Juárez suena el silbato y los chicos comienzan a correr. Como es costumbre, siempre hay uno que se adelanta y se sobre exige en la carrera por la pista.
Sus muchachos ganas media vuelta de distancia en la pista, pero en la última, tanto Lorenzo como Agustina la recuperan. Puedo ver los labios de la chica moverse para darle indicaciones a su compañero, así como este asiente con disimulo.
-Vamos, chicos ¡Ustedes pueden!- comienza a alentar Laura y Michael y Jaime la secundan.
Díaz y yo guardamos silencio y escuchamos las puteadas de Juárez.
Agustina se lanza de la rampa con una vuelta de carnero justo cuando lo hacen los demás. Puedo ver que algo le dicen, porque veo el movimiento de los labios, pero con tantos gritos alentando para ambos lados, no escucho exactamente que es.
Pasan la pista de barro con una velocidad impresionante, casi pegados los cuatro en distancia. Salen envueltos en barro, porque por alguna razón, hay esta más lodosa que en las ocacuones anteriores.
Agustina sale primero y los demás se quejan.
Con su buzo de manga larga, pantalón y zapatos, se larga a la piscina en un clavado casi perfecto porque tiene sus manos en los puños del buzo. Todos los varones se sacan la ropa de arriba y se lanzan tras ella.
De la emoción del momento, nos acercamos al vallado de la piscina, todos aglomerados.
Toda la pista está rodeada de maya y cuando llegan al espacio de los troncos suspendidos, los podemos ver con claridad, pero sigo sin poder escuchar lo que hablan.
Por los gestos de Lorenzo y Agustina, puedo suponer que no es nada bueno. Lorenzo cae del segundo tronco y el morocho también.
Agustina toma una respiración profunda en la mitad del cuarto y mira hacia atrás, donde va el castaño murmurando cosas en el tercer tronco.
En breves segundos, ambos se bajan del último tronco, mi chica en el último a mano derecha tomando su arma, y el castaño en el segundo, quien se pasa a la tercera arma.
Agustina dispara dos veces hasta el objetivo dando en la cabeza y el muchacho tres, dando al objetivo en el abdomen en el último tiro.
Por el acierto del disparo y quien lo efectúa antes, ganamos nosotros.
Mi mirada viaja a una disgustada Juárez que maldice una y otra vez, hasta que los gritos de dolor de alguien llaman nuestra atención.
Agustina se encuentra inclinada hacia el castaño que se tapa sus partes íntimas casi de rodillas en el suelo.
-Dilo de nuevo, maldito. ¡Te reto a que lo repitas!- le grita.
-¡¿Pero que te pasa, loca?!- se defiende el castaño.
-¿Qué te hizo, Danilo?- el morocho llega a la carrera al igual que lo hace Lorenzo.
-La maldita perra me pegó con la culata en mis partes- lloriquea.
-Quedate con los chicos, Diaz. Ya vuelvo- exijo cuando veo a Juárez dar la vuelta mal encarada.
-¿Qué hiciste mocosa de mierda?- la encara a medio metro de su cuerpo.
-¿Yo? Que diga el degenerado este lo que dijo- ataca Agustina y da un paso al frente, por lo que Lorenzo tira de su brazo.
-¡Ya dicen que es lo que pasó!- exijo en tono seco, las partes retroceden y me paro firme en medio de los dos.
-Solo dije que si ganaba me iba a lavar los platos el resto del mes y enloqueció- se defiende el muchacho con las manos en sus partes bajas.
-Eres un imbecil y encima cag.ón. - la mirada de Agustina esta clavada en el rostro de Danilo, pero este no la mira.
-Tu no le hablas así, enferma- Juárez la señala. - ¿Lo vas a matar también?
-¡Juarez! - la corto- Su chico ya habló, ahora lo hace ella. - mi tono es duro. Ella no es quien para hablarle así.- ¿Qué pasó Agustina?
La joven mira a la capitana, a mi y a Danilo y niega riendo.
-No importa. Dígame cual es mi castigo, Capitán.- niega nuevamente con su rostro y un ademán de manos.
-Quiero que me diga ya mismo qie es lo que pasó para que le pegue. - repito.
-Y yo no voy a hablar una mierda, Capitán.
Se da media vuelta y se va.
-Olvídese de cumplir con ninguna apuesta, Capitán. Su muchacha es una agresora y no voy a permitir esto. - me grita Juárez.
Lo único que me faltaba, pienso para mí mismo. A parte de todo, desleal. Tendía que haberlo imaginado con su actitud.
-Primero que nada, veo el valor de su palabra, Juárez. Segundo que nada, debería saber que no salgo con mujeres comprometidas. - la recorro a cuerpo completo con mirada de asco antes de irme con mi grupo a mi batallón.
El Cabo Díaz ya se desapareció con el resto del grupo y lo agradezco, porque me estresan las personas sin palabra, los desleales.
-Se me acerca de nuevo y lo cago a trompadas, Laura. Te juro que si.
Los gritos provenientes de mi pabellón me erizan los vellos de la nuca y apresuro el paso.
-Lorenzo y Agustina. Acá. ¡Ahora!- señaló la baldosa a un metro de mi- Ya me dicen que pasó.
-Lo que pasó es que- comienza Lorenzo.
-No importa. Dígame mi castigo y ya está.- lo interrumpe y la ira corre por mi cuerpo.
-Se calla que su compañero estaba hablando. - Le hago frente con los dientes apretados.
-Es mi culpa. El no tiene nada que ver- se defiende y trata de excusar a Lorenzo, pero en el fondo tengo el presentimiento de que hay más. Mucho más.
-Habla, Lorenzo. Y tu te callas si no quieres terminar sin cena el resto del semestre. - la señalo con el índice.
-Le iba diciendo en todo el camino que le iba a sacar esa ropa y - mira a todos los presentes con dudas- y que iba, que iba a - titubea.
Ya puedo imaginar el resto de la oración y más furioso me pongo.
-Que la iba a arrodillar y todo eso- hace señas con sus manos sin mirar a nadie en particular.
-Vallan a bañarse. - señaló las duchas y salgo disparado al batallón tres.
-No creo que se le halla perdido nada por acá, Capitán. - Juárez se para en la mitad de la puerta con los brazos cruzados y los pies a la alutura de la cadera, toda altanera.
-Quiero saber el castigo de Danilo, para igualarlo. - respondo neutral.
-No veo porque iba a darle un castigo. La agresora es su reclusa- señala riendo para el lado de mi pabellón.
-Mi reclusa lo golpeó. ¿Preguntó porque?- la cuestiono.
-No es necesario. - se escusa.
-La agresión verbal también tiene castigo, Capitán Juarez. Si su alumno no será castigado, mi reclusa, tampoco. - decreto enfadado
-¿Sabe que, Capitán Vaz? Puede hacer lo que se le venga en ganas.- se acerca amenazante- Mantenga las distancias.
-Que así sea. - escupo en su cara sin miedo alguno.
Y me largue más furioso de lo que llegué, dispuesto a mantener todas las distancias que se puedan de ahora en más.
Lo único que me faltaba, que por querer que mi grupo se distraiga un rato, porque merecido lo tienen, vengan de otro con aire de suficiencia a acosar verbalmente.
Esas actitudes no son de mi agrado y no lo voy a pasar por alto. Mantener las distancias es lo más coherente y es lo que voy a hacer. ¿Quién me manda?