Mientras tanto en el aposento personal del tesorero real de Severin, se encontraba la reina Brisda sentada cerca de la ventana viendo el paisaje que se reflejaba. Era una mañana soleada, de esos días que provocaba permanecer afuera, sin embargo, los planes que ellos tenían debían hacerlos escondidos desde la comodidad de aquel aposento. Entonces de un momento a otro el tesorero se levantó de su asiento y se acercó para besar a la reina, pero ella de inmediato se apartó de la ventana, exclamando: —¡¿Acaso te volviste loco, Leoric?! ¡No puedes besarme frente a la ventana, ¿Qué ocurriría si nos ven? mi esposo el rey se quedó en nuestro hogar, sin embargo, los chismes de este tipo vuelan tan rápido como un águila —comenta Brisda alejándose de la ventana, y cuando está en un lugar mas seguro,