Jayden no podía dejar de ver a su esposa, estaba espectacular, irradiaba una belleza que todos envidiaban. Motivo por el cual en su mente, ya había matado a más de uno, claro está que en su semblante no pasaba ni una miseria advertencia, seguía serio y frío como siempre. Escuchando muy atento las murmuraciones y lo que le decían a Emily, apretando los puños debajo de la mesa. ¿Cómo osaban? ¿Cómo se atrevían? a mirarla siquiera, ella era suya y de nadie más, le pertenecía era su esposa y si tenía que ventilarlo al mundo entero lo haría. ¿Qué se creían?, insinuándose a su Emily con esas miradas y sonrisas que le dedicaban. Estaba al límite, quería sacarla de ese lugar, llevarla a casa y encerrarla, así nadie mas que él podría verla. —¿Pero que barbaridad estoy pensando? Sacudió un