—¡Príncipe Kest, espere! —exclama Dalila cuando observa que el príncipe estaba justo frente a la puerta. Dalila comenzó a sudar frío del miedo y lo que hizo fue juntar sus manos en forma de plegaria, rogándole a todos los dioses que la reina Morgana y el príncipe Aslan no estuvieran como a cada despertar: haciendo el amor como si no existiera un mañana. La muchacha estaba con sus ojos cerrados, rezando mil y un súplicas esperando el momento cuando el príncipe abriera la puerta, pero cuando él puso una de sus manos sobre la perilla de la puerta, el príncipe quedó inmóvil y luego parpadeó sus ojos, diciendo: —¿Qué era lo que se suponía que iba hacer? ... lo olvidé —dice el príncipe Kest sintiéndose confundido. Dalila abre sus ojos observando como el príncipe de un momento a otro parecía p