Sin salida
— ¡Bien me casaré! —
Emily Goya sabia que tenía que ayudar a su familia, a ellos les debía toda su vida, después de la traición que sufrieron por parte de la familia materna al llevarse casi a todos sus clientes a la nueva empresa que formaron a base de los Goya, dejándolos casi en la ruina. Se miraba al espejo, pisoteo el vestido de encajes que tiro al piso, y pensó para sí misma.
—¿Por qué? ¿Por qué la gente tiene que ser así, codiciosos llenos de ambición por el dinero y el poder?,
Suspiro, solo le quedaba encargarse de todo el desastre que la familia de su madre había hecho, sin siquiera pensar en el bienestar de ella, eso era tarea imposible si recordaba con quien se casaba
— ¡Sigue, si todavía estás furiosa! los Larson mandaron 3 tipos de vestidos más
Le dijo Gabriel Goya, viéndola desde la puerta cruzado de brazos. Emily se sintió desfallecer en el corazón, se quedó quieta y respiro hondo.
— Necesitamos el dinero de la compensación para la empresa, la fusión que al unirnos en matrimonio formamos, conlleva un bienestar común para ambas familias. No hay más que hacer, así evitaremos la banca rota y la vergüenza que le traería eso a nuestros padres
Dijo esto mientras se tiraba boca abajo en la cama, Emilia se estaba rindiendo a un destino que ella mismo decidió
Con una sonrisa irónica, Gabriel se acercó
— Sabes que madre no te lo pediría y padre no está de acuerdo, no pensemos que pasara cuando Gloria regrese de su viaje y se sorprenda al ver todo lo que vas a hacer
Se sentó al lado Emily en la cama dándole palmaditas en la espalda
— Sabes que no estás obligada hacerlo, “casarte” con el muro de hielo no es emocionante.
Emily Goya río a carcajadas con el rostro en medio de los almohadones de la cama. Gabriel Goya recogió el vestido del suelo y lo dejó en una silla, miró los otros que habían enviado, estaban colgados en el armario, encontró uno diferente a todos.
Tenía bordados dorados de lotos que era la flor que representaba la pureza y fortaleza, terminando en mangas bordadas con apliques de perlas, que representaban la fastuosa fortuna que derrochaban los Larson.
—Si ya decidiste y nada te hará cambiar de opinión, y te vas a casar con el cubo de hielo, al menos podrías ser la novia más hermosa que hayan visto, que todos tendrán envidia de tu belleza
Le aseguro Gabriel con una media sonrisa. Su hermano trataba de levantarle el ánimo, y eso le agradaba le calentaba su corazón dolido, sabía que él no estaba de acuerdo, pero no se iba a imponer, su hermana siempre respetaba y respaldaba sus decisiones.
Con una mirada abatida miró el vestido era hermoso, si era sincera consigo misma, era el más bello que había visto, así que tomó aire, recompuso la sonrisa y actitud para no preocupar a su hermano.
—¡De verdad! Jayden Larson debe ser un inútil o está loco para querer casarse contigo, eres la persona más odiosa que conozco
Acotó Gabriel riendo, de los gestos de ella. Emily puso cara de ofendida, con manos en le pecho para terminar su actuación.
Acto seguido, una lluvia de almohadazos cayó encima de él, empezando así una pelea muy divertida, como era costumbre entre ellos. Sus padres veían desde la puerta abrazados, lo felices que eran sus hijos jugando, pero sentían dolor en sus corazones por la decisión que tomó su segunda hija, para salvar a la familia de la ruina.
¿Con quién se iba a casar Emily Goya? Nada más y nada menos que con el segundo heredero de los Larson, era un hombre rico y poderoso, frío como el hielo, de mirada penetrante, distante con todos, aparte que su belleza era como el de un dios griego pulido en jade, una muy mala broma para Emily, que no podía obviar su belleza.
Sus padres entraron a la habitación sonriendo al verlos, así como cuando eran niños, los jóvenes ni se percataron de sus presencias hasta que oyeron un grito ahogado de sorpresa del otro lado de la habitación, una almohada había caído en el rostro hermoso de su madre.
A los dos se les apagó la risa enseguida, poniéndose serios y agachando la cabeza esperando el grito de su madre, un golpe o un castigo talvez.
Fue grande la sorpresa de los jóvenes al no escuchar nada, sus progenitores avanzaron a ellos con un semblante gentil y lleno de amor en sus ojos, con ternura los abrazaron y besaron sus cabezas.
—Son el mejor regalo que nos dio la vida
Dijo Octavio Goya
—Nunca lo duden, nada es más importante que ustedes tres
La señora Goya asintió.
—Bueno, chicos a lo importante
Dijo volviendo a su semblante normal de rectitud.
— Me siento muy mal hija, por lo que estás por hacer, pero ya que no puedo hacerte cambiar de opinión. Solo queda darte nuestra bendición y recordarte que en cualquier momento, si no estas a gusto con ese hombre o no te trata bien, aquí siempre estaremos, para brindarte cobijo y apoyo, olvídate de la empresa y las deudas, lo importante es tu felicidad
Sentenció la señora Goya, viendo directo a los ojos a sus 2 cachorros como ella les decía.
Emily no pudo evitar llorar, su madre siempre era estricta y casi nunca demostraba su amor a sus hijos, pero sus palabras siempre los reconfortaban y los hacía saber cuanto los amaba. Les dieron un último abrazo y besaron sus mejillas, se retiraban a su habitación, se sentían muy cansados y tristes por la decisión que su hija había tomado
¡Bien!, dijo Emily con convicción limpiando sus lágrimas
—En nombre del apellido Goya de ahora en adelante los ayudaré como ellos hicieron conmigo, trabajaré duro para ellos
Sonrió de manera genuina. Sin saber que sus padres no sabían que más hacer para cambiar su decisión, se resignaron.
—Mientras te cases por tu voluntad y no porque te obligan, nadie podrá contradecirte
Comento Octavio Goya junto a su esposa, ella solo suspira en signo de derrota por la decisión de su hija.
Dieron un beso a cada joven y salieron de la habitación con sus corazones pesados.
Los hermanos se tiraron a la cama cansados, mañana es el gran día
—¿Qué se siente casarte con el amor de tu vida y que él ni siquiera lo sepa?
-Emily ladeo un poco la cara para que su hermano no vea sus lágrimas, dolía y mucho, su corazón se destroza a cada segundo, pero tenía que arriesgarse por el bien familiar.
—No lo sé
Contestó como un susurro.
Gabriel no dijo nada más coloco su brazo extendido, para que su hermana se acostara en el, la abrazo para que pueda dormir, mañana todo cambiaría y no sabía exactamente cuando podría volver a estar así, con esa complicidad de hermanos.
—Maldito Larson, dáñala aún más y te arrepentirás, no eres consiente de lo que te haré si la lastimas, pensó para sí mismo Gabriel.