16. La recámara

2002 Words
Heros caminaba a paso lento. Se había guardado el brasier en uno de sus bolsillos. Extendía su brazo zurdo hacia delante, para evitar chocar con algún objeto. No era un prodigio de la memoria, pero recordaba, de forma vaga, los puestos de algunos muebles de la suite. —¿A dónde tengo que seguir? —preguntó él, mientras sonreía. Era un poco desesperante no poder ver. Además, que su premio era algo muy tentador. —Vas por buen camino. Avanza dos metros más. Hestia continúo dándole indicaciones, hasta que se quedó sin moverse. Heros percibió en su palmar el abdomen plano de Hestia, y la abrazó, para que no se pudiera escapar. —Ya te he atrapado —dijo Heros, mientras seguía sumergido en la oscuridad, a causa de la venda. Hestia sonrió de modo tenso y lascivo. Volvió a guiar las manos de Heros, esta vez, las llevó sobre sus voluminosos pechos. La estimuló se ser tocado en sus dos grandes amigas. Heros sintió la calidez de los blandos y grandes atributos de Hestia. Empezó a rozarlas y apretarlas con levedad, como un niño probando su nueva adquisición. Se distinguía una rígida protuberancia en la parte central de los senos. Deliraba al imaginarlo cómo se veían sin ninguna prenda que los cubriera. Pero al estar tocándolos, era demasiado estimulante. —¿Quieres probarlos? —preguntó Hestia, excitándose con lo que estaba sucediendo—. Puedes hacerlo, siempre y cuando, no te quites la pañoleta. Se dice que, si te privan de alguno de tus sentidos, los otros se incrementarán. —Sí —dijo Heros, sin demora y con voz clara. Era tímido y lento con las mujeres, pero a Hestia Haller quería hacerle de todo, y ella le daba la confianza y seguridad de ir más lejos. —Espera. Vamos a colocarnos cómodos. —Hestia sujetó a Heros y lo condujo hasta el sofá. Se retiró el saco y se acostó boca arriba, con su enorme busto al descubierto—. Ya puedes hacerlo. Heros se apoyaba con sus rodillas y con sus antebrazos en el mueble acolchado, que se hundió con ligereza al soportar el peso de los dos. Tenía sus piernas entrecruzadas con ella, en tanto su virtud se había puesto firme ante lo que iba a hacer. Imaginaba el divino torso de Hestia, sin ropa. Aunque, lo único que le faltaba por ver, era exacto, la parte del pecho, ya que acostumbraba a observarla con brasier deportivo, en el que revelaba el vientre. Además, que el pañuelo comenzaba a marearlo un poco, debido a que había estado caminando. Tragó en seco y respiró con pesadez. Al estar con los ojos cerrados, podía escuchar más claro, el sonido de su corazón agitado. No era experto, pero conocía la regla básica, de no ir directo a lo que más ansiaba comer, sino que, debía dejarlo al final, para gozarlo de mejor manera. Sacó su lengua y la deslizó por el abdomen, humedeciéndole la piel con su saliva. Abrió la boca y sintió en su paladar el duro y fino pezón, al cual empezó a chupar, como un niño que era lactado. Se entretuvo en la izquierda por varios minutos, y después pasó a la derecha. Los succionaba con fuerza. En realidad, no tenía ningún sabor, ni salía nada, pero sí había un particular aroma que, lo incitaba a seguir haciéndolo. Su estimulación solo fue al principio, porque de laguna manera, no estaba a gusto sin poder mirarte. Se puso de pie, colocándose de espaldas a ella. Se retiró la venda de la cara, pero sin abrir los párpados. —Me gusta verte, eso me causa más excitación —dijo Heros, expresando su sentir. —Entiendo —comentó Hestia, cubriéndose con su saco. Apenas iniciaban su aventura, y quizás debía conocer mejor sus preferencias en la intimidad. Así que, ya se le había ocurrido otra forma de jugar con él; tenía un gran repertorio. Avanzó hasta su bello chico y le dio media vuelta—. Abre los ojos—. Heros obedeció. La luz le molestaba en