CAPÍTULO 5

1598 Words
Ese sábado por la noche, Liesel llevaba a Tatiana a uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad. Liam el novio de Tatis le había cancelado unas horas antes, diciendo que saldría a un viaje de negocios de última hora, así que cuando llamó a Liesel para invitarla a salir, ella aceptó el plan de su amiga de pasar una noche solo de chicas. Primero cenaron en el restaurante para después irse a bailar a algún club de moda. —Crees que me está engañando. —No, Tatiana deja de hacerte ideas, el hombre tuvo que irse de viaje por que el negrero de tu hermano, no tiene vida social y cree que las otras personas tampoco deben tenerla. —¿Estás segura? —Claro. Amiga, Liam te adora, vive solo para ti. Sería capaz de besar el suelo que pisas, por dios, deja el drama y vamos a divertirnos. Antes de que el mesero se acercara a tomar la orden, una fuerte voz habló a espaldas de Liesel. —Buenas noches. Giró la cabeza y vio al último hombre que esperaba ver esa noche, más de un metro ochenta y siete de puro músculo y fuerza masculina la miraba directamente a los ojos. Derek iba vestido completamente de n***o, el traje al igual que la camisa sin corbata lo hacían parecer más a un caballero de la noche, que aun hombre común y corriente, claro que Derek Von Steiger no tenía nada de común y mucho menos nada corriente. Alto, cabello oscuro, ojos oscuros, perfectamente proporcionado, con una personalidad que emana fuerza y vigor, que rebosa vitalidad y sensualidad, aunque no hacia ella, nunca hacia ella. Con Liesel era frío, distante y maldita sea le encantaba reírse de ella, burlarse de lo niña que había sido y de cómo se había comportado. Nunca se sentiría atraído hacia ella, esa fue la descripción que Liesel dio mentalmente de Derek esa noche —¿Qué haces aquí? —ella no quiso sonar molesta, pero no pudo evitarlo. —Este es un país libre y por lo que se, este lugar sigue siendo público y puede venir cualquier persona. —Claro que puede venir cualquiera —dijo mientras una rubia muy sensual se acercaba hasta Derek colgándose de su brazo —últimamente no se reservan el derecho de admisión, como han cambiado las cosas desde que me fui. Derek se inclinó y le habló al oído. —¿Celosa? Casi pudo sentir el roce de sus labios, y un estremecimiento le recorrió el cuerpo, entero. Agradeció haber llevado puesto un vestido con mangas largas que ocultan a la perfección su erizada piel, por el leve contacto íntimo de Derek. —Ni en cien años. Olvídalo Steiger, eres agua pasada. Tatiana que hasta ese momento se había mantenido al margen de la conversación entre su hermano y su amiga se giró para pedirle que las dejara en paz y se fuera a un rincón con su amiguita. —Derek —comenzó a decir, pero él la interrumpió. —Que amable eres Tatiana al pedirnos que compartamos la mesa con ustedes. —Yo no… ¡Derek! —lo llamo molesta. Pero él ya había ayudado a su acompañante a sentarse en la silla al lado de Liesel. Quería tenerla de frente, mirarla todo lo posible, esa necesidad de ella, lo estaba trastornando y cada vez le era más difícil evitarlo. —Steiger, tal vez tu hermana no se atreva a decirlo, pero, esta es una noche de chicas, si quieres puedes dejar a tu amiguita y nosotros trataremos de no ignorarla, pero definitivamente tú no puedes estar aquí. —Oye —exclamó la rubia muy molesta —Derek cariño vas a permitirle que me hable de esa manera, que me diga “tu amiguita” como si yo fuera cualquiera. Liesel quiso reír ante la ingenuidad de la chica. —Yo no necesito que él me permita nada, y si no te gusta “cariño” —le arremedo —pueden pedir otra mesa, además, Derek “cariño” no has dejado claro a esta pobre chica tus reglas de juego. Liesel se proponía hacer rabiar a Derek, él no debería estar ahí y arruinar su velada. Le molestaba y mucho que hubiese ido con esa fulana. Hasta cuando iba a restregarle en la cara que ella no era mujer para él. Ella ya lo había entendido, captó cada una de sus indirectas y no era tan tonta como para caer de nuevo en las garras de su enamoramiento. Derek estaba furioso ante la actitud de Liesel. Siempre había sido una niña de rabietas, pero ya no era una adolescente ni mucho menos una jovencita para comportarse de ese modo. Lentamente se paró de su silla y fue hasta ella. —Ven conmigo —la voz una fría demanda. Una orden. —No —respondió muy suave, pero dejando