Capítulo 10

962 Words
—Reservé una pieza en un hotel no muy lejos de la casa de USA —le dijo Chile al argentino mientras le firmaba el yeso con un marcador rojo—, te llevaría conmigo, pero no creo que sea buen momento —comentó llevando su mirada hacia Colombia, quien ya estaba sentado en un auto desesperado por irse del lugar. —Huh, yo entiendo —afirmó Argentina curvando sus labios—. Sólo te pido que no le vayas a hacer muchas preguntas a Colombia, porque te conozco y sé que no lo vas a dejar quieto hasta que te diga que pasó ahí dentro con. —Nah, nah, nah, te prometo que no lo voy a hacer —dijo Chile risueño mientras sostenía las manos del argentino—. Ya me voy, cuídate —se despidió del chico dándole un beso en la mejilla—; no le vayas a preguntar a Alemania cuantas copas tiene. —Largáte antes de que te cague a piñas, primer aviso. Chile soltó una ruidosa carcajada antes de alejarse del contrario dirigiéndose al auto que lo esperaba. Sujetó con fuerza la mochila que llevaba sobre su hombro derecho y le dijo un «Adiós, te amo» al argentino para luego subirse al puesto delantero o 'del copiloto' con fastidio. Argentina bajó la vista hasta su yeso y leyó lo que su novio le había escrito en segundos: «Pártase la otra mano, culiao». El argentino sonrió. USA tenía los brazos apoyados sobre el borde de la ventanilla abierta de la puerta de uno de los asientos traseros del auto e intentando mantener el profesionalismo de su trabajo le dedicó una mirada indiferente al colombiano. —¿Cuándo se les acaba el tiempo en el hotel? —preguntó el norteamericano con una mueca de aburrimiento. —Tenemos tres días —respondió Colombia malhumorado a más no poder; se sentía... mal—. ¿Tengo que llamarte? —Sí, debemos que seguir trabajando —aclaró USA—; lo lamento, pero tus discusiones familiaresománticas no deberían interferir con tu rendimiento laboral. Lo has estado haciendo bien hasta ahora, no te desconcentres. —No es familia mía, ni mucho menos... —comenzó a decir el colombiano, pero prefirió ahorrarse todas las explicaciones que tenía en mente para evitar desviaciones— tienes toda la razón, no más distracciones. —No vemos entonces —dijo Estados Unidos apartándose del auto casi al mismo tiempo que el conductor (que de hecho era uno de sus empleados) encendía el motor listo para arrancar e irse. USA caminó hasta dónde estaba el resto del grupo con Argentina siguiéndole el paso velozmente; observó como Venezuela se presionaba la nariz mirando al techo mientras México le discutía una y otra, y otra vez sobre la diferencia entre «desquitarse» y «ser un 'pendejo'». El norteamericano suspiró pesadamente estresado y se llevó una mano a la cabeza antes de llamar la atención de todos los presentes. —Escúchenme —vociferó USA con un tono de voz firme para asegurarse de que le prestaran suma atención—, hay una camioneta afuera, vayan a subirse. Nos vamos todos a mi casa mientras pienso en una mejor idea... si no me muero de un infarto antes. Todos los chicos presentes soltaron un coro de quejas en señal de cansancio, desánimo y fastidio. «¡Nooo!» «¿Hasta cuándo?» «Macri gato» «Ajá» «Ya ni me gusta el socialismo» «¿Qué?» «¡Imperialista!» «¡¿Virgencita ya nos abandonaste?!» «México la tiene pequeña» «¿Quieres ver?» «¿Por qué ustedes son tan extraños?» «Cállense la jeta» «Me estoy enojando y tú no quieres que yo me enoje» «¡Aaah!». —¡Dejen de hacer tanto ruido y vámonos! ¡Quiero darme un baño y beber agua saborizada de maracuyá! —chilló USA desesperado y se acercó a todos jalándolos de la ropa para comenzar a empujarlos como si fuesen ovejas de ganado—, ¡afuera, afuera, afuera! ↠↞ Rusia se bajó del auto (agachando la cabeza más de lo que normalmente haría un apersona de altura promedio) y bufó apenado observando la bonita entrada de puerta blanca que tenía el hogar del estadounidense. Venezuela a un lado del eslavo se frotó los brazos sintiendo algo de frío; el latino había tenido que quitarse su chaqueta para usarla de pañuelo y ahora esta estaba llena de sangre por todos lados. El venezolano ya comenzaba a sentir como se le helaban las puntas de los dedos. —Wow —balbuceó México alzando la vista hasta las ventanas del segundo piso y luego la devolvió al piso de abajo hasta una parte que tenía arbustos—, admito que la casa del gordo es muy bonita... USA frunció el ceño ofendido e ignoró el comentario por completo. Pasó a un lado del grupo con sus llaves en mano refunfuñando de rabia al tener que tragarse su orgullo; ¡oh, tanto tiempo evitando que el mexicano cruzara la frontera! Y ahora estaba a punto de dejarlo pasar a su propia casa como si nada... ¿qué seguía? ¿hospedar a Vietnam? —De haber sabido que vendríamos a tu casa te habría comprado algo bonito —comentó Rusia llevándose una mano al cuello con una mueca avergonzada. El norteamericano se alzó de hombros incómodo por lo que acababa de escuchar y evitó el contacto visual con el ruso que tenía ahora a sus espaldas mientras intentaba abrir la puerta principal con prisa. —¿Por qué mierda tú me comprarías algo bonito a mí? —cuestionó USA justo en el momento que la cerradura se abrió con un curioso «click». —¿No puedo? —dijo el eslavo a modo de respuesta con una sonrisa en los labios. —No. Argentina se giró a mirar al venezolano y ambos alzaron las cejas dándose cuenta de 'varias cosas'. La verdad es que desde pequeño me enseñaron a llevar regalos a quienes fuera a visitar; es un hábito, siento que llegar hasta aquí con las manos vacías es de mala educación —explicó Rusia cruzándose de brazos con tranquilidad—, ¿cierto Alemania? —preguntó mientras los seis chicos caminaban al interior de la casa. —Sí. Aún me quedan caramelos de tu última visita a Berlín —respondió el alemán inexpresivo confirmando lo que el ruso decía y USA cerró la puerta tras ellos decidido a olvidar el tema. Una vez ahí parados en medio de una alfombra costosa todos se miraron entre sí con una expresión dudosa. ¿Y ahora qué?
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