Parte 4: ¿¡Qué hiciste que!?

2324 Words
Erika: 13 de enero del 2040… Manhattan, New York. Mis músculos se tensionan a cada nada, el movimiento constante en la máquina de hacer ejercicio no es el mejor, y más cuando has tenido un sueño para nada correcto con la persona que más desprecias de este mundo. Mi respiración esta acelerada, pero calmada de cierta forma mientras con mi auricular inalámbrico escucho cada uno de los pro y contras de el nuevo caso que se nos ha asignado al castaño y a mi. Si, así como lo ven, tener que pasar muchísimo más tiempo con ese jodido c*****o de los mil demonios que solo sabe destrozar mi cabeza con sus mamadas a las cuales les pondré el pare cuando finalmente llegue a la oficina. Cierro mis ojos, tratando de aminorar mi respiración mientras nerviosa, me sostengo de los brazos de la caminadora con mis piernas doliendo por la fuerza. —Lo entiendo señor Motlero, pero debe comprender que las cosas no son así de fácil, aunque haremos lo posible porque todo se resuelva lo antes posible, sin embargo, manténgase tranquilo, al fin y al cabo usted no tiene nada que temer —apago la máquina, agarrando mi botella de agua que en segundos destapo para beber todo el líquido que contiene en su interior. El líquido tranquiliza mis acelerados latidos, el sudor no disminuye solo se extiende por cada poro de mi piel, manteniendo la adrenalina en mi sistema por más tiempo del debido. —¿Acaso hay algo que deba saber? —inquiero encaminándome en dirección a mi sala de estar donde se encuentran esparcidos en todo el suelo diversos documentos que debo presentar al juzgado el día de hoy. Escucho como quien es considerado mi nuevo cliente traga al otro lado de la línea, para sin darme tiempo a dudar responder lo que me temía y es que aquí nadie es un santo después de todo. —Bueno, será mejor que nos reunamos mañana a las once de la mañana en el bufete; no, hoy no puedo señor tengo algunos asuntos importantes que hacer —finalizo, acabando con la llamada que ya me tenía más que agotada. Despeino mis cabellos castaños, eliminando el sudor que se concentra en mi rostro con una pequeña toalla que cuelgo en mi cuello, entretanto me coloco los guantes de boxeo preparándome para liberar mi ira en lo que tanto me fascina y es golpear cosas. Me tomo mi tiempo posicionándome en posición de combate, para después lanzar un jab que ejecuto sin pestañear imaginándome la cara de la persona que más quiero asesinar si simplemente no estuviera tan prohibido. —Laura llama a mis padres —ordeno al IA de mi apartamento, continuando con mi difícil tarea de liberar las endorfinas que se han apoderado de mi organismo, mientras respiro de manera acelerada casi quedándome sin oxígeno. —Llamando a padres —anuncia la inteligencia artificial con esa voz tan real que la caracteriza a pesar de ser una simple computadora. Varios timbres que me sacan de mis casillas resuenan, provocando que deba golpear cada vez con mucha más fuerza desgastando mis músculos que se tensan, casi quebrando la tela del saco de color n***o. Este pequeño gimnasio se encuentra en la planta más baja de mi hogar; las paredes poseen espejos, máquinas de correr, pesas, sacos de boxeo, mancuernas, ligas elásticas, y un pequeño espacio donde puedo practicar defensa personal. Sonrió para mis adentros emocionada de haber creado un lugar donde puedo liberar mi malicia y esa rabia que me consume en ocasiones porque como siempre he dicho: "Los sentimientos nunca deben estar permitidos" Al decimocuarto timbre finalmente da resultado y antes de lo pensando logró escuchar la voz de mis padres en mi auricular, traqueando mi cuello para prepararlos para lo que sucederá. —Hola cielo —la dulce y cálida voz de mi progenitora llega a mis oídos, alertándome de que todo debe ser con más tranquilidad. —Hola mamá —comienzo, no queriendo sacar a mi perra interna con quien me ha dado más amor del que se puede pedir. —¿Está todo bien cielo?, ¿Por que me has llamado? —la forma tan suave en que realiza las preguntas solo me demuestra de que está al tanto de todo. —¿Quien os mando a enviar al hijo de los Colobourn? —espeto ya explotando por completo. La escucho suspirar y eso es suficiente para saber de que no todo está tan bien como creía, queriendo conocer cada detalle. __________________$_________________ Finalizo mi rápido baño, eliminando cada uno de los restos de sudor que se habían incrustado en mis poros dejando mi piel suave y tersa por los productos que no dejo de usar, muy conocidos ya que son creados por una buena compañera Andrea Estrada. Acomodo mi cabello en un moño alto con algunos mechones desaliñados, sintiendo el sabor a pasta que se concentra en mi boca desde el momento en que desplazo la pasta por encima de los dientes del cepillo, eliminando el mal olor mañanero que deja el café y algunos otros productos como mi batido nutritivo. Utilizo el enjuague bucal que es más que suficiente para tenerme completamente lista. El tiempo transcurre en cámara rápida, provocando que a toda prisa me prepare para llegar primeramente al bufete para después junto a mi cliente ir al estrado. Abordó mi auto, con mi cuerpo enfundando en unos pantalones que van en conjunto con una chaqueta rojo vino de Prada, un pequeño bolso con un cierre de diamantes que consta con la inicial de mi nombre, además de unos tacones de diez centímetros Louis Vuitton negros y mi cabello atado en un moño alto, incluyendo un maquillaje para nada excesivo que solo realza mi rostro. Percibo la intensa vibración de mi teléfono móvil, descolgándolo en el momento en que abordo mi auto. —Hola perris —el chillido que la morena libera me saca una sonrisa, pero a la misma vez casi me deja sorda de ya. —Estas loca tía, casi me dejas sorda —menciono introduciendo la llave en la ranura correspondiente, escuchando el gruñir del motor que me fascina, y el delicioso olor a gasolina. —Pues lo siento, pero después de que te diga lo que hecho me odiaras muchísimo más —menciona y ya con eso ya me pongo alerta. —¿Que has hecho? —interrogo temerosa de la enorme cagada que pudo haber hecho. —Emm, no te enojes amiguis, pero te apunté en una aplicación de citas —eso es lo único que necesito para explotar completamente. —¿¡QUE HICISTE QUE!? —espeto devorando las dulces tostadas con mermelada, mientras sostengo el dispositivo de alta tecnología en mi oído, colérica; rabiando como toro en un rodeo. Acomodo molesta mis cabellos castaños en un moño alto, a la vez que con algunos documentos en mano abordo el elevador del bufete de mi padre. Maldigo internamente queriendo asesinar a la morena que ahora solo me ha causado problemas. —j***r Erika, estoy cansada de verte sola sufriendo por el cabron ese que no vale la pena —murmura quien hacía dos segundos era mi mejor amiga para ahora convertirse no más que una chica que asesinare antes de mañana. Suspiro, necesitando de una buena bocanada de aire para no halarme de los pelos, frustrada y más que exhausta por las botellas de champagne que debido a la sorpresiva llegada de mister calzones sucios y la propuesta de matrimonio hacia mi amiga no dudamos en celebrar. Sí; fui el condon que los mantuvo incapaces de realizar sus actos carnales, bien lo saben ustedes que fui testigo de los besos que no dejaban de darse... Una imagen no muy prometedora. —Pero quien dijo que estoy sufriendo j***r, bien grandecita estoy ya para pendejadas como esas —menciono bajándome del elevador, ocasionando que cuando eleve la mirada me quede completamente estática y sin voz porque lo que mis ojos están perpetuando es lo peor que me puede haber pasado. Odio esa sensación de dar todo y no recibir ni una mierda a cambio. No digo que realice las cosas la mayoría de las veces con un objetivo de conseguir algo, ni siquiera lo hago con el objetivo de que me den algo por tener el gesto; solo me gustaría que me dieran el mismo valor que doy, la misma importancia y las cosas que no dudo en dar. Elevo las comisuras de mis labios en una sonrisa—supongo que por eso vienen las decepciones después, espero algo que no llegará jamás, o al menos, que me mantengo esperanzada de que lo haga, pero no hacen el intento de demostrarme que no importa lo que tarde, al final terminaran haciéndolo. Esto es una mierda, lo es; y las personas que me rodean y dicen amarme no se dan cuenta de lo que me sucede por dentro, de que por más que no quiero sentarme con la idea de que me ofrecerán lo mismo... no es así. Es verdad que no todos tenemos el mismo corazón, ni siquiera los mismos sentimientos o el mismo pensamiento; que cada persona razona, ofrece, comparte, y procede según lo que viene con ellos; sin embargo, por cualquier ser humano que no da todo con temor de no recibir reciprocidad hay muchos infieles y corazones rotos, a mi me toco ser el corazón roto; ese lleno de grietas que no se si en algún momento sanara por completo, e incluso si llegare a dejar ese pasado que todavía azota mi memoria con recuerdos de un amor perdido y años derrochados, lágrimas derramadas que perdieron fuerza con el tiempo, pero el dolor continúa latente. ¿Será egoísta eso de pensar de que todos deben dar todo por la persona que amamos? ¿Acaso si eres capaz de dar hasta lo que no tienes solo con ver una sonrisa en los labios de esa persona no vale que tú quieras que ella/él quiera lo mismo? ¿Que te veas con la fuerza suficiente de luchar por algo que te vas dando cuenta que se va yendo en picada de una forma que te duele el solo hecho de pensar que si dejas de agarrar al toro por la cabeza no podrías encontrar esa misma conexión de nuevo? ¿Acaso me podrían responder cada una de estas preguntas con total sinceridad, según sus vivencias? A veces me es imposible no ponerme a pensar cosas como estas, es un tema que sigue vigente en mi, una horrible realidad de la que no he logrado escapar ni siquiera estando en mis pensamientos. Admiro el viejo retrato vuelto trizas, a la misma vez que una pequeña lagrima se desliza por mi pómulo sin permiso, afligiendo un corazón que ya no siente, ni padece y menos cuando así me lo he propuesto. Relamo mis labios, remojando estos con mi saliva, manteniendo mi respiración irregular, cerrando los ojos con fuerza no queriendo flaquear cuando la puerta se abre de un momento a otro, provocando que a toda prisa y con el corazón a mil por hora oculte el viejo retrato, limpiando la lagrima que como siempre se desliza sin cuidado. Los ignoro porque siento que sino lo hago me dará algo, adentrándome en mi oficina y encerrándome como si algo malo fuera a suceder. Pego mi espalda a la puerta, odiando que aún mi pecho duela al verlo con otra, pero lo peor es quien es esa otra. Tomo asiento, lanzando mi bolso al pequeño sofá de mi oficina, frustrada fingiendo que solo presto atención a los documentos que debo utilizar en ese lugar donde puedo sentirme libre y segura de que nada me puede hacer caer. Elevo mi mirada, hallando el rostro del castaño de ojos marrones fijos en mi, mostrando una rara emoción que le hace levantar mis barreras de concreto, cambiando mi expresión a una neutral y de frialdad. —¿Acaso no te han enseñado a tocar? —bufo molesta, colocando un mechón de mi cabello detrás de mi oreja. Las comisuras de sus labios carnosos forman una sonrisa que me saca de quicio y más cuando con su caminar prepotente me saca de mis casillas, odiando el tener que verlo todos los malditos días de mi vida. —Debemos hablar con respecto a mi nuevo puesto en esta empresa —con descaro lanza su cuerpo en la silla que permanece delante de mi buró, jugueteando con mis lapiceros subiendo una de sus cejas mientras me mira con inquisición—. ¿Decoraste tu oficina? Su pregunta me toma desprevenida, pero lo hostil nadie me lo quita y más si es con él; perpetuo cada uno de sus rasgos masculinos más que perfectos, odiando lo mucho que se cree, a la vez que no deja de escanear el lugar. —¡Que te importa! —exclamo astiada, agotada de tener que ver cómo me echa ojeadas disimuladas y sonríe de esa forma que haría a muchas babear; pero no a mi. —Como siempre siendo tan hostil y gruñona —me molesta, posando sus codos en la mesa de caoba con una extensa sonrisa que no oculta para nada del mundo. —Dime que quieres —demando, cerrando los folios del caso Estrada con el odio destilandose hasta mis pupilas. Despeina sus hebras castañas, mordiendo su labio inferior para después pegar su espalda al asiento, ocasionando que su traje se ajuste más a su cuerpo esculpido. —Bueno, te buscan afuera alguien que dice ser tu prima —cuando pienso responder hace lo que no me espero, abriendo la puerta como si nada permitiéndole la entrada a quien más odio en estos momentos que emocionada y con más falsedad que nunca me sonríe con el inmenso pedrusco en su dedo anular. —¡Hola primita!, ¿You miss me? —cuestiona dejando ver la persona sucia y cruel que es en verdad.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD