17. Amantes infieles

2142 Words
Heros se apoyó con sus antebrazos en la cama, y percibió el palmar de Hestia en su entrepierna. Suspiró con pesadez, mientras seguían besándose, con ansias. Al fin habían decidido entregarse al deseo de sentirse el uno al otro. Aunque, fuera prohibido, un pecado y eso los convirtiera en amantes infieles. Hestia deslizó su mano por esbelto abdomen, y luego siguió por debajo de la ropa interior. Sostenía la dura virtud en su palmar, solo para apreciar su nuevo juguete. No deseaba abrir su regalo todavía, por lo que se empapó con saliva y comenzó a frotarlo, sin sacarlo a la vista. Estuvo haciéndolo por casi una hora debido a que la forma en que estaban era cerrada y limitada. Heros se agarró en la espalda de Hestia y la apretó con fortaleza al venirse. Se percibía el olor y la mancha mojada en su bóxer. —¿Dónde está el baño? —preguntó Heros, sintiéndose incómodo, por lo que quería limpiarse. —Toma esto. —Hestia le facilitó otro interior, para que se lo pusiera—. Está por allá. —Gracias. Hestia se quedó sola, en tanto observaba los residuos del fluido en sus dedos. El aroma era particular y distintivo. Sin embargo, al probarlo con la punta de su lengua, no había un sabor que destacara; ni dulce, ni amargo, ni agrio, solo era suave y apetecible de beber. Eso demostraba el buen estado físico y que tenía una excelente recomendación. Quizás le recomendaría que comiera piña, para saber si volvería más acaramelado. Esa noche, no ocurrió más nada de relevancia. Ambos hablaron de asuntos casuales, como de proyectos de negocios. —Por cierto, ¿ya encontraste trabajo? —preguntó Hestia, mientras lo abrazaba y tenía las piernas entrecruzadas con él. —No, aún no —dijo él, soltando un suspiro de resignación. No le parecía bien, ni era de su agrado abusar del poder que ella poseía. —No te preocupes por eso, ya verás que pronto consiguieras uno —dijo Hestia, sin todavía dar el siguiente paso en sus planes. Era probable que rechazara la oferta que le haría, debido a lo buena gente que era. Sin embargo, ye tenía todo listo, para que no pudiera evadirlo. Entonces le dio un último ósculo de buenas noches, y se acomodó el torso de su joven amante. Se sentía cómoda, segura y protegida, a pesar de tener un equipo de escoltas—. Descansa, Heros. —Buenas noches, Hestia. Lacey había llegado del trabajo, luego de haber salido tarde. Era extraño, desde hace varios meses, que, casi no veía a su detestable jefa; escasas veces, para los asuntos de suma importancia, y en la tarde nunca estaba en la empresa. Sin embargo, sus tareas laborales habían aumentado. Se mantenía ocupada y cansada. Ya no hablaba y de manera simultánea, tampoco se encontraba tanto con Heros. Durante toda su niñez y adolescencia, había estrado detrás de ella, siguiéndola, como un canino fiel. Aunque, por lo del p**o del seguro, también lo había estado evitando, para que las cosas se calmaran. Quizás, debía pasar tiempo con él. Después de todo, era su prometido y pronto se iban a casar. Había muchos temas que planear y varias clases que tenían que tomar en la iglesia como pareja. Entonces llamó a su amante para cancelar su cita, diciéndole que deseaba descansar y que lo recompensaría luego. Así, se duchó y se puso ropa casual. Había caído en cuenta de que jamás se había puesto ropa provocativa para él, ya que, al ser amigos de la infancia, no tuvo necesidad de hacerlo. Estando lista, se dirigió al departamento de Heros, ya abrió la puerta con la llave que tenía. Sin embargo, las luces estaban apagadas y no parecía haber rastro de nadie. Encendió las bombillas, para iluminar el lugar. —¡¿Heros!? —exclamó Lacey a tono alto, pero no obtuvo respuesta. Lacey continúo buscando, pero no lo halló por ningún sitio. Utilizó su celular y le marcó, para saber dónde estaba. Era poco frecuente, o más bien, la primera vez que dormía por fuera. O, ¿le habría pasado algo? Heros abrazaba de forma plácida a Hestia. Se había quedado dormido. No obstante, el timbre de su móvil lo despertó de inmediato. Lo había dejado en la mesita de noche, pero lo preocupaba que el sonido interrumpir el descanso de su hermosa acompañante. Hestia solo permanecía con sus ojos cerrados, pero sin conciliar el sueño. Ya era tarde, por lo que solo una persona podría llamarlo a estas horas. Además, no había dado ningún aviso. Al menos se preocupaba un poco por él. Sonrió en sus adentros, porque era tarde para Lacey. Ahora nada más había una mujer para Heros, y ya no era su desleal secretaria. Había logrado arrebatárselo y robárselo por este fin de semana, y en esta semana juntos, convertiría a Heros en un adicto a sus besos, a sus caricias, solo queriendo estar con ella, con nadie más. —Contesta —dijo Hestia, con tranquilidad. Tomó el control que estaba bajo cerca de ella y encendió las lámparas. Abrió sus párpados y detalló los ojos cerúleos de su atractivo chico. —Disculpa la molestia —dijo Heros, apenado con la situación. Había olvidado de colocarlo en vibrado. —Tú no me molestas —dijo Hestia, expresándose con ternura—. Debe ser ella. —Me dijo que hoy saldría con unas amigas. Y por lo general, no llega dormir —comentó él, cambiando la expresión de su rostro a una más serio. Heros había pensado en dejarle un mensaje al amanecer, pero no había preparado nada para esto. Agarró su celular y confirmó que sí era Lacey. Sintió encoger su corazón y al igual que un vacío en su torso. Entonces, el peso de la culpa por estar durmiendo, besando y teniendo una aventura con otra, le revolvió el estómago, como si estuviera por vomitar. ¿Qué era lo que estaba haciendo? Dormía con una mujer distinta, mientras su prometida lo llamaba. Un brillo resplandecía en sus retinas de forma intermitente. Era su voluntad, tratando de salir del hechizo de Hestia. No había perdón, ni excusas para la infidelidad. Había dejado de lado todo sus ideales y sus valores como persona; no era un buen hombre, si engañaba a quien le había propuesto matrimonio, y con la que había crecido y conocido desde niño. No podía negar que se sentía atraído y que le gustaba Hestia, pero debía honrar su palabra, para no convertirse en un desgraciado. Sin embargo, en medio de su reflexión, percibió una mano en la parte trasera de su cabeza, para luego sumergirse en aquella húmeda y agradable sensación de ser besado. Hestia había advertido de las expresiones faciales de Heros. Y por nada del mundo, dejaría que todo lo que había hecho se perdiera, por una simple llamada. Tenía la ventaja, y no se contendría para amarrar a ella, al hombre que tanto deseaba hacer suyo. Se puso ahorcadas sobre Heros, y le rodeó el cuello con ambos brazos, aprisionándolo. Movía sus caderas, frotando sus glúteos en la firme entrepierna de él. Acercó su cara a la oreja y le susurró con voz hipnotizante, como el canto de una sirena. —Coloca el altavoz —dijo ella, mordiéndole el lóbulo—. Dile que te vas a quedar en casa de un amigo Hestia había descubierto una nueva tendencia a sentirse más excitada, mientras estaban haciendo algo obsceno, en el que pudiera ser descubierto por un tercero. En su caso, con la misma Lacey, mientras probaba el dulce y marcado cuerpo del que era el prometido. Heros volvió sumergirse en el encantamiento. Ni quiera podía pensar, solo hizo lo que Hestia le había ordenado. —Lacey —dijo Heros, controlando su voz, para que no se notara que estaba siendo estimulado, por las caricias de Hestia—. Estoy en la casa de un amigo. —Entiendo. Cancelé mis planes con mis amigas y vine a buscarte, pero no estabas —dijo Lacey, con voz sosegada—. ¿A qué hora vienes? Aún podemos hacer algunas cosas. Hestia estuvo casi nada de empezar a reír a carcajadas. Hasta le dio ganas de regurgitar lo que se había comido, debido a lo cursi que se había escuchado esa traidora. Era una auténtica maestra de la manipulación. Sin embargo, ya podía hacer nada para recuperar a su lindo Heros, porque era ella quien estaba encima de él, semidesnudos. A pesar de todo, debía controlarse y no reírse de la inoportuna de