Las distancias se mantienen cuando hay espacio suficiente para que suceda. En este lugar, lamentablemente, nos cruzamos a diario por mas que hago hasta lo imposible para evitarlo.
Por temas de coordinación de los horarios, el almuerzo es el momento del día donde batallo para terminar lo más rápido posible.
Durante todo el mes, hemos sido los primeros en llegar, terminar e irnos, pero cuando las fechas de los exámenes se acercan, ese tiempo se estrecha por los horarios de estudios en mi grupo.
Dos minutos de diferencia tardíos a ingresar al comedor y cuatro cucharadas de comida de menos, ponen a Agustina de último en la fila y a Danilo a medio metro detrás de ella.
Aún sin terminar mi plato, me paro para observar sus movimientos porque la actitud del joven no me agrada y el temperamento de mi reclusa, no es el más acertado y se, que va a responder al mínimo percance.
Disimuladamente, la mano de Danilo viaja a las cadenas de Agustina y está con el doble de velocidad, se gira con el plato en la mano y golpea su rostro con fuerza.
Todo el mundo se para y yo me acerco en dos largas sancadas para tirar de su brazo hacia mi cuerpo.
-Maldita puta, acesina- escupe Danilo con algo de sangre en la comisura de los labios desde el suelo.
-Ahora si espero que le de su merecido castigo, Capitan- exige Juárez enfrente de nosotros.
-Si Agustina tiene un castigo por defenderse, a Danilo también se lo da- la encaro con un brazo de la chica sujetado aún con firmeza.
-¿No le vas a creer las mentiras de la tipa esta? Tu,- me señala el cuerpo completo- un Capitán con carrera, prácticamente un héroe ¿Verdad?- me cuestiona.
-Creo en lo que vi. - bajo la mirada al muchacho que sigue tirado en el piso- Diga porque le pegó.
-Yo no le hice nada- se defiende pasando el dorso de su mano por su boca.
-¿No hiciste nada, degenerado de mierda?- le grita Agustina tratando de acercarse, pero se lo impido.
-Yo no- comienza a defenderse, pero un estruendo lo calla a él y a todos los presentes.
-¿Alguien me explica lo que está pasando acá?
El general entra por la puerta e inspecciona a cada uno de las personas presentes en el comedor.
-General- Saludamos formal Juárez, los cabos presentes y yo.
-¿Juárez?- la mira primero.
-General, está joven atacó a Danilo y no es la primera vez. - señala a Agustina.
Los ojos de Miguez la repasan desde sus pies hasta su rostro, lugar donde su mirada se transforma a una de repudio y asco profundo.
-Calabozo- ordena sin preguntar porque.
-General, con todo respeto, el muchacho la tocó de forma inapropiada.
-¿Le cree algo a esta sabandija? ¡Cababozo, ordené, Capitán!- repite señalandola a ella y luego a la puerta de ingreso.
Juro que tengo toda la intención de refutar, pero una breve inspección en Agustina, su cabeza negando con los ojos cerrados y los puños apretados del General, me dicen que no es el momento.
-Ya mismo la llevo, mi General- saludo formal y tomo del brazo a Agustina.
-Cuando regrese lo quiero en la oficina, Vaz.- interrumpe mis pensamientos.
-Si, señor. - contesto antes de regresar a lo que estaba.
Camino a paso firme para salir del comedor. Mis dientes están apretados. Estas son las cosas que odio del ejército. No hay lugar a réplicas, no puedes defenderte y la palabra de tu superior es como la palabra de Dios.
-A mano derecha están los calabozos- murmura.
Se conoce el camino. ¿Cuántas veces estuvo en el lugar? ¿Cuántas no se pudo defender? ¿Porque no escucharla?
Ingreso y abro la primer puerta indicando que ese va a ser su lugar por no se cuanto tiempo.
-¿Puedes trancar con el candado y llevarte la llave, por favor?- la miró a la cara con su pedido y sus ojos están aguados- Te juro que te explico cuando él se valla, pero por favor. ¿Puedes?
No hablo porque el enojo es mucho. Solo cierro, tranco y muestro la llave antes de guardarla en el bolsillo de mi chaqueta militar. No puedo mirarla a los ojos. Se que esto es una injusticia y no estoy de acuerdo. Maldigo al sistema y juro que termina el semestre y me voy a la mierda. Ya no más.
Respiro y abro y cierro mis manos frente a la puerta del general. Cuando considero que puedo moderar mis emociones, toco a la puerta y espero su indicación antes de ingresar.
-Adelante- grita desde dentro.
-General- ingreso luego de su orden y repito el saludo formal.
-Siéntese, Vaz. Usted y yo vamos a tener una charla. Creo que después de tres meses acá, merece respuestas.
-Lo escucho General. - me siento recto, tal cual como si estuviera frente a un juicio.
-Le voy a contar una historia para que usted sepa a quien trató de defender- se acomoda en la silla y yo solo asiento con la cabeza- Mi hermana mayor y su marido tuvieron un único hijo. Ese muchacho, de cuarenta años, se metió con una madre soltera. Lamentablemente era una alcohólica y el también entró en el vicio. Esa tipa- señala afuera- llegó a su casa drogada y mató a mi sobrino porque se le pegó la regalada gana y después se inventó un montón de historias para dejar mal parado a un buen hombre. ¿Comprende, Capitán?
Mi cabeza trabaja a todo dar. Todas las cosas toman su lugar. El sobrino del General era el padrastro de Agustina, por eso el secretismo, por eso el ensañamiento con ella de su parte.
-Comprendo. Solo para atar todos los cabos ¿Su cuñado es el comandante Sosa?
El general me inspecciona de arriba a abajo una y otra vez, se echa para atrás en la silla y analiza mi postura con sus manos entrelazadas. Yo me concentro en camuflar las dudas en mi mente, en que no pueda notarlas.
-Si, Capitán Vaz. Comandante al que se le dió de baja por inestabilidad emocional luego de perder a su primogénito. Asique ahora tiene todo el panorama.
Por dentro, vuelvo a reafirmar que me falta una parte de la historia. Si se dio todo como lo asegura el general, por una parte, puedo comprender cada actitud que han rondado a esta joven. De todos modos, la forma de comportarse de Agustina, no da indicios de que pueda actuar de ese modo sin ninguna explicación, pero no voy a levantar sospechas, tampoco.
-Y yo agradezco, General. ¿Alguna indicación particular para el caso?
-Quiero que sume a su registro este echo y cualquier otro. La reclusa se encuentra en una etapa de remisión de condena. Cualquier ataque la va a mantener recluida, por lo menos hasta que apruebe el bachiller.
-Si señor. Así se hará. - le digo lo que quiere escuchar.
-Por lo pronto ya va a perder todo el semestre.- se ríe negando con su cabeza pero se que no es disconformidad, sino que ella sola se hundió- 15 días de aislamiento por mala conducta. El resto se puede ir a dar sus exámenes.
-Si, mi General- me paro y hago el saludo oficial, muestra de respeto, pero en este caso, es muestra de sumisión. - ¿Algo más?
-Puede descansar. Si esa muchacha- señala en dirección a los calanozos- se atreve a dar libre en febrero, usted se encarga de llevarla y traerla bajo su absoluta responsabilidad de lo que pase.