CAPÍTULO 3

1068 Words
Cuando Liesel llegó al coche estaba temblando, la emoción al verlo de nuevo fue tan fuerte que su respiración aún no se había tranquilizado. Dio un par de grandes y profundas bocanadas de aire para poder manejar a casa. Y cuando llego lo único que quería era dormir, y entonces ella comenzó a soñar. Liesel nunca se imaginó que ese día su vida cambiaría para siempre. A su corta edad ella casi se hizo a la idea de que el amor le estaba negado. «Yo no nací para amar». Era el mantra que se repetía cada día, y con eso, no solo lograba engañar a su mente, sino también a su corazón. Estaba a pocos meses de cumplir diecisiete años y nunca se había enamorado. Cómo enamorarse cuando te pasas las horas pensando en que tal vez mañana sea el principio del fin de tus días Esa noche tenía una cena en casa del nuevo socio de su padre, la familia Von Steiger. Era el cumpleaños número veintitrés del hijo mayor. Ella había alzado una ceja cuando fue informada. «Qué chico tan raro». Pensó. Cuando ella cumpliera la mayoría de edad, estaría festejando en un club, hasta muy entrada la noche, para nada sería con una aburrida cena formal. Se río. —Liesel, ¿ya estás lista? —preguntó su madre desde la puerta. —Eso creo. —Hizo una mueca y mordió la parte interna de su mejilla. Lysa Dunham estaba tan hermosa y elegante como siempre, comparada con ella Liesel se sentía el patito feo. Liesel nunca se sintió hermosa y mucho menos atraída por la moda como las jovencitas de su edad. Le daba lo mismo ponerse lo que fuera, pero ese día su madre, que se obsesionaba con que ella siempre estuviera presentable, había escogido su guardarropa. Liesel no se sentía muy cómoda con el vestido, ella prefería los jeans y las camisetas, pero era una cena formal y como tal debería ir vestida. Su madre eligió un vestido color crema, sin mangas y corte a la cintura en la que descansaba un listón n***o que daba elegancia al vestido. En sí era muy sencillo por lo que era perfecto para ella. El cabello marron recogido en un moño apretado. Supo que, al finalizar la cena, tendría dolor de cabeza. Liesel siempre usaba el cabello suelto, su melena ondulada era libre todo el tiempo. —Mamá, seguro que me veo bien. —Estas bellísima Liesel, serás la chica más linda de esta noche. «Lo dudo». Pensó, pero se limitó a sonreír agradecida con su madre por siempre darle ánimos. La casa de los Steiger era enorme, pero lo que llamó la atención de Liesel era que estaba rodeada de hermosos jardines, a primera vista le gusto. En la entrada fueron recibidos por los señores Von Steiger, Grace la madre del festejado y el Sr. Kurt Von Steiger, su abuelo; además de ellos estaba una joven que fue presentada como Tatiana Von Steiger, la hermana de Derek. Pronto las chicas se hicieron amigas, eran las únicas que coincidían en edad. Los chicos que se encontraban en la “fiesta” eran un poco mayores que ellas y para nada giraban sus cabezas hacia un par de chicas delgaduchas cuando frente a ellos, hermosas mujeres de su edad coqueteaban abiertamente. Liesel no hallaba la hora de irse, se sentía extrañamente nerviosa. Ese ambiente le asfixiaba, no se sentía a gusto y al parecer nunca lo haría. Rodeada de tanta gente estirada que al mirarla se extrañaba al ver que no heredó la belleza de su madre o la seguridad de su padre, más bien parecía la hija adoptada de los Dunham. —Tatiana voy a salir un rato al jardín, necesito un poco de aire. —Estás bien. —Tanto como puedo estarlo. —Qué quieres decir. —Nada, solo que estas fiestas me abruman. Para nada me siento cómoda. —Te acompaño entonces. —No. Tú debes permanecer aquí por si alguien te busca. —Y si a ti te buscan. —No tardaré, te lo prometo. Liesel salió al jardín, era realmente hermoso. Le encantaba el aroma que emanaba de ese lugar. El sonido del viento, el canto de las aves nocturnas y la luz de luna. Esa noche había luna llena e iluminada gran parte del jardín. Comenzó a caminar hasta una fuente que capto su atención, pero los tacones se hundían en el césped y decidió quitárselos. La fuente era de un solo nivel, pero en el medio había un montículo de piedra y sobre él, los cuerpos de lo que parecían animales, pero que de lejos no logro distinguir. Qué cosa era lo que adornaba la fuente que ocupaba gran espacio del hermoso jardín. Leones tal vez, pero no podía decir a ciencia cierta, así que siguió caminando. El asombro le golpeó en la cara cuando al llegar vio que un par de hermosos lobos aullaban a la luna, y de entre sus cuerpos salía un chorro de agua tan blanca que parecía irreal. En las orillas, pequeños cachorros de lobo jugaban alrededor de la pareja. Sin pensarlo mucho Liesel decidió que eran un macho y una hembra y los cachorros eran los críos nacidos de su amor. —El romanticismo no te llevara a nada bueno Liesel. —Se recordó en voz alta para detener el hilo de sus pensamientos. Se sentó en una banca cerca de la fuente y la contempló. Al principio los cachorros te hacían pensar que era una escena feliz, pero si te detienes un poco a mirar, los ojos del lobo más grande estaban cerrados y en su gesto había dolor, además aullaba a la luna. Los lobos solo aullaban cuando sufrían, entonces que era lo que adolece a esta hermosa escultura, quiso tocarla, pero detuvo de inmediato ese pensamiento cuando se recordó que estaba en mitad de una cena elegante y vestía de largo, de seguro que se mojaba el bajo del vestido si se zambullían en la fuente. «Después», pensó. Estaba admirando el conjunto de esculturas que adornaban la fuente frente a ella cuando de pronto una nube tapó gran parte de la luna y el jardín cayó preso de los velos de la noche. Liesel sintió calosfríos y a estos se sumó la angustia cuando del otro lado, una figura emergió de la oscuridad. El corazón comenzó a latir a toda velocidad.
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