Un tramo antes de llegar, vuelvo a detenerme, coloco en sus manos las esposas a mi acompañante y sigo derecho a la garita.
-Me dices cuanto te debo y te transfiero. - me dice el Cabo que me pidió cigarros.
-Te dejo el tiket. Solo eso es tuyo- marco sus gastos, anoto mi número de cuenta al dorso y se lo paso- Hay tiempo, tranquilo.
En un abrir y cerrar de ojos, ya estamos almorzando y nos instalamos en la biblioteca a concentrarnos en las matemáticas.
-Paso a paso, Agustina. Primero despejas el valor que te da y luego el resto.
-Odio las ecuaciones- refuta tirando de sus cabellos.
-Te muestro una y luego lo intentas tu. - sugiero
-Bien- pasa las manos por su rostro y respira como si se fuera a enfrentar al código Da Vincci.
-Este está multiplicando y pasa a dividiendo- señalo la incógnita y los números- Siempre pasa a la operación inversa. Si estuviera dividiendo a multiplicar, exponente a raíz, suma a resta y viceversa.
Me encargo de resolver todo el problema detallando el paso a paso. Voy nombrando el procedimiento en voz alta y pausada y como llego a los resultados.
-Y ahí lo tienes. El valor de x y el de y . Ahora tu sola con este- señalo el siguiente problema.
-Este multiplica, se va para allá a dividir, ¿Verdad?- busca mis ojos y solo asiento- Este lo suma y ahora lo resto- vuelve a mis ojos nuevamente y yo confirmo- Okey, sigamos.
Comienza a resolver paso por paso, tranquila, buscando mi confirmación a cada paso, hasta que al fin lo logra, con mucha ayuda, pero sin errores.
-Lo resolviste.- la felicito- Ahora los otros tres restantes que tienes allí.
-Mmm- se concentra en ellos y yo me paro a hacer el mate.
Le paso uno cada cierto tiempo. Mejor dicho cuando carraspea, porque estoy acostumbrado a tomar solo o que Diego me sebe. Soy bastante despistado con el mate, a decir verdad.
En cada problema resuelto, va ganado confianza y yo aumento el nivel de complejidad. Considero que es buena en ello, pero que nunca le enseñaron como es debido.
-Cristian ¿Me ayudas con este?
Me paro detras de ella para ver que tiene que resolver y me señala una ecuación con exponente al cuadrado.
-¿La inversa de elevar al cuadrado?- le hago reflexionar.
Primero analiza todo lo que ya ha echo y luego eleva su mentón hacia mi.
-¿Raíz cuadrada?- duda con una mueca y un ojo cerrado que pretende ser una sonrisa.
-¿Me preguntas o me lo dices?- le pregunto bromeando.
-Te lo digo- me apunta con su lápiz y con una sonrisa.
Entrecierro mis ojos un momento. No se si es la iluminación del lugar, su estado de ánimo o que hemos estado en otras cosas, pero sus ojos parecen haber cambiado de color. Ahora no son grises, tampoco celestes. Es como si el mar del caribe habitara en ellos, un color turquesa. Hoy son profundos e hipnóticos. Su cabello cae como cascada en su hombro y su rostro parece aún más blanco que de costumbre.
-Te confirmo- balbuceo como puedo y carraspeo para volver a mi centro.
-Gracias- y muy emocionada se acomoda para seguir.
En el momento de corregir su trabajo, prefiero sentarme al frente y le marco lo que hizo bien y lo que no. No se por que razón, por un momento, me hizo sentir incómodo, o raro. Si. Raro es la palabra. Como si viera a otra persona.
Cada uno vuelve a lo suyo y los días nos consumen entre ecuaciones y algoritmos.
Para la Navidad, ya maneja el teorema y las ecuaciones casi a la perfección, lo que le asegura el salvar tres cuartas partes del examen al que se afronta. Queda reforzar la parte de financiera y podemos pasar a la computadora.
Para la noche vieja, nos reunimos alrrededor de un fogón improvisado. El día anterior habíamos sacado la carne del frezzer y organizado toda la cena y la ensalada de frutas, frutas que se trae cada semana de una ciudad vecina por un repartidor. Cada uno de nosotros aportó algo y ellos se organizaron para estar todos presentes de a ratos.
Al dar las doce, brindamos con sidra, cenamos, los varones hablamos y Agustina quedó rezagada como siempre, y luego cada uno siguió en lo suyo.
-Agustina- le murmuro- Yo me voy a descansar. Puedes quedarte si quieres.
-Oh, no. Gracias, pero me voy contigo. - se para sin dudar a mi costado y comenzamos a caminar.
-¿Qué se siente ser la única entre tantos hombres? - le pregunto para sacarle tema.
-Se siente incómodo. El año pasado habían dos mujeres, pero se embarazaron y no volvieron.
-Puedes decirme si hago algo que te haga sentir incómoda, Agustina. No hay problema ninguno.
Abro la puerta de nuestro pabellón, siempre caminando delante de ella.
-Tu no me haces sentir incómoda. Es que no se- mira sus pies, lleva sus manos atrás y se apoya en la puerta cerrada- Todos ellos. No los conozco y eso. Ya sabes.
-En realidad no lo se, pero puedes intentar conocerlos- sugiero.
-No, gracias. Ya he conocido demasiados como ellos en mi vida. No todos son como tu o Diego- me sonríe con las mejillas rosadas y levanta sus hombros.
-Con qué Diego eh- bromeo para aliviar el ambiente que se cargó de algo inexplicable.
-No digas esas cosas- hace el amague como que va a pegarme y yo camino hacia atras siguiendo su juego- Es un buen amigo- me señala- De esos que valen la pena conservar.
-Tienes razón con ello.- concuerdo sonriendo y no se porque- Descansa, Agustina. - me doy media vuelta y me marcho a mi lugar.
-Fuera luces, Capitán. - grita desde el otro extremo.
Después de acomodarme, me acuesto mirando el techo durante unos minutos. Giro mi rostro a la izquierda y solo veo el bulto que hace entre las mantas. Es una costumbre que adopté cuando llegué. Por más que esté oscuro, el resplandor de los focos en la propiedad, dejan todo el pabellón a media luz. Antes controlaba cada bulto, cada movimiento desde que se apagaban las luches hasta que lograba conciliar el sueño. Ahora sólo queda ella. Por primera vez en meses, gira su cara de espalda a la puerta, acción que por un motivo totalmente desconocido, me genera una sonrisa e imito mirando a su lado y colocando mi cuerpo completo para ese lado.
Reflexiono sobre la misión. Lo que hemos logrado y lo que falta. No hemos llegado a la mitad porque falta toda la matemática financiera, pero estoy seguro que en un par de días lo puede lograr. Es una alumna aplicada y aun más responsable.
Recuerdo sus actitudes cuando llegó, como solía permanecer lo más lejos del grupo, pero a su vez, lo suficientemente cerca para no estar completamente aislada. Su rostro, siempre furioso, siempre alerta. Dispuesta a atacar ante la más mínima provocación de parte de quien sea. No le temía a nadie y puedo asegurar que ahora tampoco teme. Lo que sí te dabas cuenta, es que estaba alerta para la pelea, como si necesitara sentirse en completo control de la situación.
Ahora habla más, es más abierta a la hora de escuchar nuestras palabras y supongo que las toma más como un consejo que como una orden. La distancia ha disminuido considerablemente, está siempre pegada, solo unos pasos detrás de mi. Como si yo pudiera brindarle seguridad.
Por último y no menos importante, pero si más impactante es su cambio completo de personalidad. Ahora suele sonreír genuinamente con facilidad.