Brett también se había atado los cabellos, mostrando así su peculiar rostro delgado que se asemejaba más bien al de una chica. Llevaba una túnica color rojo y una pequeña capa negra que colgaba de sus hombros. Luis se vistió con un traje militar n***o de hombreras doradas y botones rojos en la parte delantera. Zafiro lucía un conjunto de camisa negra con chaleco sin mangas azul, pantalones blancos y botas negras.
“¡Guau! ¡Se vistieron con los trajes propios de sus reinos!”, pensó Aurora. “Supongo que… está bien. Cada uno está representando a su país de alguna u otra forma”
- Les doy la bienvenida a este encuentro y, desde ya, gracias por responder a mi invitación – dijo Aurora, con una voz neutra – la Corte insistió tanto en que nos reuniéramos y, ya que vinieron de muy lejos para conocerme, decidí compartir con ustedes esta cena. Espero que la comida sea de su agrado.
- Cre… creí que no querías nada… conmigo – dijo Brett, confundido.
- No tuve opción – dijo Aurora, mostrándose culpable – los de la Corte no paraban de insistirme en que te incluyera en la cena que accedí. Solo relájate Brett, y disfruta de la comida.
- Sus ojos son algo extraños, alteza – dijo Luis - ¿Es alguna enfermedad?
- No lo es – respondió Aurora – mi dinastía destaca por tener ojos de dos colores distintos en cada córnea. Mi madre también los tenía… o eso fue lo que me dijeron.
- Habrá sido duro para usted vivir en el campo – dijo Zafiro – Sin poder ni prestigio, expuesta a todo peligro. En verdad la admiro por cómo luchó para restaurar su trono y recuperar las tierras tomadas por la Alianza.
- Sí. En verdad fue una lucha…
Los cuatro permanecieron en silencio, sintiéndose incómodos en esa extraña cena. Aurora decidió evadir el tema:
- Cuéntenme sobre ustedes, lo mío ya es historia conocida. A ver, empecemos por Brett, ya que es el más joven. ¿Cómo es tu país de origen? ¿Cuáles son tus aficiones? ¿Pasatiempos? ¿Habilidades?
- Mi… mi país es… - Brett respiró hondo, para concentrarse y evitar tartamudear delante de la reina y sus candidatos. Cuando lo consiguió, respondió a la pregunta – Solo hay desierto, con algunos oasis esparcidos. Ca… casi no he salido porque… bueno, los príncipes so… solo podemos salir con per… permiso de nuestras du… dueñas. En cuanto a mis aficiones, me gusta leer, pero no soy un tra… tragalibros como mi hermano Zlatan. Solo leo cosas de mis estudios de príncipe. Y me gusta escribir… hacer apuntes sobre lo que a… aprendo. También sé ma… manejar la espada y… las pa… patadas son mi especialidad en combates sin ar… armas.
- ¿Sabes pelear? – preguntó Aurora, sorprendida.
- S… sí – dijo Brett – Todo príncipe de mi re… reino se somete a un duro en… entrenamiento. Yo estaba bastante a… avanzado, pero mi hermano mayor se ca… casó y me trajo aquí, con los demás her… hermanitos. Pero pla… planeo seguir en… entrenando porque quiero apoyar a mi her… hermano en su patrullaje por la Ca… Capital.
“¡No puedo creer que este chico tartamudo y retraído sepa pelear!”, pensó Aurora. “Pero no creo que sea fuerte. Se ve muy endeble. ¡Ni siquiera tiene una imagen intimidante!”
Como Brett no dijo nada más, Aurora dirigió su mirada a Luis y le preguntó:
- ¿Qué hay de ti? ¿Cómo es tu reino? ¿Y cuáles son tus aficiones?
- El reino del Oeste tiene bastantes campos de cultivos – respondió Luis – No tiene bosques tan frondosos como el reino del Sur, pero tiene hermosos paisajes y ríos de agua pura y cristalina. Me encantan las flores y adoro coleccionar piedras preciosas. Yo también sé pelear con espadas y estoy aprendiendo a usar armas de fuego. Me gusta disparar con una pistola ya que no importa qué tan fuerte sea un contrincante, puedo derribarlo fácilmente con el roce de una bala.
“Detesto las armas de fuego”, pensó Aurora. “Pero últimamente se han popularizado ya que, cuando los cuatro reinos estaban bajo el control de la Doctrina, se limitaba su distribución y solo podían ser usadas dentro del ejército Real. Ahora, en cambio, nadie regula eso. No me queda de otra más que incluirlas en mi plan de defensa contra criminales y conspiradores de la Corona”.
- Mi reino está cubierto de hielo y rocas, casi no hay vegetación – dijo Zafiro, sin esperar a que la reina le diera su turno de hablar – los pocos días cálidos los aprovechamos para ir a la playa, pero solo dura dos meses como máximo. En cuanto a mis aficiones, soy bueno en la lucha cuerpo a cuerpo y manejo todo tipo de armas. ¡Y puedo cantar! No es por presumir, pero tengo voz para el canto. Así es que, cuando nos casemos, podré recitarle canciones de cuna para que duermas tranquila.
“¿A poco está tan seguro de que nos casaremos?”, se dijo Aurora, hirviendo de rabia. “Creo que de los tres, Zafiro es el más detestable. ¡Es tan engreído y atrevido! ¡Su conducta no es acorde a la de un chico!”
- Si me lo permite, majestad – dijo Brett, interrumpiendo sus pensamientos.
- ¿Sí, Brett? ¿Qué sucede? – le preguntó Aurora.
- N… no tiene que pre… presionarse – dijo Brett – Sé que usted es muy fu… fuerte y, aunque fui rechazado por usted, me a… alegra que me in… invitara a esta ce… cena. Por eso, si no me elige como su es… esposo, me gustaría que al menos se… seamos amigos. Y por eso mismo le pido que, por favor, no sea dura con mi her… hermano mayor.
- ¿Hermano mayor? ¡Ah! Te refieres al príncipe Rhiaim.
Brett asumió con la cabeza. Volvió a concentrarse para tratar de hablar lo más fluido posible y continuó:
- Mi hermano mayor sufrió mucho. Nuestra ma… madre nos odia porque no hemos nacido como chi… chicas y, por eso, descargaba su i… ira contra nosotros. Mi hermano nos protegía y usaba su cu… cuerpo de escudo, para que no sufriéramos da… daños. No sé bien qué pasó entre ustedes dos pero, si él la hi… hirió, le ruego que, por favor, no sea du… dura con él y per… perdónalo. Se lo suplico.
- ¿No me digas que aceptaste la invitación solo para decirle eso? – le preguntó Zafiro a Brett, mirándolo con una expresión de burla - ¿O estás intentando seducir a la reina haciéndote del “pobrecito”?
- ¡Ahora entiendo el porqué usa un vestido! – dijo Luis, señalando al príncipe y uniéndose a la burla - ¡Hasta se dejó el pelo largo! En ese caso quizás deba…
- ¡Basta! – bramó Aurora, poniéndose de pie y golpeando la mesa con ambas manos - ¡No permitiré que mis candidatos se peleen entre sí para ganarse mi “corazón”! ¡Así es que terminemos esta cena en silencio o les haré pasar la noche en las celdas!
Los tres chicos cerraron sus bocas y se concentraron en terminar sus comidas, con expresiones apesadumbradas. Aurora volvió a sentarse, pero apenas probó bocado. Solo quería terminar con ese inútil encuentro y encerrarse en su habitación para olvidarse del mundo.