-Usted- la miro a los ojos, unos ojos entre grises y celestes con pupilas dilatadas debido a la agitación del entrenamiento y a lo que ella supone un premio, pero no le va a durar la emoción. - Se disculpa con su compañero por golpearlo. Que sea una competencia no...
-No me voy a disculpar un carajo- me interrumpe en un grito.
-¿Disculpe?- no mide sus palabras y siento la ira apoderarse de mi cuerpo.
-No. No lo disculpo una mierda. El es quien se tiene que disculpar, no yo.
-Mire, jovencita. - La miro firme a los ojos para atemorizarla, pero no lo hace- Nadie la autorizó a hablar y mucho menos a insultar. Golpeó a su compañero y eso tiene sus consecuencias. Cinco vueltas a la pista.
-Pero...- trata de refutar.
-¡Ahora!- escupo en su rostro.
Me mantiene la mirada y señalo la pista sin dudar. No voy a escuchar un carajo de lo que quiera decir. Mira a Michael a los ojos con furia contenida y respira antes de salir otra vez a acatar la orden, de la cual no está de acuerdo.
El Cabo y el general tienen razón. Con ella no van los castigos suaves. Si no se mide va a terminar muy mal. No me gustan las faltas de respeto y no voy a permitir que ninguno de ellos las tenga. Tengo 28 años, soy su superior y no me esforcé tanto desde los 18 para que una pendeja mal educada me venga a hacer frente. Esta equivocada conmigo. Ya he tratado con gente como ella. No es la primera y se que tampoco será la única, pero soy un hombre y me voy a hacer respetar.
Una vez que termina sus vueltas vuelven a comenzar todo el circuito. Se queda más atrás y acompaña a Laura en el recorrido, por lo que Lorenzo gana en esta ocasión. En la planilla voy a registrar lo que van eligiendo. Son cinco días y los que vallan ganando van a tener que competir en otra pista para que se elija lo que se va a hacer el fin de semana. La van a tener difícil. Muy difícil, pero supongo que sabrán aprovechar el premio.
-Quiero noche de peliculas- Escoge Lorenzo.
-Bien. Todos a bañarse y a cenar. Agustina frega lo de todos esta noche.
-¿No se supone que cada uno se encarga de lo suyo? - refuta.
Como dije, una completa mal educada.
-No le basta con un castigo. ¿Quiere sumar el desayuno y el almuerzo de mañana?
Me mira pero no contesta. No ha comprendido cuando es el momento de callarse o de abrir la boca. Pero en este preciso momento se lo voy a enseñar.
-¡Conteste!
-No señor. - sus dientes están apretados mientras contesta segura.
-No, capitan- corrijo.
-No, Capitán. - se auto corrije con poca convicción pero ahora me siento conforme.
Prácticamente la humillé, pero para muestra hace falta un botón. Se pasan de listos y van a sufrir las consecuencias.
Entramos al pabellón y nos dispersamos para higienizarnos. Ellos están llenos de barro y pasto, manchas de pintura por todos lados y las bocas partidas por la falta de agua. Los hice cargar un arma a cada uno y caminar a paso firme, al igual que limpiar la pintura de los objetivos de tiro. Cabe destacar que para esa tarea, cargaron bidones con agua desde el comedor, con la finalidad de volverlos a utilizar por todo el tiempo que dure este calvario.
Ellos se dispersan por los baños mixtos, pero la maleducada se demora en ir a bañarse.
-Al baño que no tengo todo el día. Lo seca cuando termine por ser la última. - Le ordeno.
-Si, capitan. - puedo ver la bronca en su voz, pero a mi no me gana nadie.
Solo dos minutos después, los varones salen vestidos de los baños y uno más tarde, lo hace Laura.
El Cabo espera firme a la salida del baño y saluda formal, con su mano izquierda enbla frente, cuando me paro frente a él.
-Encarguese de que el baño esté limpio y seco para cuando vuelva. Si no sale en cinco minutos se queda sin cena- señalo el baño- Descanse, Cabo.
Observo a mis espaldas y todos cuelgan sus toallas a los pies de la cama mientras Laura pone un lavado en la lavadora. Por lo visto también va a tener que lavar su ropa a mano y no dudo en darle la indicación al cabo Díaz, para que la cumpla.
Tres minutos más tarde, los cinco ingresamos al comedor, donde el murmullo de los cabos reclutados se escucha bajo y tranquilo.
Un plato con guiso de lentejas, arroz y pollo, me recibe en el mostrador y luego me acomodo en mi lugar. Cada uno toma su plato y se acomoda más o menos a la mitad de la mesa, tomando un trozo de pan de la panera que está en medio de la mesa.
-Uuuyyy volvió el leoncito- murmura un Cabo de la mesa dos codeando a sus pares a ambos lados, pero igual lo escucho.
El Cabo Díaz entra detrás de Agustina y toman sus platos. El Cabo se sienta a mi derecha luego de un ademán de manos y la joven en la otra punta de la mesa, lejos de todos como si fuésemos la paria.
-Detalles- pido en una sola palabra.
-Se bañó en dos minutos y salió vestida al cuarto con su ropa limpia y escurrida sin que tuviera que decirle nada, Capitán. - señala el otro extremo de la mesa con cara de asombro.
-Muy bien. Cene tranquilo.
Nadie habla de nada en esta mesa y realmente lo agradezco. Por esperar a que Laura termine el segundo recorrido nos perdimos el café de la tarde, asique tienen más ganas de comer que de hablar.
-Muy bien. Gracias Cabo. Cuando terminen guía al grupo y yo controlo a la señorita.
Díez minutos después, cada uno se retira de su lugar dejando sus platos y cubiertos en la mesa. Michael dirige una mirada de refilón a Agustina, quien ni siquiera lo mira de regreso.
El Capitán Pereira se comienza a levantar con sus dos pelotones. Algunos de los cabos miran a la joven que los ignora. Se toma su tiempo para terminar la cena, pero yo no tengo todo el día y me desquicia que lo haga a propósito.
-Lave los platos que no tengo todo el día para usted- le hablo con una tasa de café en la mano.
No mira, no habla, pero igual se para a recoger la mesa y va a la bacha para hacer la fila. Se para a una distancia de metro y medio del último Cabo. ¿Les tiene miedo? Pues debería, porque donde pronuncie una palabra fuera de lugar va a dormir afuera.
Ellos hacen lo propio, sin siquiera prestarle atención. Cuando el último se retira, quedando todo organizado como corresponde, ella ocupa el lugar del último soldado y se dedica a cumplir con la tarea asignada. No demora tanto tiempo en hacerlo. Lavar, secar y guardar. De todos modos, hoy ya me colmó la paciencia, por lo que no dudo en volver a ejercer presión, pero sin pasarme de los límites.
-Guarde todo en aquel mueble y camine rapido- exijo luego de señalar el lugar.
Sigue sin hablar, pero no refuta, cosa que agradezco.
Entramos al pabellón y el resto está lavándose los dientes y organizándose para descansar. Ella lo hace a paso veloz, por lo que al menos me da el descanso de no volver a dar prdenes innecesarias.
Media hora después, cada uno está en su cama.
-Luces fuera- ordenó al cabo.