Todo lo que sucedió ayer parecía un sueño: Mina y Tina haciéndose amigas de mí, todos los regalos y las confesiones de los trillizos. En realidad, tenía miedo de abrir los ojos por si me encontraba en mi pequeña cama en la sala de suministros de limpieza y los trillizos me odiaban de nuevo. Sin embargo, me sentía extremadamente cálida, demasiado cálida para estar en una cama sola y demasiado cómoda para estar en mi cama. Gemí, estirándome.
Eran apenas las cinco de la mañana, pero esa era mi hora habitual de despertar para empezar a preparar el desayuno de la familia. No quería que sus padres me despreciaran aún más ahora que podría estar interesado en sus hijos. Me preguntaba si podría bajar sigilosamente y comenzar el desayuno. Los trillizos no se despertaban hasta el mediodía los domingos, pero los padres estarían despiertos a las siete en punto. Traté de liberarme de Alex y Calix. Alex se despertó, gimiendo, y me volvió a jalar hacia él.
—¿Qué estás haciendo? ¿Tienes que ir al baño o algo así? —preguntó adormilado.
Se veía realmente lindo con el pelo revuelto. No tuve corazón para mentirle.
—A esta hora es cuando suelo despertar —dije suavemente—. Tengo que hacerles el desayuno.
Calix rio y bostezó.
—Nos despertamos como al mediodía, ¿no?
—Sí, pero sus padres se despiertan a las siete —dije.
—Se las arreglarán solos, no te preocupes —dijo Alex, apretando su agarre sobre mí.
Felix se movió. Me arrebató de Alex y Calix cuando aflojaron sus agarres.
—¡Oye! —protestó Calix.
Felix me colocó sobre su pecho, lo cual era bastante cómodo. Su mano encontró mi trasero nuevamente y comenzó a apretar mis cachetes. Esto era lo que temía.
—¿Qué estás haciendo, Felix? —preguntó Alex sospechosamente.
—Estoy estrechando lazos con mi hermosa pareja —dijo Felix.
Recordé cómo Felix se comió el último panqueque y no me dejó nada, además de decirme que estaba gorda. Me estremecí al recordarlo. Felix notó mi extraño movimiento.
—Lo siento, cariño —preguntó.
—¿Crees que soy hermosa?— dije.
—Lo eres —dijo simplemente.
—Ayer me llamaste gorda —dije.
Félix se endureció. Por el silencio, pude notar que Calix y Alex también estaban incómodos.
—Y te comiste la última tortita. Literalmente no comí nada ese día. Pasé todo el día organizando cosas para ustedes —dije.
Los recuerdos inundaron mi mente.
—Shh, cariño, lo siento mucho —susurró Félix, besando mi frente.
—¡No me toques! —grité. Salté de la cama.
Los trillizos se sentaron.
—Félix, cabrón, ¿qué hiciste? Ella no tenía miedo antes —gritó Alex.
—¡SÍ LO TENÍA! —grité tan fuerte que los trillizos saltaron y sus padres entraron literalmente corriendo a la habitación.
Estallé en lágrimas, sollozando incontrolablemente. Estaba tan confundida. Los trillizos se apresuraron a consolarme.
—¡NO! —rugió su padre, aún poderoso a pesar de haberlos convertido en los nuevos alfas.
Se volvieron a sentar.
—¿Qué hace ella aquí? —preguntó en voz baja. Su tono era peligroso.
—No puedo dormir con ella en ese cuarto de suministros. No lo soporto —dijo Alex, asumiendo la responsabilidad.
—Entonces, ¿por qué no la pusiste en una habitación de invitados? —preguntó Romeo.
Su madre guardó silencio, dejando que su padre se encargara de esto.
—Um —dijo Alex.
—Mira, papá, todo estaba bien, ¿verdad, Chasity? —preguntó Calix dulcemente.
—Es mi culpa —dijo Félix y sonaba realmente destrozado—. La he estado presionando mucho y lo siento. Ella estaba tan feliz hasta que se acercó a mi lado de la cama, hace cinco minutos.
