No bajo la mirada, no con él.
─Sigues siendo la misma de antes…demandante y altanera ─menciona, provocándome una sonrisa.
─Eso fue lo que te enamoró de mí ─digo, sin pensarlo mucho, cuando sus ojos se posan en los míos con sorpresa─. Gracias…por lo de hace rato, lo que le hayas dicho al General Presto, yo…
─No te preocupes, hice mi trabajo, no podemos perder a un buen soldado por algo que podemos controlar ─dice, invitándome a entrar a su despacho. Mi pecho siente las estocadas de mis latidos, cuando cierra la puerta detrás de mí.
Él camina delante de mí, apoyándose del escritorio, indicándome con su mano, el asiento donde desea verme sentada. Tomo una bocanada de aire, sentándome.
─¿Puedo saber tu presencia en esta división? ─Inquiero, sin tapujos.
─Soy el mejor para la misión de los hermanos Gambino, fui llamado hace unos días, pero estaba terminando una operación en Rusia ─explica, con imponencia─. ¿Recuerdas tus recibimientos cuando llegaba de un viaje largo? Maldición, se me pone dura la polla de solo recordarlo ─agrega, llamando mi atención. «Aún estás loco por mí, a pesar de que traicioné a tu corazón ¿cómo es posible?»
─A tu esposa, no le gustará esto ─digo, ignorando su pregunta. Me levanto del asiento.
─Mi corazón fue tomado antes por ti, que por ella…nunca podría amar a una mujer como lo hice contigo.
─Lo dices porque quieres follarme de nuevo, Harry, no seré la causante de arruinar tu matrimonio ─digo, fingiendo inocencia, cuando lo que deseo es hacerle daño a Jennifer a través de él, quién me humilló en vez de defenderme. Aprieto mis manos, clavándome las puntas de mis uñas en las palmas de mis manos.
─No tiene que enterarse ─dice, cayendo por completo en mi seducción.
─Harry, tú no eres así…
─¿Cómo, como el mafioso que te folló? ¿Querías eso, que te tomara con rudeza como lo hizo él? Pensé que eso es lo que te gustaba, un patán entre tus piernas, lamiendo tu coño ─espeta, lleno de rencor. Levanto mi mentón, mirándole con firmeza.
─No estoy para estas estupideces, tú estás casado y yo, tengo una…familia ─declaro, haciendo ademán de irme.
Siento cómo los pasos de él rebotan en el suelo, alcanzándome por la espalda. Me sujeta, pasando su brazo por mi vientre, presionándome a su cuerpo mientras que con la otra mano sujeta el cabello de mi nuca, manteniéndome estática en su poder.
─¿Esa niña es mi hija? ─Inquiere, en mi cuello. Con su aliento caliente.
─No… ─digo, en un gruñido.
Harry, de repente, presiona su m*****o erecto en mi trasero. Alarmándome. «Aún no es parte de mi plan» pienso, tragando con dificultad, pensando cómo zafarme de su arrebato.
─¿Es del mafioso? Porque la niña parece tener cinco años ─suelta, helándome la piel.
─Es in vitro, es solo mía ─manifiesto. Súbitamente, él me suelta, mi pecho sube y baja, me giro rápidamente, encarándolo. Su mirada deseosa está en mí.
─Megan…tú me perteneces, el destino me puso en tu camino, para recuperar lo que siempre fue mío. No estés de zorra con los demás, sabes que no me gusta esa actitud. A menos que quieras que mande al Capitán Max Ferreira a unas vacaciones a la guerra. Ahora que he vuelto, tengo más poder que antes, y sobre ti. Retírate de mi despacho, antes de que cometa una falta al sistema ─demanda, con poderío. Asiento, girándome para salir del despacho, puedo sentir cómo mi cuerpo deseaba de nuevo ser tomada por él, sintiéndome un estúpida. Pero tengo que seguir mi plan. Salgo del despacho, sintiendo mi rostro caliente.
Apresuro mis pasos al campo de tiro, donde seguramente me espera el enfurecido Coronel Black. Termino de llegar y él solo me observa con desdén, sin dirigirme alguna palabra. Me acerco a uno de los nuevos soldados, para indicarle cómo desarmar una SIG MPX, tratando de que mis pensamientos no perturben mi trabajo.
Culmino mis horas, con el sudor brillando en mi frente. Llego hasta mi casillero, sacando mi celular para ver unas llamadas perdidas de un número desconocido. Mi corazón palpita con más fuerza cuando escucho el mensaje de voz que me han dejado en el buzón.
