Los días posteriores a la llegada a casa de mis padres tomo todo de mi salir de la cama día tras día
Sin embargo, lo hago.
Tengo un trabajo en una tienda electrónica y estoy ahorrando para el parto.
Por ahora paga las cuentas, pero sé que tengo que buscar un mejor empleo.
Bajo las escaleras y encuentro mi madre junto a su amiga que habla de la fiesta sorpresa que está planeando para su hija.
―Buenos días ―murmuro antes de ir hasta el refrigerador.
―Buenos días, cariño ―mamá me da una sonrisa.
―Es bueno verte en casa, Jenna.
―Gracias ―digo a la señora Davis.
―Pero dime cómo es eso que no tienes el catering.
Mamá retoma su conversación.
―La verdad, pensaba hacer pizzas.
―Magda, eres un caso perdido ―se ríe mamá mientras limpia la encimera.
―Llame a un servicio de cáterin y me están cobrando un ojo de la cara.
Me sirvo un vaso de zumo y miro a ambas mujeres.
―Podemos decirle a Logan.
Frunzo el ceño.
― ¿Quién es Logan?
Mamá pone los ojos en blanco.
―Logan Parker es nuestro vecino desde hace unos meses.
―Okey― murmuro e intercambio una mirada con la señora Davis.
―Es cocinero.
―Querrás decir chef.
― ¿No es lo mismo? ―mi madre me da una mirada brillante.
―Bien, relativamente lo es. Pero no le digas así.
―Vale, iré a su casa ahora mismo.
―Mamá, debe estar durmiendo.
Niega.
―Lo vi pasar temprano para su caminata matutina.
Con eso la veo salir.
―Ella está dispuesta a ayudar ―digo riendo.
―Ya conoces a tu madre.
Asiento con gesto exasperado.
― ¿Cómo estás? ―inquiere en voz baja ―tu madre me contó algo y lamento tu perdida.
―Gracias ―me aclaro la garganta― realmente me siento como una mierda.
―Pero debes fingir que estás bien.
Asiento con una ligera sonrisa.
No pasa mucho tiempo antes de que escuche la puerta principal, abrirse de nuevo y una risa de mamá.
Mi madre entra a la cocina y detrás hay un hombre alto, vistiendo vaqueros y una camiseta.
―Él es Logan ―anuncia.
―Hola ―dice con una sonrisa de circunstancia.
Asiento con una sonrisa educada.
―Ella es mi amiga Magda y… ―se detiene a mi lado ―Ella es Jenna, mi hija.
―Te he visto antes.
― ¿En serio?
―Sí, bueno. Somos vecinos ―balbucea un poco y pasa su mano por su cabello rubio, estilo surfista.
―Ya, lo siento es que no soy muy sociable.
―Bueno ―mamá interviene ―Logan tiene un restaurante que está ganando fama en el centro de la ciudad.
―Exagera señora Browne.
Sara, si me llamas señora Browne me haces sentir vieja.
Logan me da una mirada circunstancial y me encojo de hombros.
―Yo les dejo.
― ¿A dónde vas?
La pregunta proviene de mi madre.
―Voy a tomar un turno extra hoy.
―Es tu día de descanso.
―Odio que trabajes en ese lugar.
―Yo también lo odio ―me rio entre dientes ―Pero es lo mejor hasta que encuentre otro trabajo mejor.
―Yo podría ayudar.
Las tres mujeres miramos a Logan.
―Perdón, no quise ser entrometido ―ríe nervioso ―pero estoy necesitando a alguien cualificado para mi restaurante.
―Esa es mi muchacha.
―Mamá.
―Logan, mi hija trabajaba en un restaurante de los Ángeles.
― ¿En serio?
―Sí.
―Perfecto, entonces eres la indicada.
Entrecierro los ojos.
― ¿Por qué?
―Por qué, ¿no? Mira, lo último que quiero es tener que entrenar a alguien.
―No sé.
―Venga Jenna, ¿qué puedes perder? ―dice con una sonrisa genuina.
Miro a mi madre que asiente con entusiasmo.
― ¿Puedes reunirte conmigo esta tarde en el restaurante?
No está mal la idea de cambiar de trabajo.
Odio el actual.
Supongo que tiene razón, ¿Qué puedo perder?
¡A la mierda!
Voy a llamar a mi trabajo ahora mismo.
― ¿A qué hora podemos reunirnos?
Mamá aplaude encantada.
―A las dos, ¿te parece? ―asiento ―primero debo atender este predicamento.
Mira a la señora Davis.
―Pizza para el cumpleaños ―niega.
La risa se hace presente en la cocina y realmente se siente bien poder reír luego de todo lo que he pasado.
⭐⭐⭐⭐⭐
Luego de una mañana ajetreada donde termino de organizar algunas de mis cosas. Por su parte, Logan se llevó a su casa a mi madre y la señora Davis para así ayudarles con su problema.
Hice la llamada correspondiente a mi trabajo y luego de que mi estúpido jefe me gritara le dije que podía irse mucho al diablo.
Eso fue lo más emocionante de mi mañana.
Estoy revisando algunas de mis cosas y encuentro un pequeño cofre donde encuentro la pulsera de platino que Dante me regalo hace un par de meses.
Él sabía que no iba a recibirle nada ostentoso. Así que me regalo una pulsera sencilla y el único detalle que cuelga de este es un pequeño diamante engastado en forma de esfera.
La amé porque podía llevarla siempre conmigo, aunque estuviera en el restaurante.
Con una sonrisa y los ojos llenos de lágrimas que no permito derramar me la pongo.
―A papá le gustaba que la llevara ―digo en voz baja ―Vamos a llevarlo con nosotros, cielo.
Narrador omnisciente.
― ¿Crees que algún día despierte?
La mujer se tragó el nudo de emociones que la acechaban.
Pero ella no era de las que se derrumbaron por algo, es la matriarca de su familia.
Ella nunca fallaba y obtenía lo que quería.
―La verdad es que no lo sabemos ―susurra― por eso he usado todos mis contactos para mantener esto secreto.
―Entonces, es mejor que mantengamos el frente unido y no decir la verdad, por si no llegara a despertar.
La mujer suspira y mira a la persona inconsciente sobre la cama.
―Al menos me deshice de esa marginal y su bastardo.
―No estuve de acuerdo con que lo hiciste.
― ¿Acaso te gustaba ese insignificante ser? ―atravesó con la mirada al hombre a su lado.
―No es asunto tuyo.
La risa casi malvada de la mujer lleno el lugar y dio un par de pasos hasta la cama donde acaricio con delicadeza la mano del hombre sobre la cama.
―Ustedes, los hombres, son tan básicos, se conforman con nada.
―Él se había conformado con ese nada― señala hacia la cama.
―Y tú querías quitarle su insípido juguete, no me engañas ―sonríe de lado y el hombre de pie a unos metros se remueve―pero también la engañaste y eres parte de todo este circo.
Con cuidado deja la mano del hombre inconsciente en la cama y avanza hasta estar cara a cara con su acompañante.
―Si yo caigo, tú también lo haces, sobrino.
Con eso, sale de la habitación.