Samara. Pasan como diez minutos cuando escucho ruidos en el picaporte del acceso por el balcón, aplasto mis labios tanto como puedo para evitar reírme, segundos después, toquetea el vidrio para que vaya, como no hago caso, mi móvil comienza a sonar en tono de llamada, lo he dejado en tono para que, por lo menos, sepa que sí estoy aquí, pero, como que no le importa porque ya ha llamado dos veces y sigue insistiendo. — ¿Qué quieres? Digo con la voz soñolienta tomando la llamada, pero, mirando fijamente el acceso al balcón. — Ábreme la puerta, sé que estás ahí dentro. — Estoy durmiendo, déjame tranquila. — No me iré, primero debes de responderme algunas preguntas. — Es tarde para interrogatorios, además, no sabía que eras policía. Pongo mis ojos en blanco y escucho su resoplido.
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