─Ragazza, bella ragazza, espero estés lista para tu sentencia ─suelta, la voz de Diaval Gambino, con su respectivo acento. Esta, me conmociona el cuerpo, recordándome el placer que obtuve en sus manos grandes y toscas. Aprieto mi labio, borrando registro de todo lo referente a él, que pueda joder mi rango, luego de un intento banal de rastrear ese número. Suelto un suspiro, sintiendo cómo mi pelvis se aprieta y mi coño se lubrica «Estoy actuando como una enferma» pienso. Sin entender por qué reacciono así, solo con su voz.
Cierro el casillero con fuerza, tomando mi toalla para darme una ducha fría. Antes de irme a la habitación que me proporcionan como Capitán, ya que hay días en los que toca doblar turno…hoy es un día de esos. Entro a las duchas, donde varias cadetes caminan desnudas con sus maravillosos cuerpos gracias al arduo entrenamiento de la división. Pareciendo que estoy viendo la escena de un Harem, por el vapor de las duchas.
Cuelgo mi toalla, abriendo la llave para meterme debajo de la lluvia. Tratando de refrescar el calor que emana mi cuerpo.
─Megan, lindo tatuaje ─menciona, Domenika; la teniente siempre enamorada de Max. Me observa las costillas, con su rostro angelical y ojos azules, enormes. Le doy un vistazo al tatuaje de una “M” con la serpiente, rodeándola.
─Gracias, representa a mi familia ─digo, ella asiente, con una sonrisa.
─La división está enloquecida por la presencia del General Mayor, que viene de la principal, a parte, han llegado nuevos cadetes…una en específico, está rondando a Max ─gruñe, y recuerdo que él me dijo que se la ha follado a penas la conoció. Pobre de Domenika, la única que no se atreve a tocar, por ser virgen.
─¿Has visto algún teniente guapo? ─Inquiero, obviando que ha mencionado a Harry.
─Sí…dos nuevo, vienen de Brasil, y están para chuparse los dedos ─menciona. Cierro el grifo, luego de quitarme el jabón. Me envuelvo en la toalla, dándole una sonrisa.
─Hoy quiero visitar Suramérica, quizá me dé mucho calor ─digo, pensando en quitarme el deseo con algún teniente nuevo. Ella se sorprende, ya que es una puritana en un mundo de perversión, como lo es el SAMC. Salgo de las duchas, vistiéndome con mi pijama y sin ropa interior, quedándome a la espera de que los chicos entren a los casilleros.
Cuando entran en manada, mis ojos se encuentran con dos majestuosos morenos. Separo mis labios, al ver sus cuerpos brillando por el sudor. A su costado, Max los guía.
─Capitán ─dicen al unísono, al verme, haciendo el saludo militar.
─Tenientes, bienvenidos ─digo, acariciado las palabras con mi lengua. Uno en específico, llama mi atención. Me acerco, cerrando mi casillero y tomando mi celular junto a una tira de preservativos, ocultándolos en mi espalda─. ¿Nombres? ─Pido, sin tapujos. Remojando mis labios.
─Fernan Pereira y él es Tato Santos, está puliéndose con el inglés ─responde, el que me interesó, en un perfecto inglés.
─Teniente Pereira, sígueme, es una orden ─demando, con la mirada de Max, sorprendido, pero con una sonrisa jocosa de complicidad.
─Disfruta, Capitán ─dice, a nuestras espaldas. Sin saber que usaré mis ganas para comenzar mi plan. Llevo al teniente, al área de la piscina, que a estas horas se encuentra vacía. Levanto la vista, encontrándome con las cámaras de seguridad, imágenes que primero pasarán por el soldado del General Mayor, y se las hará ver. Que espero, no las vea Jacob Presto. Esbozo una sonrisa, disfrutando mi alevosía.
Tomo del cuello de la guardacamisa al brasileño, para empujarlo contra la pared, esperando darle una buena vista al General Davis.
─Capitán…nos verán, podrían expulsarme y la sancionarán ─dice, nervioso, cuando rozo mis labios con los suyos. Tiro mis cosas en la banca a mi costado, dejando al descubierto, la tira de condones plateados.
─No se atreverá, por más que le duela ─digo, dejándolo desconcertado, pero tomo sus labios con los míos, sintiendo al calor invadirme. Tomo con mis dedos su guardacamisa, rasgándola junto a un jadeo de mi parte. Él se asombra─. Fóllame duro ─pido, en sus labios─. Es una maldita orden ─gruño, con el corazón palpitando con fuerza mientras mi coño se humedece por el olor a sudor del latino, y de cómo se sienten de duros sus pectorales bien trabajados.
Súbitamente, él me gira, apoyándome contra la pared, jadeo. Cuando baja mi pantaloneta, rozando sus dedos con descaro en mi hendidura resbaladiza por la lubricación de mi excitación. Aprieta mis senos, sintiendo la dureza de mis pezones, jugando con ellos, enloqueciéndome. Mis mejillas arden pero mi cuerpo suplica por una gran v***a. Empuja su pene erecto, contra las caras de mi trasero, mientras me aplasta con su cuerpo hacia la pared, sujetando mi cabello con una de sus manos «¿Estás dando todo de ti, teniente?» pienso esbozando una sonrisa, para posar mis luceros en las cámaras que nos enfocan.
