Los flashes siguieron disparándose uno tras otros mientras la flameante pareja tomaba el camino de salida, los periodistas parecían enloquecidos, la noticia de toda esa cantidad de dinero dispuesta para una causa tan importante jamás se la vieron venir, nadie, en realidad... mucho menos Koopman, de cuyo bolsillo saldría todo, y eso no le había hecho feliz. —¡Maldita sea, Genevieve! ¿Acaso perdiste la razón? ¡¿Por qué demonios le dijiste eso a la prensa?! ¿Sabes cuánto dinero voy a perder por tu culpa? —exclamó Koopman cuando finalmente estuvieron en el interior del complejo… Lejos del alcance de los reporteros— ¡Genevieve! El hombre estaba rojo de la furia y el hecho de que ella decidiera ignorarle y continuara caminando sin detenerse ni siquiera a voltear para encararlo, pareció desquic