Kenner. Paso mi mano por la espalda de Samara, de nuevo, coloqué mi cabeza en medio, abarcando casi la mitad, ella está acostada boca abajo, la sabana la cubre hasta el trasero. — Es tarde. — Quizás sea temprano. Respondo en voz baja como ella, miro la posición de la filtración de luz natural por la abertura, calculo que está por ser medianoche, suspiro llevando mi mano desde su cintura hasta uno de sus senos, cabe perfectamente en la palma de mi mano, es tan… suave, lo masajeo con una clara intención. No creo que la señorita nos permita poseerla una vez más. ¿Por qué no? Porque no tenemos más de lo que ella pide, además, no esperábamos solo salir con esa cajita. — No, Ken, ya es hora de irnos. Dice posando su mano encima de la mía para que la quite de allí, sonrío de lado besa