Cuando los dos llegaron a la habitación de aquella taberna, el lugar era tan pequeño y poco agraciado que Morgana podía asegurar que su closet era mas grande que ese aposento. El suelo de madera opaca como si nunca la hubiesen pulido tenía una alfombra vieja de color vinotinto cerca de la cama, había una mesita con dos sillas cerca de la ventana, quizás para beber algo después de la “acción”. El lugar se encontraba tenuemente iluminado por dos candelabros, uno a cada extremo sobre dos mesitas de madera. La cama tenía el tamaño para que dos personas pudieran acostarse, pero sin duda no podrían moverse demasiado. Al príncipe Aslan no le agradó aquello, en esta ocasión deseaba hacer las cosas bien así que, volteándose en dirección a Morgana, pretendió decirle que se fueran a otro lugar.
—¿Qu