su retina. Hestia le propinó un extenso y húmedo beso—. Así tiene que ser. Dime lo que te guste y lo que no. La comunicación es relevante. Yo siempre escucharé lo que tengas por decirme, y también te expresaré lo que deseé. Heros no solo era atraído por el físico de Hestia, sino, también, por el intelecto y la sensación de seguridad que ella le daba. No indispensable para muchas personas, pero esa preciosa mujer lo hacía sentir especial e importante. —Eso haré. Puedes darlo por hecho —comentó Heros, mirando esos ojos verdes, que lo habían logrado encantar y atraer de forma poderosa—. ¿Y qué hacemos ahora? —Tal vez debamos descansar por hoy —dijo Hestia, de manera divertida—. Mañana haremos muchas cosas y tengo preparado una sorpresa, para celebrar nuestra escapada. ¿Qué opinas? —Eso me parece bien. —Espera aquí un momento —dijo Hestia, caminando varios metros—. Te llamaré cuando puedas pasar. —Espera. —Sacó el sujetado de su bolsillo—. Aquí tienes. —Guárdalo como regalo. Te lo has ganado. Ambos sonrieron de manera tensa, como si fuera un reflejo. El alumno había sido influenciado por su maestra, y había adoptado parte de las expresiones de ella. —Gracias —contestó él, sin agregar más. Heros esperaba sentado el sofá. Miraba los detalles de flores del sujetador, y palpaba la tela en la yema de sus dedos. Recordaba el suave tacto de los pechos en sus manos. A pesar de ese gran tamaño, eran firmes y levantados. Se había detenido, pero en realidad deseaba seguir. Obtuvo un mensaje de texto de parte de su hermosa amante, en el que le decía que, ya podía entrar a la recámara. Se levantó de inmediato, y respiró hondo, preparándose para lo que podía suceder. Nada más de pensar en lo que podían terminar, cada fibra de su ser temblaba ante sus infinitas expectativas, y más teniendo en cuenta lo que le había comentado ella: “Entre más lejos llegues. Yo estaré más complacida y satisfecha”. Se hallaba frente a la puerta, con su corazón tambaleante ante lo que le esperaba. El gélido viento del aire acondicionado, hizo que experimentara un escalofrío, debido a sus nervios. Dio un paso hacia adelante y se adentró con valentía en la enorme habitación. Entonces, presencio a la diosa descendida de los cielos, en un corto y semitransparente baby doll oscuro que, podía dejar observar la braga de encaje negra. Se había acostumbrado a observarle el abdomen y el pecho, pero no las piernas y los gruesos muslos, que le obsequiaban una vista más privilegiada y estimulante. Era más excitante admirar a una mujer en ropa interior, todavía tapándose las partes íntimas, debido a que, hacía volar la imaginación, y aún, se mantenía la intriga de descubrir lo que se escondía bajo esas eróticas prendas. Hestia se acercó a su dulce y tierno conejito que, se había quedado hechizado mirándola. Los ojos azules, como el inmenso mar, brillaban y reflejaban su figura. Había tenido acompañantes sentimentales, pero ninguno había entrado a su cuarto, era más, ni siquiera los había invitado a su suite; porque ellos eran los que anhelaban mostrar las propiedades que tenían. No le gustaba hacer esto, por lo que Heros Deale, sería el primero y último que, podría atestiguar su sitio de descanso personal. Enredó sus dedos en los mechones del cabello marrón en su atractiva némesis, y lo sobó con ligereza. Su gran obsesión y tormento, por fin, estaba en el lugar donde lo quería, en sus dominios, para poder hacer lo que quisieran a voluntad y sin contenerse. Si no la hubiera rechazado en aquel burdel de baile, solo hubiera sido una aventura de una noche, en la que había tenido a un hombre traidor y ordinario; uno más del montón que solo pensaba en él mismo. Sin embargo, se había llevado una gran sorpresa al encontrarse con muchacho de una voluntad