Capítulo 06

1805 Words
Alemania abrió sus ojos como platos y agitó los brazos en pánico con una expresión horrorizada. Se tambaleo espantado hacia atrás mientras el resto de los chicos le veían casi igual de asustados que él. El chico pequeño cayó de espaldas al suelo y sus gafas dieron a parar a quién sabe dónde; para cuando el alemán alzó la vista y trató de orientarse no podía ver nada como debería, todo estaba extremadamente borroso para él. —¡RUSIA! ¡RUSIA! —chilló el de corbata roja mientras de arrastraba hacia atrás en el piso grisáceo de cemento— ¡BOMBA! ¡BOMBA! —gritó con todas la voz que tenía mientras USA corría hasta él y lo jalaba del brazo con fuerza. —¡¿QUÉ CARAJ...?! —México alzó los hombros sobresaltado y empujó a Argentina en dirección a las escaleras para que este se moviera de su trance de shock. El argentino despertando de la situación sujetó su mano, corrió tras él siguiéndole el paso perfectamente y giró a ver a Venezuela que no se movía de su sitio. —¡VENE, MUÉVETE! —vociferó Argentina y el nombrado de ocho estrellas dio dos pasos lentos y temerosos para luego finalmente comenzar a correr tras los otros dos latinos que se acercaban a la salida del sótano. Venezuela sintió como el corazón le palpitaba a tal punto que creyó que le iba a dar un infarto; parecía que se le iba a escapar por la boca o que le iba a atravesar el pecho. Jamás se imaginó tener que huir de algo como eso. El norteamericano movió su cabeza de un lado a otro asustado a más no poder, pudo ver los lentes rotos de Alemania no muy lejos de él y supo que el alemán no podría moverse por su cuenta si estaba ciego y además a oscuras. En medio de aquél momento de histeria que sucedía más rápido que nunca su primera reacción defensiva fue alzar a Alemania desde sus piernas para cargarlo como a un costal de papas y salir de ahí velozmente. Rusia estando en el piso de arriba no tardó en escuchar el alboroto que pasaba abajo, y definitivamente el grito del alemán no fue silencioso; se movió con rapidez hasta la puerta del armario que daban a las escaleras de ese feo piso de abajo y la abrió recibiendo un empujón de México y Argentina que ya venía subiendo como tren desenfrenado sin carriles de guía. El venezolano fue el tercero en subir y tras él apareció USA con Alemania sobre su hombro derecho y por la forma en la que venía se tambaleó hacia delante a punto de caerse. El nórdico con su camiseta a rayas blancas y celestes quiso bajar decidido a ver con sus propios ojos lo que había en el sótano, porque maldición, ¿una bomba? ¿de dónde? ¿cómo? ¿siquiera eso era posible? Tal vez Alemania se había confundido, tal vez era otra cosa… pero sí que era sospechoso que algo tuviese baterías o estuviese encendido en un sótano que se supone que llevaba años aislado de contacto. —¡¿A dónde crees que vas?! —le preguntó el venezolano a Rusia en un grito alarmado. —¡Voy a ver que es esa mierda! —respondió apartándolo del camino. —¡¿Te volviste loco?! ¡Rusia, nos tenemos que ir! ¡YA! —insistió Venezuela jalando al ruso de su ropa, lo cual fue en vano considerando que el nórdico es más grande y fuerte que él. —¡Rusia, no bajes, esto no es un juego! —vociferó Estados Unidos dejando a Alemania quién en el fondo se sintió un poco humillado—, ¡tenemos que llamar a ONU, a la policía, o a las fuerzas armadas! ¡a quien sea! ¡pero esto es mucho para nosotros! —A LA v***a, VALIÓ VER-GA, YO ME VOY —dijo México sujetando al argentino de los hombros—; TE VOY A LLEVAR A QUE TE PONGAN UN YESO Y DESPUÉS ME VOY PARA MI CASA. —¡NO, NO, NO! ¡nadie se va! —Rusia se alejó del armario y