Capitulo uno. A la deriva.
Escuchar el sonido de los aviones aterrizando y despegando una y otra vez, se ha vuelto parte de mi rutina desde hace algunos años cuando un video mío se volvió viral, ahora soy escritora y oradora motivacional de las más famosas en los últimos tiempos, ayudo a muchas personas a que sus vidas sean plenas, felices y placenteras, aunque la mía es un desastre de tiempo completo. Pero no me quejo, mi trabajo hace que termine montada en un avión una vez a la semana junto con mi asistente para ir a otro lugar del mundo, donde pagan un alto precio por oírme, siendo sincera soy muy buena en lo que hago, pero me cuesta aplicar algunas de las cosas que le digo a los demás a mi propia vida. He tenido tanto éxito cambiando la vida de las personas que cada semana alguien contrata mis servicios, ya sea una gran compañía, una universidad o simplemente un empresario estancado con mucho, ellos pagan grandes sumas, casi tan altas como cuando lleno un auditorio completo, para que les ayude a direccionar su camino. Todo eso hace que en los últimos años halla acumulado tantas millas como un piloto o una azafata, creo que muchos de ellos ya me conocen cuando me ven subir otra vez a la aeronave, tal vez digan: otra vez la misma mujer hermosa, famosa, pero sola, cansada y triste.
No me malinterpretes amo volar, amo los aviones, amo la sensación de vacío que da el despegue y el aterrizaje, la cara de miedo que ponen las personas ante las turbulencias, amo la pésima comida que sirven, pero lo que más me gusta son las caras de las personas con las que me cruzo en los aeropuertos, me dan ideas para mis conferencias, casi que con solo observarlos puedo saber que están viviendo. Y no lo puedo negar, por sobre todas las cosas de este mundo amo mi trabajo, amo ayudar a las personas, sus caras cuando logran lo que por tantos años le ha costado trabajo, lo malo de todo es todos los viajes tan seguidos, es que, aunque estoy siempre en un lugar del mundo diferente con culturas diferentes realmente no conozco mucho las ciudades donde llego, porque siempre voy directo a un auditorio, apenas tengo tiempo para ver algunos monumentos famosos que encuentro en el camino y probar alguna comida local.
En este mundo de viajes es normal que cancelen vuelos o que los reprogramen ya sea por mal tiempo, por huelgas, porque llegue tarde o simplemente porque le dio la gana a la aerolínea, lo que simplemente me tomo con el mejor de los ánimos y espero pacientemente conversando con Olivia, mi asistente, de cualquier de las cosas que tuviésemos pendiente; pero en esta ocasión el cierre del aeropuerto de Miami por mal tiempo hace que empiece a replantear mis últimos siete años de vida, me toca esperar por casi una semana para poder volar a mi siguiente destino, mi casa. A Olivia le ha tocado viajar antes para encargarse de su madre que le surgió una emergencia que solo ella puede solucionar y es inaplazable, así que solo me tengo a mí y mi cerebro parloteador. Sabía que el mal tiempo se avecinaba podría poner en riesgo mis planes, sin embargo, los meteorólogos calculan que en dos días el huracán Erika tocara tierra, por lo que cuando llegue al aeropuerto guardaba la esperanza de poder volar y no tener que aguantar tantos días encerrada en un hotel, además que la aerolínea no informo de lo contrario. No obstante, no hubo forma de abordar un avión, había cientos, tal vez miles de personas igual que yo agolpadas en los burós de las aerolíneas rogando por despegar, así que no tuve más opción que volver al hotel a esperar que el huracán pasara rápido haciendo los mínimos destrozos posibles, con un vuelo postergado. Pero lo que no esperaba es que el vuelo cancelado y la amenaza de un huracán me llevara a replantear la última década de vida.
Por lo general cargo solo una maleta con ruedas en donde va todo lo que necesito para mis conferencias y un bolso de mano donde llevo mi vida entera, si alguno de los dos se llega a perder me perdería yo también, me acostumbre a llevar mi vida en una maleta. Por lo que cuando vi que era imposible volar a casa, decidí por mi bien devolverme al hotel. Bueno realmente no es mi casa, es la casa de mis padres, yo vivo en los hoteles. Vuelo cada cierto tiempo a casa de mis padres, quienes una vez se quedaron solos y tras un golpe de suerte, decidieron vender todo para viajar por el mundo, y por algún motivo se enamoraron de Malta, una pequeña isla en el mediterráneo.
