Capítulo 22

1297 Words
Francia se adentró en la cocina de Estados Unidos y luego se acercó rápidamente a su refrigerador, en el cual había varias marcas de refrescos, jugos, yogurts y helados descremados. Extendió su mano al fondo de la nevera alcanzando una lata de soda de limón... no para sí mismo, sino para Polonia, quien comenzaba a verse más animado con respecto a comer o beber algo (finalmente). Tal y como le había dicho USA, buscó un sobre de suero en polvo en uno de los cajones cercanos a la estufa y luego abriendo la lata de refresco rompió la esquina del sobre y lo vertió dentro de la bebida. Era mejor si Polonia no sabía que aquella soda tenía suero. Bien sabía Francia que el chico de suéter odiaba los sueros porque, según él, estos tenían un sabor que sólo le hacían sentirse más enfermo. No notaría el suero si este estaba ligado con Sprite. El limón siempre le da vuelta a todo para mejor. Para cuando el francés salió de la cocina y le entregó la lata de soda al polaco, este no tardó en arrebatársela de la mano con apuro para empezar a beberla con gusto; ¡ni siquiera respiraba! Parecía que le hacía falta a pesar de tener el estómago revuelto. —¿Está buena? —le preguntó Francia levantando una ceja divertido. —Uhum, uhum —afirmó Polonia aún sin despegarse del refresco mientras se quedaba sin aire. Rusia, que no estaba muy lejos de allí, se acercó al dúo y le dedicó una mirada amistosa al polaco antes de posar una mano sobre su hombro haciéndole pegar un pequeño brinco en su sitio. —Hey —dijo el ruso, y al sentir como Polonia se sobresaltó, apartó la mano extrañado—, no bebas tan rápido, no creo que tu estómago esté del todo 'feliz' —le aconsejó ignorando su reacción. —Uh, es cierto —comentó el francés estando de acuerdo—. Una vez llevaba tiempo sin comer por un virus y se me «cerró» el estómago. Lo mejor es que bebas despacio y comas bocados pequeños. —Oh, está bien... —dijo Polonia bajándole a su velocidad. Siguió tomándose la soda y dirigió su mirada a varias partes de la casa curioseando alrededor. Sus ojos pararon en México, y luego de pensarlo un poco se le hizo la boca agua y le rugió la panza para preguntar—: ¿con bocados pequeños te podrías estar refiriendo a un taco con doble queso y carne asada? Francia abrió los ojos con asombro. —¡Claro que no! ¡eso es una bomba pesada! —respondió el chico con su boina de color n***o, ¿de dónde había salido ese apetito tan grande? El francés se giró a observar al resto de grupo y pudo notar que todos ellos le estaban viendo con expresiones aburridas y suma atención. —Lo siento, mala elección de palabras —se disculpó el europeo. —Guacamole, guacamole, guacamole —canturreó el polaco con ojitos tiernos—. Vamos hombre, tengo hambre, un taquito chiquito no me va a hacer daño, ¿si? Anda, un mordisquito no más. —Aw, dejálo comer lo que le provoca, Méx se lo va a hacer bien sano para que no le caiga mal —se le escuchó decir al argentino—; ¿verdad, México? —¿Qué? ¿quién, yo? —dudó el mexicano señalándose a sí mismo mientras Canadá le veía. —JAJA, te vieron cara e' cachifo —se burló Venezuela picándole una mejilla a México—. Cuando termineí' de cocinar me lavaí' la ropa, ¿si va, jevita? —Síguele, Vene, síguele y ya vas a ver lo que te va a pasar por andar de pinche puta —le dijo México al de 8 estrellas—. Te voy a mandar puras lentejas en la próxima caja del CLAP. —AY NOOO. RUSIA, DECILE ALGO —chilló el venezolano. —Algo. —v***a, qué molleja de ayuda, cuidao' y convierto en potencia —bufó Venezuela cruzándose de brazos. —¡¿Le vas a cocinar la boludez esa a Polonia o qué?! —vociferó Argentina perdiendo la paciencia. El polaco a lo lejos se mantuvo callado y confundido; ¿acababa de formar una pelea o se formó por sí sola? —Ándale, ¡¿cuántas veces te voy a tener que decir que los tacos no son una «boludez»?! Son un arte —dijo el mexicano llevándose una mano a pecho con orgullo culinario—. ¡Además Vene me acaba de llamar morra sirvienta! Argentina frunció el ceño. —Ya va —dijo el argentino moviendo sus manos de un lado a otro en señal de negación—, ya va, ya va. ¿«jevita cachifa» es como decir «piba esclava»? Luego de esa pregunta se formó un gran silencio en el salón. —v***a wey, ya me fui —dijo el mexicano huyendo a la cocina. —Yo igual —aclaró Alemania con una mueca neutral levantándose de su silla para luego subir al piso de arriba. —¡¿ME ESTÁS DICIENDO QUE PARA QUE MÉXICO COCINE Y LAVE TIENE QUE SER MUJER?! —gritó Argentina hirviendo de rabia. —¡No, no, no! ¡lo estaí' sacando de contexto! —se defendió Venezuela. —MUY MACHITO, ¿NO? —¡AAAH! —Venezuela se cubrió con los brazos para tratar de evitar los manotazos que ahora le estaba dando el argentino, y con ganas— ¡YA, YA! ¡AY, ARGE, NO! ¡CON LA MANO CERRADA NO, NI SE TE OCU...! ¡AUCH! ¡Estaba jugando! ¡yo le doy prioridad a la mujer en todo! ¡para las casas, los bonos y toda esa vaina! —¡¿Prioridad?! ¡¿osea que pensás que una mujer no puede conseguir todas esas cosas por su cuenta al igual que un hombre?! —cuestionó el latino con un sol usando una voz autoritaria. —v***a NOJODA, ¿QUÉ COÑO DE LA MADRE TENGO QUE HACER PA' QUE ME DEJEÍ' DE DAR COÑAZOS? —CERRAR EL ORTO. Qué intenso —pensó el canadiense observando todo. —¡Esto es machismo! —gritó el venezolano señalando al argentino con su dedo índice. —¡¿Cómo va a ser machismo si vos sos hombre?! —cuestionó el contrario. —AH, ¿ME ESTÁS DICIENDO QUE LA MUJER ES LA ÚNICA QUE PUEDE SUFRIR ABUSO? ¡Eso es aún más machista! —¿Qué...? —Argentina paró en seco. —Ajá ve, ajá ve, ¡te atrapé esponja! —vociferó Venezuela—. Acabas de ser machista, porque me diste a entender que la única que puede ser maltratada es la mujer. ¡¿Eso no es lo que dicen los hombres machistas?! «AJAJAJAJA, TE LA APLICARON» —se le escuchó decir al mexicano desde la cocina. —No... —balbuceó el argentino con la mirada perdida en el infinito y luego apretó su puño— NO... —Sí —dijo Venezuela con los ojos entrecerrados y una sonrisa victoriosa mientras inflaba las mejillas. Este no sabía si lo que acababa de decir era cierto, pero definitivamente le rompió la mente al argentino por unos minutos. (Los necesarios para salvarse el cuello, como siempre). —¡NOOO! —chilló Argentina dramáticamente dejándose caer de rodillas en la alfombra. El ruso frunció el ceño y mostró una pequeña sonrisa; llevaba buena cara de no entender una mierda de lo que estaba pasando frente a él. —Vaya, yo sólo quería un taco —murmuró Polonia con ojos sorprendidos... Mientras que sin darse cuenta... El alemán le veía desde la baranda del piso de arriba con ilusión.  
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