ahora parecía querer evitar que cualquiera saliera de la casa—, ¡de acuerdo! ¡vamos a llamar a ONU a que nos diga que hacer! —MIRA MARICO SI TÚ TE QUIERES MORIR NO ES MI PEO, PERO LO DEMÁS NO NOS QUEREMOS SUICIDAR, GRACIAS —dijo Venezuela tratando de pasarle al ruso por un lado, lo cual nuevamente no funcionó. —¡RUSIA DEJA LA TONTERÍA Y VÁMONOS! —lo regañó Alemania con un altísimo tono de voz. —¡NO! ¡NO PODEMOS DEJAR UN OBJETO ASÍ DE PELIGROSO SIN SUPERVISIÓN! —insistió el nórdico de gorro mientras bloqueaba el pasillo con sus brazos y piernas— ¡ESTÁ EN EL REGLAMENTO! ¡Debemos llamar a ONU para que lo resuelva! —QUÉ REGLAMENTO NI CUÁL REGLAMENTO, A MI ONU ME PUEDE VENIR MAMANDO EL GÜEVO, MOVETE —vociferó Venezuela señalando a Rusia con una mueca amenazante. —¡Deja de decir estupideces! ¡cálmense todos! —ordenó el ruso—, saquen sus celulares y llamen a los teléfonos públicos de ONU, mientras tanto yo llamaré a su móvil personal; confíen en mí, es lo mejor, ¡no dejen de llamar hasta que conteste alguno de ellos! ↠↞ USA se llevó el teléfono a la oreja por milésima vez y esperó pacientemente el tono de la llamada. Repicó, repicó y repicó una y otra vez sin pausa alguna hasta que se escuchó la voz femenina de la contestadora; ciertamente o ONU era un hombre atareado o bien podía ser un hombre al que le encantaba ignorar llamadas. Alemania se acercó al mostrador de gafas que había en aquella farmacia en la que los 6 chicos habían decidido parar para poder pensar con más tranquilidad. Sí, les fue difícil encontrar un taxi que llevara a todos al mismo tiempo, pero a fin de cuentas un chofer de esos aceptó sin cuestionar nada, lo cual agradecía internamente. Rusia que se encontraba a un lado del alemán sirviéndole de perro (ya que necesitaba a alguien que lo guiara por el camino gracias a su ceguera) alcanzó uno de los lentes por él y se los entregó con cierta amabilidad. —¿Qué tal ves con estas? —preguntó el nórdico mientras de su celular se escuchaba la contestadora al igual que a todos Estados Unidos. 15 minutos llevaban tratando de comunicarse con ONU, pero ni señales de vida daba el sujeto. —¡Oh! De hecho estas me sirven —respondió Alemania mirando hacia todos lados con aquellos lentes nuevos—, sabía que vendían las monturas, pero no sabía que también vendían monturas con cristales que ya tienen aumento —comentó mientras el guardia de seguridad le miraba con mucha atención. Aquél hombre uniformado que vigilaba la única puerta de la farmacia observaba al grupo de países con sospecha. Todos habían entrado agitados al lugar preguntando por pastillas para el dolor de cabeza, sodas y golosinas. ¡Uno de ellos incluso estaba herido! El guardia de seguridad sintió que se le erizó la piel al verlos y sólo pensaba: «Vándalos incorregibles, drogadictos sin duda alguna». USA se sentó en una de las bancas metálicas del lugar soltando un pesado suspiro sintiendo que tenía un tic en su ojo izquierdo, lo cual era una excelente prueba gráfica de lo muy angustiado que se sentía en ese momento. El mexicano que estaba sentado en la misma banca aún respiraba con irregularidad mientras apretaba una bolsa de frituras como si fuese una pelota de goma anti-estrés. Argentina (que no estaba muy lejos del resto) miraba con desconfianza al venezolano, quien se le estaba acercando con una botella de lo que parecía ser alcohol y varios sobres de gasas con cinta adhesiva médica y algodón. Y es que aunque Venezuela tenía la buena fama de haberle retrasado el sangrado a Panamá de una herida de bala eso no le hacía doctor. En realidad, Argentina estaba muy seguro de que