Nací en Nashville, un lugar donde se respira música country, aunque honestamente la odio, pero no le digan a nadie, no quiero afectar susceptibilidades. Somos una familia numerosa de seis hermanos, tres mujeres y tres hombres, siendo yo la menor un número más en la escala de hijos. así que siendo tantos mis padres optaron por mudarse a una granja, por lo que vivíamos del campo, compartíamos nuestro tiempo entre las labores de los animales, cultivos y la escuela. Fue una vida tranquila, sin nada que nos sobresaltara, hasta que llego la convulsa adolescencia, vivir lejos de todo era complicado para ir a algunas fiestas con mis amigos, pero podía llevar al novio de turno a revolcarnos en algunos rincones escondidos. El asunto es que a medida que fuimos creciendo fuimos buscando otros horizontes, realmente huimos del campo, por mi parte me mude a New York cuando termine la escuela y apenas logramos reunirnos los ocho miembros iniciales de la familia, sin incluir a mis sobrinos y las parejas de mis hermanos, una vez al año.
Mis padres una vez que todos nos fuimos, no vieron más opción que buscar algo más pequeño para ellos, vendieron la granja y para su buena fortuna se ganaron la lotería, y fueron muchos, pero muchos miles de dólares, por lo que para ellos es una recompensa a los años vividos y al esfuerzo y dedicación que pusieron en cada uno de sus hijos. Por lo que sin dudarlo decidieron irse por el mundo, viajaron a todos los lugares a los que antes solo pensarían ir frente a la pantalla del televisor, para al final decir quedarse en Malta, les encanto ese lugar entre todos los que fueron, compraron una pequeña casa a unas cuadras del mar y hoy no hay quien les moleste, bueno solo yo, quien soy la hija más exitosa, salgo en portadas de revista, me invitan a afamados programas de televisión, vendo libros, soy una aclamada best seller, pero a mi edad de treinta y cinco años no he podido armar una familia, y la verdad no le veo la razón de vivir en mi propiedad, así que cada vez que tengo días libres visito a mis padres o algunos de mi hermanos, quienes si han sabido aprovechar mi buena racha.
Cuando llegue a New York a la edad de dieciocho años vivía en un pequeño cuarto sin ventanas ni cocina real, apenas un pequeño respiradero y un baño de tamaño minúsculo, sin embargo, no me importo, era libre, independiente con un sofá que hacía de cama y en trabajos mediocres, trabaje en todas las tiendas de comida rápida que se les pueda ocurrir, ocupando todos los cargos, desde limpiando los baños, pasando por cajera, hasta llegar a administrar alguno de ellos, también fui empleada de una gran señora. Trabaje en tiendas por departamentos y algunas de ropa de diseñador, ocupe todos los cargos de bajo perfil que se podrán imaginar. Hasta que un día me di cuenta que mi vida estaba a la deriva y por consejos de alguien especial, decir ir a la universidad, para luego empezar a hacer vídeos locos y tras un periodo extraño y desamor me puse a hacer cursos locos, cursos de todo tipo, muchos de ellos gratis, empecé por uno sobre Mindfulness personal, luego otro empresarial, no tenía empresa, pero aun así lo hice, luego fui ahondando en todo el tema de superación personal, hice tantos cursos que enumerarlos me llevaría horas, incluso en una ocasión hice uno sobre magia y hechicería, creyendo que así por fin llegaría mi carta de Hogwarts, sin embargo, llego una mejor.
La cosa es que con el boom del internet, un consejo de mi sobrino y antes que existieran tantas plataformas y apps como ahora, empecé a subir videos a YouTube sobre todo lo que aprendía, me parecía gracioso y divertido, hasta que empezaron a subir las vistas y un día por casualidad uno de mis videos, donde explicaba cómo superar un mal de amor, se volvió viral, tan viral que muchos empezaron a ver mis videos y después de eso empezó a llegar el dinero. Dejé de trabajar en empleos mediocres y empecé a ir a cuanto evento o conferencia me invitaran, empezaron siendo lugares con algunos cientos de personas para luego ser miles, luego vino la venta de los libros y ahora soy millonaria. Inicialmente alquile un apartamento con ventanas y un baño decente, para luego irme a vivir al pent-house de mis sueños, hasta darme cuenta que nunca lo usaría, así que por consejo de un asesor financiero que contrate, termine por dejarlo y pasar los días de descanso en casa de mis padres o alguno de mis hermanos.