─Dios…eres tan perfecta y sensual ─gruñe, en mi hombro, mordiéndome levemente.
─Usa un puto preservativo, teniente ─digo, señalándole, la tira de condones. Él se inclina, sonriendo.
─Eres una Diosa ─jadea, ruedo los ojos.
─Me han dicho eso, ahora termina de follarme antes de que busque a tu compañero ─advierto, en un resoplido.
─No lo permitiré, eres mía ─suelta, posicionando su m*****o envuelto en el látex, en mi coño. Giro mi torso levemente, tomándolo del cuello con mi mano.
─No soy de nadie, pero soy tu puta superior. Así que, es mejor que te mantengas callado ─espeto, amenazándole. Él traga con dificultad, le suelto, volviendo mi vista a la cámara, sintiendo cómo me llena con su v***a…no tan grande, pero sí gruesa. Fernan, comienza a embestirme con rudeza, apretando mis senos a su antojo, gimiendo en mi espalda. El sonido de sus gónadas chocando con mis nalgas, me excita aún más. Así que gimo como una desquiciada, bajando mi mano a mi clítoris para ayudarle a que me dé el orgasmo que tanto deseo.
Mi pecho sube y baja, me giro, empujándole fuera de mí, en un jadeo. Para encararlo, tomo sus labios, besándole con vehemencia y lujuria, solo eso. No es más que una ayuda para liberar la presión de mi interior. Me alza con sus fuertes brazos, pegando mi espalda de la pared, para penetrarme con fuerza, tal y como le ordené. Él se inclina a mis pechos, mordiendo levemente mis pezones para hacerme gemir de manera exquisita. Le da unas cuantas estocadas más a mi coño empapado, para comenzar a sentir la tensión en mis músculos por el orgasmo que me avasalla.
─Ahhh, carajo ─gruñe él, acabando en el preservativo, llevándome a sentir cómo su polla palpita dentro de mí.
Me separo de él, acomodando mi ropa, me inclino, tomando mis cosas para mirarle con la respiración alterada y el rostro rojo.
─Gracias, teniente, retírese a sus aposentos, soldado ─demando, sorprendiéndole. Empujando lo que quedaron de los preservativos en su pecho.
─Hermosa, pero…
─No, esto no se volverá a repetir ─le detengo, a que me bese.
─Es imposible no querer más de ti, tienes un coño tan delicioso ─espeta, provocándome una sonrisa.
─Vete ─ordeno, con frialdad. Al moreno de ojos castaños y cabello a juego. Él termina resoplando, tomando lo que quedó de su camisa, para salir de la piscina.
Suspiro, mirando la hora en la pantalla de mi celular. Así que, le doy una última mirada a la cámara, y me voy a mi habitación, de la torre de descanso.
Lanzo mi cuerpo en la pequeña cama, que me proporcionan para reparar mis fuerzas. Y marco en mi celular el teléfono de mi casa. Escucho los tonos.
─Buenas noches, casa de Megan Miller ─responde, la Nana de mi hija, y que fue entrenada para cuidar de cualquier peligro a los chiquillos que pertenecen a soldados de SAMC.
─Bree, ¿Halsey se encuentra despierta? ─Inquiero, ella hace una pausa, verificando.
─Sí, ya se la paso, señorita. Estaba esperando su llamada para dormir ─anuncia, provocándome una sonrisa, por lo dulce que es mi hija.
─Mami, mami ─dice, con su vocecita.
─Hola, mi pequeña agente especial. Notifíqueme la situación ─digo, imitando como a ella le gusta.
─Cené todas las verduras, me bañé, leí y…comí un chocolate que tomé de la alacena ─explica, manteniendo mi sonrisa y la emoción en mi corazón.
─Bien hecho, soldado. Permiso concedido para descansar ─menciono, bostezando.
─Te amo, mami ─dice, acelerando mi corazón.
─Y yo a ti, mi pequeña capitana. Sueña lindo, mañana te veo, te llenaré el rostro de besos ─declaro, escuchando una risita de su parte.
─Eres la mejor ─menciona, conmocionándome. Suspiro.
Súbitamente, la puerta de mi habitación, se abre. Sobresaltándome, tomo el arma debajo de mi almohada, levantándome para apuntar. Pero mis luceros observan en la oscuridad los ojos de Harry.
─Tengo que colgar, cariño, te amo…dulces sueños ─digo, rápidamente, colgando. Bajo el arma, ya que no puedo apuntarle a un superior, por más que quiera dispararle.