Me sentí triste por mí misma, pero ahora el estúpido vínculo de pareja me hacía querer consolar a Félix.
—Félix, estamos bien, ¿verdad? —pregunté suavemente, mi loba interior necesitaba asegurarse. ¿Desde cuándo era tan débil?
—Siempre, cariño, te amo malditamente, Chasity —dijo. Sus hermanos lucían sorprendidos.
Mis ojos se abrieron de par en par. ¿Lo decía en serio? Sonaba tan real. Mi loba interior me decía que sí. No esperaba que Félix cayera tan fuerte y rápido. ¡Había sido el más malo!
Romeo ignoró la confesión de amor de Félix hacia mí.
—Chasity es muy joven. Tiene dieciocho años. Ustedes chicos también son jóvenes. Tienen veintiuno. Han tenido numerosas novias en rápida rotación —dijo Romeo.
Sombra mayor de su padre.
—Hasta donde sé, Chasity limpia, cocina y estudia, eso es todo. No puedes traer a tu compañera tan inexperta aquí por la noche. Son tres de ustedes y se odiaban mutuamente hasta ayer. Es demasiado para ella —dijo Romeo.
Vaya. ¿Romeo realmente se preocupaba por mí? Definitivamente amaba a sus hijos. Tal vez ahora que habían sido destinados a mí, tenía que salvar lo que quedaba de mi bienestar.
—Realmente no hicimos nada... de apareamiento —dijo Calix.
—Tal vez en tus ojos, cariño —arrulló la madre de Calix—, pero a los ojos de Chasity puede parecer diferente.
Los trillizos parecían desanimados y yo deseaba desesperadamente consolarlos. Lamentaba sinceramente mi grito. Quería que este momento incómodo terminara.
—Permítanme encargarme del desayuno. Ya es tarde —dije, dándome la vuelta para irme. Felix se apresuró a cerrar la puerta a velocidad de hombre lobo y se paró frente a ella.
—Sé que ya metí la pata esta mañana, pero mientras esté adelante —encogió los hombros Felix—, ni muerta, Princesa.
Lo miré fijamente.
—Aún soy uno de los Alfas de esta manada y, quieras estar conmigo o no, nunca volverás a mover un dedo en esta casa —dijo Felix, entrecerrando los ojos.
—Contraten de nuevo a una criada y a un cocinero. Dos de cada uno si es demasiado para una persona —Felix dirigió esto a sus padres.
Ellos parecían molestos, pero Felix era un Alfa.
—Estoy de acuerdo —dijo Alex asintiendo.
—Igual —dijo Calix guiñándole un ojo a su mamá para que no se enfadara demasiado.
Ella le revolvió el pelo a Calix y se fue con Felix abriendo la puerta para ella.
—Antes de que termine el día, resuelvan la situación de las habitaciones y decidan cuál de las habitaciones de invitados será de Chasity —dijo su padre. Se fue.
Los trillizos estaban nuevamente sentados en la cama y yo estaba cerca de ellos de pie.
—Cariño, lamento todas las veces que te llamé gorda —dijo Felix.
Me quedé tan sorprendida que realmente me reí.
Alex rodó los ojos.
—Lo que mi estúpido hermano quiso decir es que eres hermosa.
Me sonrojé. Me di cuenta de que Alex nunca me había llamado gorda. Recordé que él decía haber tenido siempre un flechazo conmigo. Me pregunté si eso era realmente cierto.
Calix era el único que me había halagado antes del vínculo de pareja. Sería el más fácil de perdonar.
Me acerqué a Felix, puse mis brazos alrededor de él y me senté en su regazo. Mi loba interior me estaba gritando que lo hiciera. Decidí ceder. Alex y Calix parecían sorprendidos.
Felix rozó mi nariz con la suya. Me di cuenta de que el lobo de Felix había estado llamando a la mía. Me di cuenta de algo más.
—Nunca he visto a ninguno de sus lobos —dije.
Los trillizos sonrieron. Estaban completamente despiertos ahora.