Lo bueno de mi trabajo es que quien me contrata se encarga de mis gastos, tanto de tiquetes de avión, los gastos de hotel, mi alimentación y mis viáticos, aparte del valor del contrato que acordamos. Pero no se encargan de días como hoy, estos corren por mi cuenta, porque se supone que yo debería estar volando rumbo a casa. Para tomarme un merecido descanso de veinte días después de ocho meses de trabajo sin parar.
Casi no logro regresar al hotel, todos los que no pudieron viajar igual que yo terminamos regresando rodando las maletas por lo que no hay muchos vehículos a nuestra disposición, así que tuve que esperar algunas horas mi turno por un taxi. Para mi fortuna no hay aun orden de evacuación, lo que significaría que quedaría encerrada en la habitación de un hotel y no en un lugar comunitario con cientos de personas esperando que pase el mal rato. Y aquí esta lo que hizo que replanteara mi vida, en la puerta del hotel esta mi exnovio con la mirada preocupada viendo las primeras gotas de agua caer, normalmente todos odiamos a nuestras exparejas, pero en mi caso no me había dado cuenta lo mucho que aún lo amaba, sin embargo, mi erguí, me coloque la gafa de sol, aunque afuera estuviera empezando a llover e intente ignorarlo, para luego él reconocerme y escuchar mi nombre en sus labios, cada parte de mi cuerpo temblaba cuando me gire lentamente.
— ¡Amelie! ¡Amelie! — corre hacia a mi sonriendo – hola Amelie, ¿Qué haces aquí? ¿quedaste atrapada en la ciudad con el huracán?
—Hola Johan, si — digo sonriendo de forma tensa – me acaban de cancelar el vuelo, así que estoy volviendo del hotel, no quería pasar una noche incomoda durmiendo en el piso del aeropuerto…
—Qué bueno — dice con voz efusiva - ¿Cuándo vuelas?
— En una semana y media, eso me dejaría solo una semana de descanso con mis padres – respondo sonriendo aún más.
—Me alegró mucho que tengas vuelo y que pases, aunque sea unos días con tus padres ¿tienes habitación de hotel? – pregunta como quien busca haciendo conversación.
— Si, por consejo de mi asistente me dijo que no la cancelara, hasta que estuviera segura que podría volar, había una pequeña esperanza que alcanzara a despegar antes que el huracán tocara tierra, pero a última hora decidieron cancelarlo, ¿y tú tienes habitación? — pregunto respondiendo con su misma pregunta.
— No, la verdad yo cancele la habitación con la esperezan que alcanzaba a volar, la aerolínea no me aviso de la cancelación del vuelo, así que al verme atrapado y sin otro plan me regrese con la esperanza que aun estuviera libre la habitación, para encontrarme con la sorpresa que realmente está ocupada…
— ¿Cuándo es tu vuelo? ¿ya buscaste otros hoteles? – pregunto de forma cortes con una idea estúpida formándose en mi cabeza.
— El vuelo dentro de una semana y media, y justo estaba buscando hoteles cuando te vi llegar, no te veía hace unos diez años, desde que…
— Si, desde el día ese… — nos miramos apenados el uno al otro — sabes, la habitación es grande – empiezo a decirle – es una de esas habitaciones grandes que tienen una pequeña sala y dos habitaciones pequeñas dentro… una era de mi asistente que le toco viajar antes y la otra es mía… — respiro profundo por pena de lo que le voy a decir – si quieres puedes quedarte conmigo… — listo lo solté.
— ¿en serio Amelie? ¿me vas a permitir quedarme en tu habitación? – pregunta emocionado.
— Si Johan, yo tengo una cama libre, tú no tienes habitación…
— Gracias Amelie, yo te ayudo con los gastos de estos días…
— Sabes que Johan, no te preocupes por ello, más bien vamos a notificar que te vas a quedar conmigo y subamos.
Johan, fue, corrijo: es, el amor de mi vida, nos conocemos desde el jardín de niños, éramos inseparables, cuando terminamos la escuela sus padres si pudieron enviarlo a la universidad, a nada más y nada menos que Yale a estudiar Marketing, aunque sé que su idea inicial era estudiar periodismo, pero en algún momento cambio de idea, lo que si estoy segura es que es una de las universidades más prestigiosas del mundo y que seguramente se esforzó mucho por ser el mejor.
