¡BOOM! → Country Humans

Capítulo 21

Las horas pasaban y con ellas crecía la inquietud.

USA abrió la puerta del baño de su propio hogar y después la cerró con bloqueo y además pestillo (o pasador). Había querido darse un buen baño desde el día anterior, y aunque lo había dejado pasar en un principio, la ropa para tenis sudada no era algo que podía soportar por mucho tiempo.

Se quitó la camiseta de color oscuro y luego se acercó a la bañera para abrir el grifo de agua caliente; no pudo evitar seguir pensando en aquellos muñequitos endemoniados que parecían ser reales. Jamás creyó que algo así podía ser cierto, jamás, pero lo que le había pasado a Alemania había sido demasiado exacto como para ser tan sólo una casualidad.

Respiró profundo y mantuvo la mente despejada. Quería estar tranquilo al menos quince minutos, así que lo mejor que podía hacer era olvidarse de esas horribles cosas redonditas.

Pero, ¿cómo podía olvidarse de ellas? Si la suya estaba dentro del bolsillo de sus shorts deportivos. No se atrevió a sacar al muñeco de ahí. ¿Y si se movía? ¿o decía algo? ¿o... le pasaba algo por descuido? ¿qué sería de él entonces? ¿gritaría? ¿pediría auxilio?

No, de ninguna manera se rebajaría a súplicas de salvación; frunció el ceño, metió la mano derecha en su bolsillo con algo de rabia y sacó a su versión miniatura para hablarle seriamente.

—You don't scare me (No me asustas) —le dijo viéndole fijamente a los «ojos» de botón, como si este pudiese escucharlo desde alguna parte.

El estadounidense entrecerró los ojos con una mueca confundida.

¿Qué estoy haciendo? —se preguntó a sí mismo; ¿acaso la situación le estaba volviendo loco?

De todas formas, lejos del cuarto de baño, justo en el piso de abajo, los demás chicos no se encontraban mucho mejor. ONU había salido de la casa al recibir una llamada de j***n, quien estaba llegando a territorio estadounidense, pero perdió su equipaje (o mejor dicho, la aerolínea perdió su equipaje). Los latinos, supersticiosos a más no poder, no se tomaron muy bien lo que le sucedió al alemán. Polonia no se sentía más sano, de hecho, se sentía más enfermo. Rusia, estaba preocupado por los códigos de lanzamiento que se encontraban en su oficina; alguien tenía la habilidad de robar los códigos sin problema, lo cual obviamente podría ser catastrófico. Canadá se sentía angustiado por la seguridad de USA, además de la suya. Y en definitiva, Francia pensaba en los que estaban lejos, como UK, Italia e incluso sintió preocupación por España.

Antes de irse, ONU les había dicho algo con buena intención:

«Traten de pasar bien lo que queda del día y también la noche. No piensen demasiado en lo que está pasando y distráiganse. Mañana por la mañana tendré un plan bien pensado para ustedes, lo prometo. Así que aprovechen este pequeño tiempo libre para descansar...».

—Are you ok? (¿Estás bien?) —preguntó Canadá acercándose al mexicano mientras le dedicaba una mirada comprensiva.

—¿Huh? Ah, sí... —respondió el chico de camisa desabotonada y pantalones beige—, no mames, qué loco está todo, ¿verdad?

—Sí —respondió el canadiense mostrando una pequeña sonrisa—. Está todo muy loco —dijo imitando acento hispano y México soltó una risita por lo bajo.

—Loco —pronunció el latino corrigiendo a Canadá—. A ver, dilo otra vez.

—¿Loco? —repitió el norteamericano con una expresión dudosa—, ¿así? ¿lo dije bien?

—Pff —rio el mexicano—, he oído peores, si te sirve de consuelo, ja ja ja —le dijo risueño con las mejillas coloradas.

Normalmente, Canadá no hablaba mucho con el mexicano, o al menos no con mucha frecuencia. A México le quedaba claro que el canadiense era mejor amigo de Estados Unidos, por lo que siempre creyó que no le caía del todo bien. De hecho, México pensaba que Canadá le veía al igual que USA: como un latino estorbando. O en el mejor de los casos: con indiferencia.

Y ahora que este estaba allí delante de él hablándole de forma adorable, no pudo evitar sentir que le cosquilleaba el estómago y le subía el medidor de los nervios en un 100%.

—Me preguntaba... ¿qué es lo que estuviste haciendo en los últimos dos meses? —cuestionó el canadiense mostrándose curioso mientras se sentaba a un lado de México.

—Hum... no sé, no me acuerdo —respondió—, creo que no hice muchas cosas. ¿Por qué?

—Bueno, porque, eh... —balbuceó Canadá con la vista pegada en sus zapatos— Oh, ¡lo siento! —saltó de repente con una expresión avergonzada— No quise ser maleducado, no es mi problema saber lo que haces. Espero que no creas que soy un averiguador.

—Nah, tranquilo —se apresuró a decir el mexicano—. Creo que el mes pasado estaba ocupado con lo de la gasolina y también estaba viendo la comida para las cajas que entrega Venezuela —dijo.

—Ah, es que traté de comunicarme contigo —explicó el chico con gorro de piel de mapache—. Llamé a un teléfono fijo, pero nadie contestaba.

—¿Teléfono fijo? Ese se me dañó —dijo México—, no se puede contestar llamadas porque siempre suena de fondo una interferencia rara. Pero bueno, ¿pa' qué me estabas llamando?

El canadiense tragó saliva.

—Q-quería hablarte de... negocios, ya sabes como es esto. Pensé que sería buena idea tener negocios contigo porque parece que eres alguien honesto —respondió el norteamericano con inseguridad—. No creo que sea buena idea hablar de eso con USA cerca, es un poco celoso con las amistades.

—Y si soy yo, todo es peor porque él me odia, entonces te va a arrancar la cabeza y a mi me va a prender fuego. Entiendo, entiendo —dijo el mexicano con un tono de voz divertido y Canadá se carcajeó disimuladamente— ¿Tienes teléfono o algo para anotar?

—Sí —Canadá sacó su móvil del bolsillo delantero de sus jeans oscuros.

—Bueno, te voy a dar mi número, tú me llamas y lo hablamos mejor. Este es mi número personal, ¡no se lo des a nadie!

El chico de gorro asintió delante de México con una mueca animada.

Excelente, ahora el canadiense tenía que inventarse un negocio interesante si es que quería llamar al latino más adelante.

Habría sido más sencillo decirle la verdad directamente, la cual era: «Hey, te llamaba porque quiero tomarme un café contigo».