Capítulo 18

1934 Words
—Comprendo que no confíen en mi luego de tanto alboroto —ONU se llevó una mano a la cabeza agotado delante del grupo de hombres—; dios mío, yo sólo pienso en lo feliz que me pone saber que todos ustedes están a salvo. —No gracias a ti —reprochó Estados Unidos cruzándose de brazos—. Te dije que esta era una mala idea, pero nunca quieres escucharme. Al igual que todo el mundo crees que soy un esnob y que yo sólo digo las cosas por gusto, ¡maldita sea! —gruñó con enojo. ONU asintió aceptando la culpa que ahora pesaba arduamente sobre sus hombros y suspiró derrotado. —Es cierto —dijo con voz de corderito—, pero aún así les pido a todos que hagan lo que les digo, ¡por su bien! Y además quisiera que presten atención a lo que está pasando... porque es realmente grave —agregó con súplica. Rusia miró al sujeto con cierta pena en su rostro; ciertamente él no recuerda un día en el que ONU fuese malo, o cruel, o ruin. No realmente. Parecía más bien que ONU era en realidad el ser humano más bondadoso del mundo, porque siempre estaba intentando ayudar a todos los países, y los respetaba y/o admiraba a todos por igual (a pesar de que muchas veces les gritaba y los reprendía a causa del estrés). Para ONU nadie era mejor que nadie, y de hecho, siempre pensó que todos los países eran (son y siempre serán) altamente únicos y especiales. Y ahora se le veía ahí tan cansado, desesperado y preocupado... —USA, déjalo hablar. Sabes bien que es culpa de nosotros que ONU nos mandara a esa casa —dijo Rusia, y a diferencia de siempre, esta vez no llevaba una mueca relajada, ni mucho menos una sonrisa simpática—, y si ninguno de los que están aquí quieren tomar la responsabilidad, yo sí. Estoy dispuesto a trabajar con todos los presentes para resolver esto, me lleve bien con ustedes o no. —Tiene razón —se apresuró a decir el mexicano—, nos tenemos que olvidar de las ridiculeces de nuestros presidentes y empezar a controlar nosotros mismos la situación. —Dinos que pasa, ONU —llamó la atención Venezuela—, ¿fuiste a la casa? —¿Alguien nos está cazando? —cuestionó Argentina de la misma forma mientras Canadá se mostraba inquieto a la idea de una 'bomba'. —Miren, tengo a Polonia allá afuera acostado en el asiento trasero del auto bajo el cuidado de Francia; nadie sabe que demonios le sucede, ni siquiera los doctores —dijo ONU—. Él dice que está bien, pero yo no le creo. Vomitó más de tres veces el día de hoy y de a momentos comienza a dar arcadas sin soltar nada; no ha vomitado más sólo porque ya no le queda nada en el estómago. Alemania alzó la vista rápidamente con obvia preocupación. —Tenía pensado pasar por aquí rápido, llevar a Francia y Polonia a algún hotel y luego volver aquí —explicó el sujeto—. Siento que convertí tu casa en un punto de reunión, USA, y me disculpo por ello. Sé que Colombia y Chile están aquí, al igual que Corea del sur y Corea del norte; ¡Bielorrusia y Ucrania vienen en camino! Están muy preocupados por ti, Rusia... Dios, yo no quería traer tanta gente a Norteamérica. Estados Unidos asintió viéndole casi con la misma pena con la que el ruso le había mirado hace pocos segundos; ONU se estaba esforzando tanto como podía, sí  que lo hacía, se le veía en el rostro y en sus ojos brillosos. —No-no-no, no vayas a ninguna parte —pidió USA mostrando la palma de su mano, parecía que acababan de apelar a su lado considerado—; dile a Francia y a Polonia que pasen. No te preocupes por la gente, no me importa que estén aquí mientras se resuelve este problema. Dicho eso último, de un momento a otro ONU salió por la puerta en busca de los otros dos países y volvió a entrar a la casa del estadounidense con ellos a ambos lados. El francés al ver a los que se encontraban presentes sonrió amablemente (saludando con mucha educación) y se centró en Alemania saludándole con más ánimo que al resto (ya que lo conocía a él más que a los demás). —¡Alemania! (¡Alemania!) —exclamó acercándose al nombrado—, qué gusto verte —dijo extendiéndole una mano. —Lo mismo digo —respondió el alemán estrechándosela; lo dijo muy alegre para ser Alemania. Polonia le miró y curvó sus labios de buena manera a pesar de que ya comenzaba a sentir como se le revolvía el estómago y le volvían a dar náuseas para atormentarlo. —Hola, Alemania —saludó el chico de suéter beige hecho de lana; parecía un poco inquieto. —Hola —respondió el alemán con desinterés y luego pasó de largo a un lado del polaco alejándose de él. Rusia frunció el ceño desde lejos y Polonia se mostró desconcertado; hace ya un tiempo (meses) que había notado que las pocas veces que se encontraba con Alemania este le evitaba e incluso lo ignoraba un poco. (Y con un poco, queremos decir mucho). —Si te sientes mal y quieres recostarte puedes ir a mi habitación —le dijo Estados Unidos a Polonia sacándolo de sus pensamientos. —Puedo traerte agua con azúcar si te sientes débil —comentó Canadá con voz suave. —Gracias, pero estoy bien. Además yo también quiero escuchar lo que ONU tiene que explicar —dijo Polonia con ojitos pequeños, se le notaba el malestar. Todos aceptaron su decisión y ONU se sentó en una de las sillas del lugar. El tipo de suéter blancuzco con un mapa mundial en varios