Capítulo 1

1325 Words
Alexia 4 años han pasado desde que mi madre partió y nos dejó con este monstruo. Esa misma noche comenzó mi pesadilla. hoy mi vida se convirtió en una pesadilla, a diario rogaba y le rezaba al señor para que mi padrastro muriera, que alguien lo matara, o que me llamara la policía para decirnos que un coche lo atropello. Todo mi cuerpo me duele, ayer llegó mi padrastro borracho como siempre y me golpeó hasta quedarse sin fuerzas. El motivo fue que no había que cenar, irónico no, porque no recuerdo haber recibido dinero de él para prepararle cena. Me siento con dificultad sobre el colchón y miro los moretones de mis brazos, logro ponerme de pie y percibo que el dolor se vuelve más intenso, recorriendo cada parte de mi cuerpo. Salgo del sótano y me dirijo a mi cuarto una vez entro voy hasta mi ropero para tomar una blusa negra, un suéter unas tallas más grandes a la mía y un pantalón de tela color n***o, bueno en algún momento lo fueron, salgo de mi cuarto y me adentro al baño para poder darme una ducha con agua fría para poder adormecer mi cuerpo. Al terminar con mi ducha me seco con pequeños toquecitos para que mis heridas no duelan más de lo que ya duelen, me pongo la ropa, voy de nuevo a mi cuarto y me pongo el par de zapatos de siempre. Recojo mi cabello en una coleta simple y despierto a mis hermanos Felipe de 11 años, Alan de 8 , tom de 4 y la pequeña Sara de 3 años. Les preparo el desayuno, bueno, un vaso de jugo y unos sándwiches, con las cosas que escondemos cuando cobro mi sueldo, antes que John me lo arrebate de las manos. En el dormitorio que compartimos los cuatro, tenemos varias cosas, dejo todo listo para que no se note que hemos comido. Después tomo mi bolso que esta apoyado sobre una de las esquinas de la habitación. Tomo mis llaves y los chicos con sus cosas para el colegio y con eso salimos casi al amanecer porque nos toca caminar y después yo debo ir a la empresa en donde trabajo hace dos años, no me puedo dar el lujo de gastar en autobús, lo bueno que el colegio y la empresa quedan cerca, el problema es el regreso a casa que nos toma una hora y treinta minutos. Una vez que llego voy directo a mi puesto y me siento para poder adelantar lo más posible. No puedo darme el lujo de perder este puesto, gano buen dinero, no me hará rica. Pero si puedo mantener a mis hermanitos. Yo entre como personal de aseo, después pase a cafetería y cuando termine mis estudios de secretariado. Gracias a la antigua secretaria me ayudo con el puesto y llevo un año y no he recibido quejas, creo que lo hago bien. La mañana pasa y entre estar pensando en sus hermanos y en como haría para pagar la luz que ayer les cortaron. El timbre del teléfono de su escritorio sonó, pero ella no lo escuchó al primer timbrazo. El teléfono dejó de sonar justo cuando lo iba a contestar. Sus pensamientos desde hace unos meses se pierden, entre tanto pensar en todo lo que ella había tenido que hacer para cuidar de los niños ella sola. Pero el problema no era cuidar de sus hermanos. Si no su padrastro quien cada vez que tenía oportunidad, su mirada se volvía más asquerosa. Salgo de mis pensamientos cuando veo pasar por frente de mi escritorio a Isabella, quien me sonríe de manera maliciosa y sé que algo malo va a pasar porque esa mujer solo sonreía de esa manera, cuando algo estaba a punto de sucederle a alguien y más a mí. Isabella era la secretaria del vicepresidente, el señor Thompson, desde hacía más de 5 años y odia que yo me hubiera quedado con este puesto. Ser la secretaria del señor Dimitri Ivankov, te ponía en un nivel superior que las demás secretarias. Al principio todo había ido muy bien con su jefe, el cual no es precisamente el más amigable, pero siempre ha tratado con respeto a todos sus empleados. Durante meses mi trabajo ha sido una maravilla, él le había expresado su gratitud, su buen trabajo, pero eso había quedado atrás, al igual que la paz en su vida. Desde entonces todo había empezado a ir mal. Ya que por las noches debía dormir con un ojo abierto y el otro cerrado. En este último mes, siempre estaba paranoica y nerviosa. Había tenido problemas para concentrarse, la trataban como si fuera una carga, y no los culpaba, había escuchado muchos chismes sobre ella. Pero la actitud de su jefe había empeorado, haciéndola perder él poco y casi nulo equilibrio que le quedaba ya hasta había empezado a decaer. Mis fuerzas cada día mermaban un poco más, solo me mantenía en pie y cuerda por mis hermanos, los golpes e insultos que a diario recibía, no querían que pasaran a sus hermanitos. Ella sabía que los cuatro debían salir de ese lugar, pero no era fácil porque el monstruo siempre estaba atento a sus pasos. Una vez lo desafíe y termine con la pierna rota y un corte desde mi pierna por un clavo oxidado. Eso fue hace 6 meses y probé que él tenía razón, que, si nos íbamos, él nos encontraría y les haría daño a mis niños. Cuando salgo de mis pensamientos una presencia se siente y delante de mi escritorio está mi jefe, cuando lo miro nuestros ojos se conectan y me fijo que son azules eléctricos y me ven con frialdad. Mi jefe últimamente estaba de mal humor, aparte de insoportable y lamentablemente yo siempre soy la primera que ve y se descarga conmigo. —¿Dónde ha estado? — me pregunta con calma y despacio, pero tenía más miedo a eso que a que me gritara por todo el piso. Aquel hombre guapo, podría hacerte trizas con solo algunas palabras. —Aquí, señor. — respondo en un susurro, por el miedo que me provoca. —Y si has estado aquí sentada, ¿Por qué maldita sea, no contestas el maldito teléfono? — me lo dice tan lento y despacio. —Yo… yo… heee…. . — soñando, despierta como siempre. — dice Isabella desde su escritorio que queda a solo unos metros. Por estar remplazando a la secretaria del vicepresidente Gómez . — SEÑORITA MARIN NADIE LE PREGUNTO A USTED, OCÚPESE DE SU TRABAJO. - Le dice sin dejar de mirarme. —Le p**o un sueldo para que realice un trabajo para mí, verdad o me equivocó, yo no dispongo del maldito tiempo para estar saliendo de mi oficina, para buscarla para que haga su maldito trabajo. Sus reproches y en ese tono tan cortante hacen que mis ojos se cristalicen. —Lo siento. — digo con un nudo en la garganta. —Eso no me basta, no quiero más sus excusas. ME ESCUCHO. -yo solo asiento. ¿Dónde están los documentos que aún no están en mis manos? —Aún no están acá. Él me miró con el ceño fruncido. — apenas lleguen los quiero en mi oficina y espero no tener que salir a buscarla por toda la empresa. Ya se le está haciendo costumbre, ¡no!, ya son muchas veces—. —Solo fueron tres - digo casi en un susurro. Él detiene su andar antes de llegar a su oficina, se da vuelta y me mira con una ceja alzada. . — y no deberían ser ni una sola vez. — me dice con enojo en su voz. Lo sé, me disculpo. — le digo bajando mi cabeza. —tu trabajo está en riesgo, por ser irresponsable, solo se lo diré una sola vez. Continuará… Acompáñenme a ver a este par, el cual vivirán muchas cosas.
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