entrever su determinación. —No te lo estoy pidiendo Liesel. —Yo no obedezco órdenes y menos tuyas, Steiger — Se acomodó en su silla. Derek se inclinó sobre ella, detrás de la silla, sus manos colocadas cada una sobre el descansa brazo, rodeándola. Tratando de intimidarla. —O bienes por las buenas o te llevo a rastras — las palabras muy cerca de su odio, como una suave caricia. Antes de que ella dijera nada, añadió —No creas que no soy perfectamente capaz. Liesel, sólo pudo abrir y cerrar la boca. Tuvo la tentación de girar su cara y estaba segura de que se encontraría a escasos centímetros con los labios de Derek. La compulsión era terrible y tuvo que hacer uso de todo su orgullo para no ceder ante ese deseo. Derek extendió su mano y ella comprendió que él no era un hombre que hablara por hablar, tomó la mano que le ofreció para ayudarse a ponerse de pie. El contacto fue una descarga en todo su cuerpo. Pronto fue consciente de su cercanía, de su respiración muy cerca de ella, de su olor. Ese olor a hombre, a fuego, pasión y sensualidad. En cuanto tocó su mano un flashback llegó a la mente de Derek. El recuerdo de aquella primera vez, aquel primer contacto. «Derek, tomando la mano que Liesel le ofreció, a modo de felicitación de cumpleaños y solo confirmó lo que ya sospechaba. Ella era suave, muy suave y tan cálida». Derek sacudió la cabeza ligeramente para regresar al presente, no podía olvidar la manera en que Liesel lo llamo “cariño” aunque solo fuera sarcasmo, le gusto. Tenerla entre sus brazos llamándolo con palabras cariñosas, dedicadas a la persona con la que compartes momentos íntimos, a los amantes. «Maldita sea». No tenía por qué estar pensando en ella de esa manera, Liesel Dunham, no era mujer para él. Lo había sabido desde el primer momento en que la vio hace años y lo sabía ahora, ella era demasiado dulce, demasiado suave y tierna para enfrentar al monstruo que vivía en él. Tenía carácter, pero no el suficiente para plantarle cara. Llegaron a la terraza vacía del restaurante. Él no soltó su mano mientras la llevaba. Piel contra piel, Derek era plenamente consciente de ese contacto. Le quemaba como un fierro al rojo vivo. Deseaba más, mucho más de lo tenía hasta ahora, pero no iba a permitírselo. Liesel se zafó del agarre de Derek nada más entrar en la terraza. —Ya basta, deja de tratarme como una niña. —Entonces deja de comportarte como una. O crees que la manera en que trataste a mi amiga estuvo correcta. —Yo no… haagh —gruño —sacas lo peor de mi Steiger. Ella no quería llamarlo por su nombre, Derek. Lo pronunció tantas veces siendo más joven, sentía que volver a hacerlo era dar un paso al pasado y ella no tenía tiempo para perderlo en una misión imposible, así que se revelaba a llamarlo de otra manera. —A qué has venido. ¿No estás siguiendo? —Cómo te dije, este sigue siendo un país libre y este restaurante está abierto al público. —Vete a la mierda. Derek alzó una ceja, nunca espero escuchar esas palabras en los labios de la delicada señorita Dunham. —Debiste sentarte en tu mesa y evitarnos la pena de verte acorralar a la pobre chica antes de cenártela viva. De pronto Derek se puso tenso, estaba molesto con ella, pero hasta ahora sus músculos habían estado relajados. Liesel no entendía el cambio en su actitud. «Calma, ella no sabe nada. Relájate Derek. Respira». —Mi hermana nos invitó a compartir con ustedes. —Tatiana apenas si abrió la boca, deja de ser un tirano con ella, logrando que te tema no ganaras nada. —Eso crees, ¿piensas que Tatiana me tiene miedo? —Sí. —Y tú no me tienes miedo, Liesel. Pronto él estaba casi sobre ella, tan cerca que apenas si cabría una hoja entre sus cuerpos. Derek no estaba tocándola, pero por dios se sentía como si lo estuviera haciendo. Tanto calor emanaba de ese cuerpo frente a ella. Liesel no pudo evitar que se le acelerara el corazón. Lanzó una maldición por permitir que él siguiera afectando de esa manera, pero era imposible que su respiración no estuviera comprometida cuando Derek estaba tan cerca de ella, de esa manera, como si quisiera devorarla. Sus ojos eran la medianoche, se volvieron más negros y de pronto ella supo que debía tener miedo, su sexto sentido, su intuición de mujer la advertía a gritos que Derek Von Steiger era peligroso…en muchos sentidos.
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