colores carraspeó aclarándose la garganta y comenzó a contar lo que sabía hasta el momento: —Bueno —empezó a decir—. Cuando dejé a USA en la casa de Centroamérica salí para encontrar a Venezuela nadie sabía dónde estaba él, ¿recuerdan? »Recuerdo que llamé a mucha gente para saber si alguien lo había visto, hasta que por fin un país me dijo que le pareció haber visto a Colombia paseándose por calles chinas. Yo sabía que Colombia estaba en su casa resolviendo los desastres naturales de su territorio, entonces supe que a Venezuela lo habían confundido con él. »Salí en avión a territorio c***o, es por eso que no pasé a recoger a México y Argentina en el aeropuerto. Luego de que llegué a casa de China por sorpresa, recibí una llamada que contesté dentro del auto. »Al principio no se escuchaba nada; pensé que era mala cobertura porque quizá me llamaban desde muy lejos, pero luego dijeron al otro lado de la línea: «Algo anda mal». Luego de eso me colgaron. Quise llamar de vuelta, pero el celular salía apagado. Me sentí inquieto, porque sonaba como una voz muy, muy, baja, pero me convencí de que era una broma telefónica nada más. »Entré a casa de China y él estaba discutiendo con j***n por videollamada, y claro, ahí estaba Venezuela. Yo ya tenía planeada una casa para los Asiáticos, sólo que aún no les había dicho nada. Arrastré a Venezuela hasta la casa en Centroamérica con ustedes allí. Los regañé para que no se movieran de ahí, eso ya lo saben. »Salí de América y puse en marcha la mudanza de China, j***n y los hermanos Corea, porque Nor-corea y Sur-corea también tienen pleitos, y decidí que debía hacerlos cooperar al igual que el resto de ustedes. »A partir de ahí todo se puso rarísimo. Lo digo de verdad. Estaba en mi oficina de Asia y todos los teléfonos sonaron al mismo tiempo, cuando contestaba alguno de ellos no se escuchaba nada. Ahí fue cuando Rusia me llamó alterado diciéndome algo parecido a: «Hay una maldita bomba en la maldita casa». Lo siento, pero cuando escuché eso Rusia, no te creí. Pensé que era un invento para poder salir de la casa, por eso los dejé venir a casa de USA para ver si así se relajaban un poco. »Minutos después de que Rusia me llamara me llegó la llamada de Nor-corea diciendo: «Tienes que venir, ahora, rápido, muy rápido». »Ya que estaba en Asia llegué con ellos primero. Vi el agujero en la pared del baño y pensé: 'maldita sea, ¿qué es esta mierda?' y eso que aún no había visto lo que había dentro. Tal y como me dijo Rusia en su llamada, aquél era un sótano y estaba repleto hasta arriba de papeles viejos, pero en vez de una «bomba» habían cajas con muñecos rellenos de arroz. »Cuando los vi me asusté, muchísimo. Y no por supersticioso. Escúchenme con atención: no se puede jugar con esos muñequitos de ojos de botón blanco, hablo enserio. Y eso va más que nada para los que no creen en nada, habló de USA y de Alemania, que ustedes no creen pero es que ni en el seguro social. Estoy hablando tan enserio que ni siquiera pienso hacerme responsable de esos muñecos, por lo que voy a darle a cada país su propio muñeco correspondiente. Están en el auto. »Pero eso es lo de menos; aquí viene lo que me tiene alterado: la a bomba de la casa centroamericana. Aunque no te creí, Rusia, igualmente te tuve un poco de fe y llevé conmigo a un equipo especial en desarme de explosivos. Me sorprendí al ver la bomba. Es bastante grande, lo suficiente como para hacer estallar toda la calle. »Me temo que la bomba no pudo ser desactivada, la placa del costado no se puede desatornillar y no hay forma de llegar a los cables; pero si pudimos moverla a otro lado más desértico para que no pueda hacerle daño a nadie, eso es mejor que nada. »El cronómetro del explosivo tiene conectada una tarjeta madre de una forma muy extraña, pero inteligente. No cabe duda de que es una bomba muy modificada, no tiene un diseño estándar, ¡nunca nadie había visto algo parecido! Es por eso que no sabemos como deshacernos de ella... teníamos entendido que la tarjeta se encargaba de recibir una señal externa en un diámetro de varios metros, o que simplemente guardaba la información de conteo. »Pero no es así. La tarjeta se encargaba de guardar el registro de un sensor de movimiento; gracias al cielo no era para activar el explosivo, ¡o ya estarían todos muertos! —¿Y qué activaba ese sensor? —preguntó Argentina con algo de miedo. —Activaba un micrófono —respondió ONU—. El sensor se encendía con sus pasos, luego el micrófono captaba todo el sonido y con la misma tarjeta madre enviaba la grabación a una computadora central. —Eso es extraño... —opinó México. —Yo diría que es terrorífico —agregó el canadiense. —¿Computadora central? ¿quién puede tener una de esas con tanta facilidad? —cuestionó USA frunciendo el ceño. —Yo —respondió ONU—, yo tengo una computadora central... la tarjeta estaba conectada a mi computadora. Rusia abrió los ojos como platos y Estados Unidos tensó la mandíbula al instante. —¿Tú co-computadora? —tartamudeó Polonia aterrado abrazándose a si mismo. Alguien con tal habilidad... ¿Qué tan difícil podía ser manipular las armas nucleares que rondan alrededor del planeta?  
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD