Salomé estaba recostada en la cama, miró la hora en el celular y se dio cuenta que eran las 10 a.m del día domingo. Sentía un gran peso para levantarse, su cuerpo no quería hacerlo. En todo la noche sólo pudo dormir tres horas. No dejaba de pensar en la edita de que Stefan se iba a ir y no pudo convencerlo de lo contrario y eso dolía. Una persona que cambió su vida para bien, dejó marcas en su corazón ahora se estaba por ir. - Señorita Salomé. - llamó una de las empleadas al tocar en la puerta. - es hora. El señor quiere despedirse y estar junto a usted. - Tengo miedo, Soraya. - habló ella con su mirada perdida. - no estoy lista, no lo estoy. La mujer ya madura se acercó, tomó asiento al filo de la cama y le dijo. - El señor tomó esta decisión hace mucho tiempo y lo único que qui