Capítulo 2

1874 Words
Narra Noah Abriendo la puerta de la ducha, me envuelvo una toalla alrededor de las caderas y me dirijo a mi armario. Elga llegará en unos minutos y necesito más café antes de que llegue. Estoy exhausto después de dormir como una mierda, y aunque es culpa mía por pedirle que estuviera aquí temprano, todavía deseo haber dormido más. No es que hubiera ayudado. Normalmente dormir no es un problema para mí, pero anoche todo lo que pude hacer fue pensar en Elga y la forma en que sus curvas parecían vertidas en su vestido ajustado. Inaceptable . John es mi mejor amigo, joder. No puedo estar fantaseando con su hija. Pero incluso unos pocos segundos de evocar su imagen hacen que mi pene se endurezca. Ella es demasiado exquisita. Caderas redondas y rizos cobrizos y saltarines que le cubren las clavículas. No recuerdo que ella fuera tan hermosa. Aunque sólo la vi unas cuantas veces cuando era más joven. Además, hasta hace poco estuve casado. Lo poco que recuerdo de mi conversación con John es que ella ha estado trabajando como niñera en Irlanda durante los últimos cinco años aproximadamente. Y admito que mi atención normalmente estaba en otra parte, lidiando con un divorcio y todo eso. Natasha. Cierro los ojos mientras me quejo a mí mismo. Años. Perdí años con ella y ahora sus demandas amenazan con derribar todo por lo que he trabajado tan duro. Y luego, por supuesto, está Elías. Él merece mucho mejor, pero estoy demasiado disperso. —¿Por qué exactamente contrataste a Elga?–me miro en el espejo largo de mi armario y sacudo la cabeza. Esta vez me pongo un par de pantalones con una camisa azul marino, por si acaso, me aparto el pelo mojado de la frente y me pongo la chaqueta a juego. El cabello plateado en mis sienes contrasta fuertemente con el n***o que lo rodea, y suspiro—.Te estás haciendo viejo, Noah—vuelvo a darme cuenta de que pasé la mejor parte de mi vida tratando interminablemente de complacer a una mujer que nunca iba a ser feliz. Nada de lo que hacía era suficiente para ella y, a pesar de todo el dinero, Natasha siempre quería más. Más cosas, más influencia, más de todo... excepto yo. Me pongo los zapatos y cierro la puerta de mi habitación al salir. Hoy tengo reuniones interminables y he estado esquivando llamadas de Natasha toda la semana. Éste va a ser un día increíble. Elías está en la sala con un plato de cereal y viendo la televisión cuando llego a la cocina contigua. Agarro una taza del armario y lo llamo por encima de la isla mientras lleno mi taza de café—.Basta de dibujos animados, Elías. Tu nueva niñera llegará pronto. Quiero que estés presentable cuando ella llegue. Un fuerte crujido amortigua sus palabras mientras Elías habla con otro bocado. —¡Bueno! Y sólo he visto este episodio, papá. Suspiro y voy por la crema al refrigerador. Me estoy quedando sin y lo he estado durante unos días, pero tampoco he tenido tiempo para salir a comprar. Elga realmente llegó en un buen momento. Justo cuando se le ocurre el pensamiento, suena el timbre. Tomo un sorbo rápido y apago la televisión. —Vamos. Ella está aquí. Elías devora lo último de su cereal y deja el tazón en el fregadero. Subimos juntos a la puerta y trago fuerte antes de abrirla del todo. Mientras espera afuera, Elga sonríe feliz y saluda a Elías. Hace calor hoy y ella lleva un par de pantalones cortos de mezclilla informales y una camiseta. Durante lo que parece una eternidad, admiro la forma en que abraza sus pechos. –Hola, Elías. Me alegro mucho de tener la oportunidad de pasar el rato contigo–ella se inclina hacia él y le dice en un susurro burlón: –Supongo que tu papá también está bien. Se ríen y pongo los ojos en blanco, mi habitual actitud erizada vuelve a su lugar. —Hola, Elga. Entra. Puedo darte el recorrido—la dirijo hacia adentro y, cuando entra, su perfume floral pasa flotando a mi lado. Deja su bolso en la mesa de la consola cerca de la puerta y juguetonamente golpea su codo contra Elías. Es como si ya fueran viejos amigos, y no puedo evitar sonreír, incluso cuando trato de contenerlo. Elías atrae a Elga hacia adentro y la acompaña a la cocina justo después del vestíbulo. Mientras caminan uno al lado del otro, me doy cuenta de que Elga es sólo unos centímetros más alta que él. Sacando de mi cabeza los pensamientos sobre Elga, me uno a ellos en la cocina y veo qué hora es—.Elías, necesito irme pronto. ¿Puedes preparar tus cosas para que pueda mostrarle a Elga los alrededores? Agarra su mochila del gancho cerca de la puerta y comienza a meter sus cuadernos y tareas adentro. —¿Puedes recogerme? Él siempre pregunta esto, todos los días. —Sabes que estaré en el trabajo, amigo. Pero Elga está aquí esta vez. Ella te dejará y te recogerá para que no tengas que tomar el autobús. —Sí—ella le sonríe y le revuelve el pelo—. Estaré allí y podremos divertirnos un poco antes de que tu papá llegue a casa. Los miro a ambos. —Después de los deberes, por supuesto. Ni se me ocurriría interferir con el riguroso plan de estudios educativo de este joven—Elga tiene a Elías bajo el brazo y le sonríe—¿Suena bien? Él asiente vigorosamente. —¡Totalmente! —Excelente. Quién sabe, tal vez incluso podamos trabajar en algún tiempo para conseguir galletas. —¿Galletas?