eso no fue más que suerte o si es que existía, obra del señor dios. —Aaalto ahí, loco. ¿Y eso para qué es? —le preguntó el argentino al latino de 8 estrellas. —Ah, permíteme explicarte, por si no lo sabías te caíste de culo a una altura considerablemente grande y te escoñetaste los brazos. De nada por la explicación. Ahora deja la marisquera y dejáme echarte esta v***a —dijo Venezuela a modo de respuesta abriendo la botellita de alcohol con una mueca de aburrimiento. —Argentina soltó una risita nerviosa y se levantó— Wow, Rusia me está llamando… pospongamos este momento para dentro de, hum, nunca —dijo. —¿Qué vamos a hacer? —comenzó a decir México y apretó con tanta fuerza la bolsa de chip’s que esta hizo «¡Pop!» dejando ver un espacio en la parte de arriba—; mierda… ahora tengo que pagarla. —Vamos a relajarnos un segundo —respondió Alemania viendo su reflejo en el espejo del lugar y no pudo evitar poner una expresión de desagrado por lo incómodo que se sentía con las gafas nuevas. Eran demasiado vintage para su gusto—. ¿Alguien sabe cuánto tiempo es mil cuatrocientos sesenta horas? Todos se quedaron pensativos por un buen rato calculando el número con su habilidad matemática oxidada; ¿1460 horas? Sonaba a que tenían tiempo de sobra, ¿o no? —Bueno, veinticuatro horas… —comenzó a decir USA con una mano en su barbilla. —Por más o menos treinta o treinta y un días para variar… —balbuceó Rusia con la mirada fija. —Veinticuatro por treinta y uno, sería más o menos… ¿setecientos cuarenta y cuatro? —dijo Argentina con un tono de duda en su voz. —Ahí llevamos un mes —afirmó Alemania. —A setecientos cuarenta y cuatro le faltan exactamente la misma cantidad para llegar a los mil cuatrocientos ochenta y ocho —comentó Venezuela casi con la misma duda que el argentino. México frunció el ceño confundido, entonces: 24 hrs x 30 días = 744 hrs, y 744 hrs + 744 hrs = 1488 hrs, lo que les daba un total de 2 meses menos 2 días. —Dos meses… es un cálculo muy exacto, ¿no les parece sospechoso? —cuestionó el mexicano comenzando a comerse las papas fritas de la bolsa que rompió por accidente. —¿Qué insinúas? —preguntó el ruso levantando una ceja. —¿No crees que el número del cronómetro está demasiado redondeado como para llevar mucho tiempo programado? —México dio su punto de vista. —¿Crees que alguien trata de hacernos explotar? —preguntó Venezuela—, ¿matarnos? —Yo digo que sí —opinó Estados Unidos—; tal vez alguien se enteró de que estaríamos ahí. —¿Cómo? —se le escuchó al argentino. —Bueno, cuando discutíamos en la reunión de ONU, que fue hace dos semanas, estábamos siendo filmados para varias cadenas nacionales —recordó Alemania—, cualquiera pudo haberse dado cuenta, es algo muy genérico. —Sería como buscar un grano de sal en un paquete de azúcar, simplemente imposible —dijo Rusia reacomodándose su ushanka—. Además no tenemos prueba alguna de que esto no es más que una casualidad. —Menuda casualidad —susurró USA poniéndose sus lentes de sol. —¿Entonces la teoría es que alguien se enteró de que ONU nos metería a esa casa y en dos semanas nada más entró y puso una maldita bomba que podría reventar un barco? —preguntó Venezuela dudando de qué tan posible podría ser eso. —Así es —respondió el alemán—, y luego esta persona sólo se sentó a esperar de lejos a que nosotros cumpliéramos el castigo de ONU sin desobedecerlo… hasta que un día… —¡Boom! —vociferaron los 6 chicos al mismo tiempo mientras el guardia de seguridad pegaba un buen salto y se llevaba una mano al bolsillo donde tenía su arma bien cargada.
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