Samara. Salgo de esa casa con la frente en alto, si no dejé que la spaguetti sin gracia me faltara al respeto, menos dejaré que el padre del chico que se cree señor lo haga, es muy guapo, debo admitirlo, pero, como que ya tiene sus años y esa arrogancia (aparentemente heredada por el lobito también) me la paso por el… codo. — ¿Hola? — ¿Crees que puedas venir por mí? — ¿Tan pronto la cagó el niño ese? — Alex, por favor. — Estoy en tres, estoy cerca. — Gracias, rubio guapo. Finalizo la llamada, bajando los pequeños escalones de la entrada de esta gran casa, me froto los brazos, refresca un poco, no pensé que necesitaría un abrigo, pero, bueno, las cosas son así. — ¿Tú aquí? Escucho la pregunta de una voz masculina, volteo a un lado viendo de frente, a mi salvador, sonrío em