—levanto las cejas. —Oh, vamos. Tarea, cena y luego…–Elga tamborilea sus dedos como un villano de dibujos animados—¡Galletas! Puse una mano en el hombro de Elías. –Después de la cena, Elías. Sabes las reglas. —Lo sé. Lo prometo. ¿Por favor, papá? Sus ojos de cachorrito irradian a máxima potencia. Sacudo la cabeza con un suspiro. –Bueno–Elías grita y levanta los puños en el aire. Está muy emocionado. El calor se derrama a través de mi pecho y pienso en cuánto tiempo ha pasado desde que él estaba realmente entusiasmado con algo. Pero luego recuerdo la hora y me volteo hacia Elga—.Está bien. Ya que se me está acabando el tiempo, ¿qué tal esa gira? —Sí, claro. Me encantaría ver tu casa. Me alegro de poder estar aquí para ayudar. Las conversaciones triviales y las sutilezas son parte de cualquier trabajo, pero cuando las palabras de Elga me golpean, hay verdadera sinceridad en ellas y asiento con una sonrisa. Sus clientes anteriores tenían cosas maravillosas que decir sobre ella. —Después de ti–hago un gesto hacia el pasillo que sale de la cocina y entro detrás de Elga. La vista de su trasero en esos pantalones cortos es algo que tengo que apartar de mis ojos. Le muestro la casa, centrándome en las habitaciones que necesitará usar más. Después de la cocina, revisamos la habitación de Elías, la lavandería y luego llegamos a mi oficina—.A veces trabajo desde casa, tomo reuniones aquí y normalmente llego tarde después de que Elías se va a la cama. Entonces, si me necesitas, probablemente estaré aquí. —¿Y cuándo exactamente te acuestas? Parpadeo. ¿Qué se supone que significa eso? —¿Disculpa? —Tú también necesitas dormir, Noah. Elga esboza una sonrisa mientras cruza los brazos sobre el pecho. —Hay mucho por hacer. Con suerte... Pienso en las reuniones con mi abogado de divorcios... todo mejorará pronto. —Bueno, tal vez intentemos trabajar en eso esta noche. Podrás pasar más tiempo con Elías cuando llegues a casa porque me tendrás ayudando. Tiene confianza, está completamente segura de que podrá encargarse de discutir con Elías, administrar la casa y hacer los recados para los que nunca tengo tiempo. Le arqueo una ceja. —Tendremos que ver, ¿no? Elga le devuelve el gesto y se endereza. —En efecto. El aire se vuelve quieto y silencioso, crepitando con energía mientras nos miramos, una batalla mental. Ninguno de los dos se detiene, y luego me acerco a ella, donde está apoyada en el borde de mi escritorio. Una parte innegable de mí quiere ver hasta dónde puedo empujarla, hasta dónde se doblará antes de romperse. Elga no retrocede fácilmente y me gusta, más de lo que debería. Los latidos de mi corazón golpean mis oídos. Estoy tan cerca de ella, demasiado cerca. Aún así, no retrocedo, congelado en mi lugar y mantenida allí por la forma en que las curvas redondas de Elga crean un delicioso reloj de arena. La tensión se solidifica en el aire y me ahogo en ella. Necesito salir de esta habitación. Demonios, salir de casa sería aún mejor. No. En lugar de eso, planto mis manos a cada lado de Elga en el escritorio, atrapándola entre mis brazos mientras miro sus labios rosados ​​y carnosos. Ella descruza los brazos y se le corta la respiración. Va directo a mi pene. —¿No llegas tarde? Odiaría estropear tu agenda. La voz de Elga es tranquila, un susurro entrecortado que apenas corta el aire, y no registro sus palabras. Estoy demasiado ocupado notando cómo su mirada ha caído a mi boca, cómo la suya está ligeramente entreabierta y el rubor subiendo tras su piel de alabastro. —¡Papá! El grito de Elías se dispara por el pasillo y me saca de mi neblina llena de lujuria. Me levanto y me acerco rápidamente a la puerta abierta de mi oficina. —Sí, Elías. —¡Tu teléfono está timbrando! ¿Y no deberías irte? Sacudo la cabeza. ¿Qué carajo acaba de pasar? —¡Sí!—volteandome hacia Elga, le hago un gesto para que abandonemos la habitación–.Te veré más tarde esta noche. Si hay algún problema con Elías o la casa, llama de inmediato. —Por supuesto— ella asiente y rápidamente pasa a mi lado para salir. Lo alcanzo después de un momento, el latido de mi pulso retrocede, y encuentro a Elías con mi celular y mi maletín. —Colgaron. Lo siento. Puse una mano en su hombro, tomé mis cosas y le sonreí. —Está bien. Lo solucionaré en el auto. Te veré esta noche, ¿de acuerdo? —Bueno. Su rostro se arruga con una familiar desaprobación. Ambos sabemos que normalmente llego a la oficina mucho más tarde de lo que debería. —Prometo. Te veré esta noche—Elga y yo nos miramos por encima de la cabeza de Elías y flotamos en ese momento durante lo que parecen minutos en lugar de segundos antes de que mire a mi hijo—.Me tengo que ir. —Bien bien. No olvides tu promesa. Te quiero. —También te quiero hijo. Con eso, salgo por la puerta y me subo a mi auto. Mi pensamiento inmediato es lo mucho que tengo ganas de volver a entrar, y ese es un jodido gran problema.
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