de acero que, había sido fiel a los sentimientos que tenía y a la mujer que amaba, provocando que, por primera vez en su vida, experimentara el rechazo. Era como ese juguete que más se ansiaba poseer, pero que, por designios del destino, ya tenía otra dueña. No obstante, había descubierto que esa propietaria se divertía con alguien más, sin prestarle atención al tesoro que guardaba en casa. Había transformado ese diamante en bruto, en la joya más preciosa. Su amable y tierno conejito, ya era un león al que pronto lo convertiría en adulto. La idea de robarle la pureza e iniciarlo en la sexualidad, aumentaban más su deseo de marcarlo y devorarlo. Prosiguió quitándole el saco y la camisa, que se había colocado en el gimnasio, luego de cambiarse el atuendo sudado. Se había quedado con la ropa, pero él había llevado otra mochila de repuesto. Arrojó las vestimentas sobre un sillón, y contempló el tonificado torso de Heros. El abdomen marcado que había obtenido en estos meses, debido a su dedicación, estaba sin vellos. Las cejas pobladas en ese bello rostro, cuyas facciones se había vuelto más atractivas como las de un héroe de un poema épico. La ligera barba en las mejillas y la barbilla, le otorgaban un aura de adulto y de madurez. Las venas se le notaban en los músculos de los brazos. Manifestando en lo fuerte que se había convertido. Ese joven, tan irresistible, era su propia creación. No había imaginado que un chico diez años menor que ella, fuera él que le hubiera llevado la contraria y desafiado, al punto de obsesionarla con tenerlo. Esas eran las sorpresas de la vida, la distinguida, millonaria e inalcanzable Hestia Haller había sido sorprendida por un opuesto a ella, en todo el sentido de la palabra. Reposó sus manos en el pectoral de Heros, y descendió con lentitud, sintiendo y recorriendo la figura de los duros cuadros que se la habían formado; no eran tan exagerados, como en la hipertrofia, sino adecuados para él. Algo que no le gustaba era lo excesivo. Era conocido que se decía que, ni mucho, ni poco, lo justo y necesario, para un término medio, era lo perfecto, para mantener en equilibrio la balanza. —Ven —dijo Hestia, llevándolo hasta la cama. —Continúo soltándole la hebilla del cinturón, y movió el botón, para luego bajarle el cierre de la ropa. Lo empujó con levedad, haciendo que cayera sentado sobre el colchón—. Eres mi invitado y yo la anfitriona. Déjame atenderte y brindarte un servicio especial. —Entonces se hincó en sus rodillas, para soltarle los cordones de los zapatos. Se los retiró, al igual que las medias y el pantalón—. Así está bien. Heros retrocedió para quedar mejor acomodados en el reconfortante lecho. Era un hombre, y se suponía que debía tener la iniciativa y ser el dominante, pero se sentía a gusto, siendo ella quien tuviera las rendas de la situación. No le incomodaba, ni tampoco afectaba su orgullo. Estaba complacido y embelesado de ver cómo Hestia lo guiaba. Debía ser sincero, le fascinaba la idea de ser devorado por una diosa tan perversa y atrevida. Era un privilegio y una fortuna ser tomado como tributo hacia ella. Lo excitaba de gran manera, tanto que lo endurecían, como una roca. Después de todo, Hestia era su maestra y se mantendría a su merced, para aprender más sobre como poder complacerla. Mantendría toda su atención en las clases y grabaría las notas en lo más recóndito de su alma. Hestia sonrió de forma tensa al notar el erguido atributo que se levantaba en el bóxer. Se acostó a medio lado, para darle un estimulante beso, en tanto puso su mano derecha en la firme virtud de Heros. Eso esa dureza era algo que debía y deseaba llevarse adentro de su boca. Se preguntaba sí, podía tragarlo entero.
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