Las consecuencias de lo ocurrido en el Despacho Real no se hicieron esperar, el Rey había ordenado que la Princesa no saliera de su alcoba por lo que restaba de semana, por lo que prácticamente la puerta de su habitación se abría solo para recibir su comida y despachar los platos sucios.
Me sentía furioso, la trataban como a una chiquilla sin derechos, menos que una plaga... nada. Nadie ahí había abierto la boca para mencionar lo ocurrido. Prácticamente no el Rey ni la Reina habían sido vistos por aquella ala del palacio para tan siquiera saber cómo estaba, pero al mismo tiempo me sentía algo aliviado, ya que de ese modo no le pondría las manos encima otra vez, y ese era mi objetivo principal... Asegurarme que no volviera a tocarla.
Por todo eso los días estaban siendo tranquilos y muy l
