Enseguida de Navidad y luego de año nuevo, nos concentramos en matemáticas financieras. Para mi es sencillo y me gusta. Veremos como lo lleva.
Como pude suponer, no le costó tanto el tema, porque siempre me tomo el trabajo de explicar cada duda que surge y busco explicar de la manera mas sencilla posible. Resuelve con facilidad la regla de tres, comprende la diferencia entre recargo y descuento, puede calcular las utilidades de los préstamos o cuentas fijas y diferencia las proporcionalidades directa, inversa e indirecta.
-A ver como va esto- leo la tabla y el problema que copiamos de un examen cualquiera.- Justifica como te diste cuenta que proporcionalidad es en cada caso.
-Bien- respira hondo como cada vez que está ansiosa- Esta, está y está, son directas, porque aumenta el producto y el precio o la cantidad por el mismo valor ¿no?
Busca mis ojos y solo asiento haciendo contacto visual. Me quedo perdido en su rostro un momento. En el brillo y el color gris cambiante a celeste y turquesa de sus ojos, en sus manos corriendo los cabellos sueltos detrás de su oreja, en sus mejillas con un leve toque de rosa, su mandíbula delicada y sus labios de tamaño moderado que son atacados con fiereza por sus dientes en algunas ocasiones o humectados con la punta de su lengua en otras.
Siento mi corazón comenzar a martillar frenético, la sangre fluir por mi torrente sanguíneo y mis pupilas dilatarse. ¿Cuando fue la última vez que me sentí así? ¿Siquiera me sentí así alguna vez? ¿Cuál es la razón?
-Es o no- me golpea la mano con su lápiz y pestañeo para regresar al aquí y ahora.
Necesito concentrarme en esto. Suficiente mierda ha tenido en su vida como para que mi imaginación vea cosas donde no las hay.
-Repite eso, por favor- centro mi mirada en la hoja.
-Este y este son indirecta, porque no se relacionan- señala las correctas - y éstas otras dos, inversas porque una aumenta y la otra disminuye siempre manteniendo una variable permanente.
-Muy bien. Todos- marco lo correcto y le hago una carita feliz- Podemos pasar a las computadoras.
Analiza la hoja un momento.
-¿Una carita feliz? ¿Estamos en el jardín de infantes? ¿Parece que tuviera cinco años o que?- me cuestiona cruzada de brazos- Mínimo un doce ahí - señala la esquina de la hoja- en rojo y resaltado con un círculo que acapare la mitad de la hoja.
Sus cejas se elevan y muerde su labio inferior ocultando la carcajada. No se que tiene, pero con ese gesto, soy capaz de cumplir cualquier deseo y este se lo cumplo sin dudarlo ni una vez.
Observa mis trazos detalle por detalle y su sonrisa se expande cuando se lo dejo ver y me echo hacia atrás en la silla.
-¡Gracias, gracias, gracias!- se para y se inclina para dejar un beso en mi mejilla dejándome estupefacto- Mi tercer doce en mates ¡Esa Agus!- se auto felicita y agrega la hoja a la pizarra junto con todas las otras- Yo apronto el mate.
Y sin decir más nada sale disparada hacia la cocina.
Su espontaneidad me roba una sonrisa genuina, de esas que se me salen solo con ella y en su compañía, de las que no sabía que tenía la capacidad de brindar.
No se que me pasa con esta chiquilla y tengo que descubrir que es.
Unos minutos para concentrarme, volver a mi centro y respirar profundo, me permiten terminar con la jornada y llegar vivo a mi cama.
A la mañana siguiente me levanto tranquilo, hago mi rutina y al mirarme en el espejo, decido que es momento de afeitarme.
Mi cabello castaño claro necesita un buen corte, ya que hace casi un año que no lo retoco. Podría pedirle a mis compañeros, pero teniendo en cuenta de que ellos se rapan, prefiero dejarlo así, con las puntas en cualquier dirección. Total, en un par de meses vuelvo a la cuidad y tal vez me gusta más así. Acá no se exige tanto protocolo y no me voy a quejar.
Mi barba de tres días, que me encargo de mantener a tres milímetros de la piel, me hacen verme más rudo pese a que no es tan mullida comparada a la de mis compañeros.
Mis ojos marrones, escondidos debajo de unas cejas pobladas, tienen un brillo desconocido. Muevo mi rostro y me dedico a espumar toda mi cara con la brocha y pasar la maquina de afeitar al raz.
Una vez finalizado, me coloco loción y vuelvo al espejo, que me devuelve un yo cinco años menor.
Tiendo mi cama y me voy a desayunar para prender una computadora con suficiente tiempo para que ella se levante y desayune.
Enciendo la cafetera, pongo la caldera grande con agua y repongo del pan congelado para el resto del día, como ya es habitual. Cuando tengo el café listo, me sirvo en una taza y me pierdo en la sala de informática.
Enciendo la torre madre y luego una de las que está enlazada a la Red. Ingreso con mis datos y me siento a esperar que cargue.
Unos diez minutos después, Agustina ingresa con las manos en los bolsillos de atrás de su pantalón vaquero, su buzo tres talles más grande y su pelo suelto. Ella me observa a mi y supongo que le impresiona el verme sin barba por completo. Si yo mismo me asombré, no la puedo culpar.
Uno puede comprender cuanto tiempo está lejos de la sociedad solo al evaluar cuanto crece el cabello de una persona o la barba de un hombre. Ella, por ejemplo, cuando llegó, su pelo no tocaba sus hombros, ahora está justo diez centímetros más abajo dando un volumen natural a su cabello lacio, color carbón brillante.
-Buen día, Cristian. Imaginé que estabas acá cuando no te vi allí- señala la biblioteca.
Trato de no detenerme demasiado un verla a ella, porque lo que menos quiero es que se sienta incomoda. No quiero ser causante de su incomodidad.
Carraspeo para eliminar el nudo que se me hizo en la garganta y pecho sin motivos y comienzo a guiarla a la próxima actividad.
-Hoy comenzamos con Word, justo en esta maquina. - me paro y cedo la silla.
-Se usar word- hace otras de sus muecas y niega con la cabeza- Se me complica más exel.
-Exel será, entonces. Busca la aplicación que ya traigo los datos para que registres.
Busco una tabla de registros de las que ya trabajamos y la coloco frente a ella.
La idea es que pueda usar las herramientas que ofrece, que pueda reconocer las funciones y ver cual se utiliza en cada caso. Después de unos veinte minutos, cuando ya pasó todos los datos, es momento de complejizar la tarea y voy a por ello.
Compruebo que sabe utilizar la función de suma y le solicito que agrupe por rangos de precio.
-No se hacer eso. ¿Me explicas? - pide.
-Si. - accedo- Mira. Seleccionas todo, así.- le muestro lo que se hace, sentado a su lado- Pones este comando y le ingresas la franja, por ejemplo entre 0 y 500, le das enter y te queda el primer grupo. Ahora el resto, en franjas de 500 en 500.
-Bien.
La dejo que aplique los comandos sola y veo que se toma su tiempo.
-¡Se enloqueció exel! - grita y corro a su lado.
Con estas aplicaciones y los servidores viejos, se pueden perder los datos. Olvidé decirle que guarde y corremos el riesgo de perder todo.