Lacey, que al parecer era muy buena para molestarla, cuando estaba gusto con sus juguetes sexuales. —Dile que no irás a dormir, y que no sabes cuando regreses —dijo ella. Sería la mala influencia de su conejito, para transformarlo en un hombre dominante, tanto en privacidad de la cama, como a nivel social con otras personas en público—. Díselo con carácter, porque ya no eres él mismo de antes. Hestia recorría el abdomen de Heros con sus manos, y pegó su boca a los pectorales, para lamerlos de forma enérgica. Heros suspiró con pesadez. Antes hubiera estado emocionado de compartir una conversación nocturna con Lacey, pero eso ya no lo importaba, y deseaba finalizar la llamada lo más pronto posible. —No regresaré, Lacey. Estaré ocupado con otros asuntos en los próximos días. Así que, me ausentaré esta semana —dijo Heros, en tono fuerte y ronco, como jamás le había hablado a su querida Lacey—. Nos vemos cuando vuelva. Tengo que colgar. Lacey permaneció inmóvil, por lo que había sucedido. El Heros que, siempre estaba detrás de ella, parecía que hubiera desaparecido. Quiso ser amable con él, y a cambio, le había dejado plantada de manera cortante. No le importaba lo que hiciera. Sabía que era la mujer que amaba, y que tal vez estaba superando lo del seguro del negocio. Lo conocía muy bien, era tímido y lento con las mujeres, por lo que era poco probable que estuviera con otra chica; no era de esos. Era un milagro que tuviera a una prometida tan hermosa, y nunca podría conseguir a alguien que fuera más bella y mujer que ella. Luego le haría unos cuantos cariños, y lo tendría rendido a sus pies, como era costumbre. Buscó en sus contactos, y esta vez tocó el nombre de una sus amigas: Laura. —Ven a buscarme —dijo Lacey, de forma imperativa. Era en realidad su amante al que le había marcado. —¿No estabas cansada? —preguntó una voz masculina. —Ya he reposado. Te daré un premio, por haberte hecho esperar —dijo Lacey, con una maliciosa sonrisa en su rostro—. Hoy puedes hacer lo que quieras. —Voy enseguida. Lacey se vengaría de Heros, por haberla dejado sola. No se rechazaba la propuesta de la novia, porque otro podría contentarla. Ahora se quedaría sin nada, mientras pasaba la noche con estúpido amigo, que eran tan tontos como él. —Lo hiciste bien —dijo Hestia, sintiendo como se mojaba en su intimidad—. Mereces ser recompensado. Hestia degustó los labios de Heros, tanto como quiso, hasta que decidió parar, porque entonces no podría detenerse y acabarían haciendo el amor, mucho antes de lo que había planeado. Aunque tuviera que doblegar su voluntad por ahora, aún debía esperar solo un poco más, para poder consumir el momento tan esperado con el que fantaseaba de día y de noche. Heros respiraba de manera acelerada. Su pecho se llenaba y desinflaba con rapidez. Alguna vez se había podido resistir a los encantos de Hestia. Sin embargo, se había convertido en un complacido y privilegiado prisionero de sus hechizos. Apretó sus puños, para poder calmar las ansias de continuar tocándola y besándola. Deliraba en su imaginación con el hecho de que pronto estaría con ella. No sabía si podría soportar tanto placer. Pero estaba dispuesto a quemarse en el fuego del pecado que su hermosa diosa le ofrecía. —Si no parabas, yo no me hubiera detenido —dijo él, olvidándose de Lacey. Sus pensamientos se enfocaron en la preciosa y tentadora obra de arte que tenía al frente, y no en lo que estaba lejos. —Lo sé. Yo también estuve de cruzar el punto de retorno —dijo Hestia, dándole un último ósculo de media luna—. Aunque pronto esa línea será cruzada. —Sonrió de forma rígida—. Ahora sí, durmamos. Heros en esta oportunidad abrazó a Hestia por la espalda, pero bajó su mano y la reposó en los firmes glúteos de Hestia, para manifestarle que estaba a gusto con ella, y que también esperaba ese momento, en el que no debían contenerse, para llegar a las últimas consecuencias de sus infieles y placenteros actos como amantes.
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