Me declaro su amor hacia mí el último día de clases en preparatoria, el último día de esa etapa de nuestras vidas, él quien consoló cada corazón roto y me aconsejo con otros tantos amores de colegio, siempre estuvo enamorado de mí, y apenas me lo dijo ese día, yo sabía que él ser iría igual que yo de Nashville una vez el verano terminara, por lo que al final sabía que no tenía nada que perder, para luego darme cuenta que me perdí a mi misma entre sus brazos. Fue el mejor verano de mi vida, pasábamos juntos todo el tiempo caminando de la mano, acampamos, viajamos, vimos las estrellas, y nuestra despedida fue la más dolorosa de todas, nunca pensé que lloraría tanto por una persona, lloré más que cualquier corazón roto y eso que lo nuestro quedo en promesas, dos días después yo me fui con mis ahorros y su auto a la capital del mundo a hacer mi vida, en contra de los ruegos de mis padres que no me fuera de esa manera.
Cada verano, cada fecha especial, Johan buscaba la forma de visitarme, pasábamos juntos algunos días, por un tiempo me rogo que buscara otro espacio para vivir, que no era digno vivir en una habitación sin ventanas ni cocina reales, yo me rehusé muchas veces, tenía grandes sueños, grandes metas que cumplir, las alcance, pero no de la forma gloriosa con la que soñaba. La última vez que lo vi fue en el verano hace diez años, Johan había alcanzado un empleo super importante en Boston hacia dos años, ya estaba por comprar una casa y su vida se perfilaba perfecta. Ese verano pasamos dos semanas juntos, cuando llegaba a la ciudad me quedaba con él en un hotel, en la habitación no podía quedarse nadie, reglas de la administración. La última noche que lo vi me invito a un restaurante elegante, me puse un vestido bonito que él me regaló, y en un momento se arrodillo mostrándome un anillo de diamantes, me pidió matrimonio, para yo de muy tonta decirle que no, que no aceptaba casarme con él, lo deje arrodillado con el anillo hacia mi frente a todos en el restaurante. Para darme cuenta de mi error quince días después, en ese momento lloré a mares, hasta hoy no había vuelto a saber nada de él. Tres años después de ese día deje esa habitación sin ventanas reales con una carrera de oradora y escritora en ascenso.
Ignoro que tipo de vida hubiese tenido al darle el si en esa noche, tal vez fuese la esposa de un hombre maravilloso, con pequeños hijos dando vueltas alrededor mío, tal vez no sería la oradora y escritora que hoy soy, o tal vez sí, no hay forma de determinarlo, pero tal vez tendría una casa donde llegar. Son tantas las posibilidades, para darme cuenta algo que le digo a las personas en mis conferencias, el pasado ya fue, y fue la mejor decisión que he podido tomar en ese momento y mi presente es producto de ello, así que sin remordimiento.
Unos minutos después de hacer el check-in de Johan, entramos a mi habitación se siente extraño, después de diez años sin saber nada de él estamos aquí los dos, como completos desconocidos, pero con una gran historia a cuestas. El silencio se hace presente en el lugar, se apodera de todo el espacio, me siento nerviosa y por lo que percibo él también, hasta que rompe el silencio.
—Amelie, ¿Qué te trajo a Miami? – pregunta sonriendo.
— Trabajo, estuve dictando una serie de conferencia en diferentes lugares de la ciudad y alrededores, fue una semana intensa… y a ti ¿Qué te trae a la ciudad?
— Negocios, hace poco renuncie a la empresa en la que trabaje toda la vida y junto con un amigo creamos una empresa de marketing y publicidad, y vine en representación de la empresa, realmente somos solos los dos tocando toda la orquesta, para un posible negocio que si sale nos catapultaría al éxito.
— Me alegro mucho por ti y tus éxitos – le digo sonriendo y sabiendo que esa mirada triste esconde algo.
—Amelie, ¿Cómo te ha ido en estos años? Te he visto en muchos lados, te lo mereces, pero quiero saber de ti, de Amelie…
Respiro tensa antes de responderle, sé que hay tanto que contar, pero no sé por dónde empezar, es mas no se si debería estar con él en ese lugar, una mezcla extraña de sentimientos se arremolina en mi pecho.
— La verdad, no hay mucho que contar, aunque parezca que he hecho mucho, creo que es más lo que dicen de mí, que lo que realmente he vivido, solo viajo por el mundo dictando charlas, motivando a la gente a ser mejor, pero yo no siento que avance, una parte de mi sigue siendo la misma niña de Nashville y otra, la chica que trabajaba en cuanto empleo paupérrimo se cruzara viviendo en una habitación sin ventanas en Manhattan, sin ningún otro propósito que sobrevivir. Y tú que has hecho ¿estas casado?
— Me estoy divorciando — suelta de golpe — nunca pude superarte.