Tres semanas

2308 Words
Salomé fue a darse una ducha rápida apenas llegaron del desayuno. Entró en el baño y dejó caer la toalla que la cubría para entrar al agua. Cuando esta cayó en su cuerpo sintió placer absoluto y el recuerdo de Cristian golpeó su mente. Le dijo gay y le demostró que no lo era. Su cuerpo no pudo evitar prenderse al sentir esos labios ardientes que por poco le quita hasta el alma. Con una de sus manos cubrió sus labios y con la otra empezó a explorar la piel. Se dejó llevar por aquella sensación que sólo fue un toque lleno de mucha candela. La aceleración en su corazón se volvió desesperante y las ganas de correr un deseo, se atormentaba así misma pensando en un hombre con el corazón más frío que un témpano de hielo. . . . . . . . . . . . . . Cristian estaba en su oficina, necesitaba unos documentos que Salomé los tenía en su poder. Ha llevado cada trabajo indicado en perfecto orden sin importar el corto tiempo que tenga. Su deber como asistente era entregar los oficios en el tiempo establecido, aunque sabía reprochar a sus espaldas, lo lograba. Se puso de pie y caminó a la habitación de Salomé para pedir lo que necesita. Tocó, ella no salió, la puerta estaba abierta, decidió entrar. Al hacerlo escuchó el agua recorrer en el baño, llevó las manos a la perilla pensando en entrar o no, al final lo hizo. Encontró una silueta desnuda dentro de la ducha. Las paredes eran transparentes, pero estaban llenas de vapor que poco se podía visualizar. Cruzó los brazos, la forma en que se movía era extraña y se volvió más cuando la mano de Salomé hizo contacto con la cortina de vidrio y escuchó su nombre salir entre jadeos. - Cristian….. Estiró los labios satisfecho, dejó de mirarla y se alejó. Salomé pudo respirar después de complacerse a sí misma. Recuperó la cordura y continuó con su baño. . . . . . . . . . . . . - Me hubiera quedado en el país si íbamos a volver hoy mismo. – dijo Salomé al caminar junto a Cristian por el departamento. - Te quiero a mi lado. – respondió con un tono seco y cortante. – recuérdalo, esto viene en el contrato que acabaste de firmar. – fijó sus ojos en Facundo y se acercó a él. – toma esto y ve a guardarlo en el despacho. El hombre asintió al tener en sus manos un sobre amarillo. En total silencio y obediente caminó al lugar indicado donde desapareció. - Vamos. – volvió a decir Cristian en dirección a Salomé. – la empresa nos espera. - Quiero descansar. - Descansas en la noche. Como novia del presidente y CEO debes de estar siempre conmigo. – por alguna razón sintió que Cristian estaba de malas, su tono de voz al igual que sus grandes pasos cuando empezó a caminar en dirección de la salida daban mucho que decir. - Creo que está abusando de su poder. – reprochó ella y cruzó los brazos a la vez que caminada de tras de él. Cristian se dio la vuelta y sin previo aviso la arrinconó en la pared hasta estar cerca y que sus respiraciones sean una sola. - El tiempo que tengo es corto. – dijo tan cerca de ella que su voz fue un golpe en el rostro. – hay dos opciones, lo aprovecho o lo ignoro ¿Dime cuál crees que deba elegir? - Yo…yo no lo sé. – respondió Salomé firme y sin dejar de mirarlo. – esa decisión tuya, no mía. Él dejó ver una sonrisa, verla nerviosa y hasta agitada frente a él era algo que le gustaba de todos las formas existentes y por existir. - Te quiero en mi cama. – habló de golpe y directo provocando que ella abriera sus ojos y el verde fuera más fuerte. - ¡¿Qué?! - No lo voy a repetir, lo escuchaste muy bien. - Cristian, yo sólo firmé para ser tu novia, no tu acompañante de noche. - Hay otro contrato preparado para eso. Hasta no ser firmado no puedo tocarte. Tengo una política estricta y también soy un caballero. - Yo no soy tus otras novias a las que has dejado. No pienso firmar. Cristian se acercó un poco más, sus ojos jamás se despegaron de los de ella. - Te escuché decir mi nombre mientras te dabas una ducha. – dijo en el oído de Salomé. – y maldiciones no eran. – dejó ver una sonrisa de placer y burlona para ella. - ¿Invadiste mi privacidad? – preguntó Salomé un poco a la defensiva. Claro que estaba nerviosa, pero saber que la espiaron le molestaba. - ¿Por qué lo hiciste? - Quería unos documentos y sin querer entré en el baño. – respondió sin falta de remordimiento. – me alegra a verlo hecho. Ahora sé que sientes atracción por mí. No te doy asco, sino deseo, lo sentí por el tono de tu voz. Soy tu tipo. Salomé dejó ver una sonrisa que indicaba divertirse con él, no iba a demostrar más nervios. - Sí era el nombre de Cristian el que mencioné. – dijo al cruzar sus brazos. – pero era otro, uno más guapo, más sensual y menos estúpido. – dejó de sonreír. – Cristian, no eres mi tipo ya te lo dije. – respiró, dio unos pasos para poder liberarse, pero él la retuvo al tomar su brazo y de manera rápida apegarla en su pecho para después besarla. Salomé al principio se resistió, pero entre más pasaban los segundos ella perdía la batalla por completo. Las manos de Cristian la envolvieron en candelas y aquel beso era una completa bomba de tiempo, miles de explosiones cruzaron por su mente. - Cuando estés lista para el segundo contrato me lo haces saber. – dijo él al separase de los labios de Salomé. – muy en el fondo soy tu tipo y quiero ser tu primer hombre. - ¿Cuándo dejarás de intentarlo? – preguntó ella sin dejar de verlo a los ojos. - Tengo seis meses. Cada segundo del día estaré junto a ti. - No vas a convencerme que lo haga. - Yo no estaría seguro de eso. – sus manos se posaron en los muslos de Salomé. – si te toco esta parte tu corazón se acelera, tu piel se eriza y tu respiración se vuelve intranquila ¿Qué pasa si subo más? – preguntó sin dejar de mirarla y de forma ágil empezó a recorrer una distancia más arriba, muy cerca del panti. – responderé yo mismo, estas en llamas ¿Crees qué vas a resistir? - se acercó otra vez a sus labios y preguntó seductor. - ¿Podrás con mi seducción, Salomé?. Salomé intranquila cerró los ojos esperando los labios de aquel hombre topar los suyos, pero no sintió nada más que un beso en el cuello. Cristian sonrió por lo que había provocado, tomó su mano y le dijo. - Hemos perdido más del tiempo que se me permite. – empezó a caminar. - la empresa nos espera. . . . . . . . . . . . . . . . . - ¡Salo! – llamó Larena en cuanto la vio entrar, intentó ir a abrazarla, pero el jefe venía con ella sujetándola de la mano. Se recompuso y saludó. – señor Cristian, bienvenido. Cristian sólo la vio sin responder a su saludo, tomó a Salomé y le dijo. - Vendré por ti en el almuerzo, pero antes necesito que me envíes los documentos con respecto a los balances trimestrales de la empresa. Es urgente, Salo. - Los descargo y te los entrego. – respondió ella al mirarlo. - Perfecto. – Cristian la tomó del mentón como si estaba dando algún tipo de premio. Se acercó al oído y dijo en voz baja. – si necesitas el baño, ve al de mi oficina. – dejó de verla y caminó hasta desaparecer. - ¿Qué fue todo eso? – preguntó Lorena totalmente pasmada y sin poder creer lo que sus ojos miraban. – pensé que te despidieron y resulta que vienes de la mano del jefe ¿Me perdí algo? - Son cosas que pasan, como el agua en el canal. - Pero ¿Tú y el jefe? Tú lo detestas y él, de él no sé qué pensar. Desde que tomó la presidencia te ha hecho trabajar el doble y ahora son pareja ¿El jefe hizo que olvidaras a Alexander tan rápido? Porque si es así creeré en la frase un clavo saca a otro clavo. Salomé sólo pudo sonreír, su amiga siempre pedía muchos detalles. - Vamos, tengo que entregar los informes al je.. a Cris. – corrigió sus palabras. Dos meses llamarlo jefe y ahora llamarlo por una abreviación era algo complicado. . . . . . . . . . . . . Cristian sus ojos fijos en la pantalla, el sonido de la puerta lo distrajo, sabía de quien se trataba. Sólo había una persona en el mundo que podía golpear sin parar hasta que se le permita pasar. - Pasa, Salomé. – dijo sin la necesidad de mirarla. Ella entró, cerró la puerta y caminó hasta dejar los papeles en el escritorio. - Lo solicitado. – dijo esperando su respuesta. Cristian nunca cuestionó su trabajo, la forma en que Salomé lo hacía era perfeccionista como si no quisiera cometer errores o no se permitiese. Miró aquellos documentos a detalle, después de un tiempo en silencio los dejó en la madera, se puso de pie, tomó su mano y habló. - Vamos a almorzar. Esas palabras eran simples, pero para Salomé significaba que hizo un buen trabajo. Cristian jamás calificaba su desempeño, bastaba decir con que se retire para saberlo y si estaba mal, se lo devolvía cosa que solo pasó una vez. “ – Señor, lo solicitado. – dijo Salomé cuando entregó los informes siendo su primer día como asistente de Cristian. Él no la miró, levantó su mano para que se los entregará y empezó a revisar. Su rostro ya duro, se formó a un más. La miró y se los regresó. - Vuelve hacerlo. – habló y volvió a la laptop. Salomé no sabía que error había cometido. Supuso que por ser hijo del señor Wilson Roberts era lo mismo, mismo chip, pero al parecer no le gustó su trabajo. Lo tomó de vuelta y aceptó el desafío de hacerlo el triple de bien” . . . . . . . . . . . . . . . . . . - Que sean dos platos y una botella de vino. – dijo Cristian al capitán de la mesa. Ordenó algo ligero para ambos donde la mayoría de las porciones eran ensaladas. Su físico no podía verse afectado. No sólo estaba al frente de la empresa, también estaba a cargo de otro negocio donde se implica utilizar mucha fuerza y astucia. - Esto no es un almuerzo. – reprochó Salomé al ver su plato donde sólo había una pechuga de pollo y hojas verdes. – quiero pedir algo más. El capitán miró a Cristian esperando alguna orden de su parte. - Traiga lo que le pide. – dijo masajeando las sienes de los ojos. Salomé dejó escapar una gran sonrisa, miró el menú y ordenó. - Quiero la porción de carne con salsa y de postre fresas con chocolate amargo. - Se lo traigo enseguida. – el capitán se marchó y Cristian aprovechó para preguntar. - ¿Por qué las fresas con chocolate amargo? - Porque lo dulce con lo amargo son la combinación perfecta. Amargodulce. – sonrió. Él sólo levantó las cejas y se preparó para comer. Mientras lo hacía miró a Salomé comer de la carne ¿Dónde fue tanta comida? Se preguntó. Ya cuando ambos acabaron ella estaba por empezar con el postre. Sumergía la fresa en el chocolate amargo derretido y luego los llevaba a sus labios. Parecía disfrutar de sus sabores. - ¿Desea probar? – preguntó Salomé al darse cuenta de la mirada de Cristian. - Sí lo deseo, pero no de esa forma. - ¿De qué forma? - De uno que los dos podemos disfrutar. – estiró sus labios. - ¿Lo has probado sobre la piel? Salomé tragó saliva y miró a otros lados. - Arruinaste mi postre favorito. – dijo descontenta. - No lo arruiné, sólo te di una idea de cómo disfrutarlo. - Desperdiciar comida no es lo mío. – tomó la última fresa, lo miró y se la comió frente a él. - No es desperdiciar. – Cristian se puso de pie, tomó la mano de Salomé y obligó a que caminara junto a él. – de vuelta al trabajo y después al departamento. Y si mis cálculos no fallan te tendré conmigo en tres semanas. - Yo no estaría tan segura. Ya he dejado en claro mi posición, no vas a tenerme. Cristian se apegó al oído de Salomé y en susurro le dijo. - Tres semanas. Ella sólo sonrió y continuó caminando junto a él. Antes de entrar al carro y un hombre llamó con una voz profunda. - León. – dijo. Sus brazos tenían tatuajes, la piel bronceada por el sol, alto, robusto igual que Cristian, cabellos negros y ojos marrones. El rostro de Cristian se endureció al instante, conocía muy bien esa voz y no era competencia empresarial. Tomó a Salomé y la puso de tras de él, y de inmediato todos sus hombres lo rodearon, parecían prepararse, ya que las manos se posicionaron a la altura de las caderas donde estaban las armas. - Facundo, llévatela. – ordenó de inmediato.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD