Pandora Muller
Aun siento su sabor en mi boca.
Paso disimuladamente mis dedos por mis labios para aliviar la sensación de su beso, que aún está muy vívido en mi mente.
Lo miro riendo embelesado por la película y quiero creer que quizás es un sueño, pero no, su perfume y el cosquilleo sutil que me provoca su mano en mi cintura me confirma que es real.
—¿Ya estás cansada? —Pregunta cuando un bostezo involuntario sale de mi boca, sin contar que me pilla mirándolo como una tonta.
«¡Qué vergüenza!»
—Lo siento —Intento recomponerme de manera correcta en mi silla, pero él me abraza con más fuerza colocando mi torso sobre su pecho.
—Podemos ir a casa si quieres —Responde con su mirada azulada fija en la mía. No sé cómo tomar eso, aunque debido al trato que tenemos lo más seguro es que me quiera en su cama justo ahora.
—Si, por mi está bien —Respondo incapaz de negarme, aunque por dentro me estoy muriendo de los nervios.
Nunca un hombre me ha tocado ni me ha besado, de hecho, él fue el primero hace apenas unas horas. No sé qué hacer para no decepcionarlo y que salga huyendo de mi esta misma noche. Mi experiencia s****l es nula, pero quiero entregarme a él, vivir lo que me he perdido todos estos años.
Sin decir nada más, toma mi mano y esta vez tomamos un taxi para llegar a su edificio más rápidamente. Aún es temprano, pero mis planes iniciales están cancelados por el momento.
Tengo un nudo gigante en la garganta que no se deshace por más que trago saliva varias veces. Mi corazón está latiendo desesperado y conozco bien el motivo. Al fin voy a perder mi virginidad y no tengo ni idea de cómo terminará todo, si me gustará o terminaré desilusionada.
Entramos tomados de la mano.
Me distraigo contemplando su departamento que hace rato no pude mirar del todo. Está realmente muy bello por dentro, sencillo, pero con lo necesario para vivir cómodamente. Amueblado con tonos oscuros que combinan, todo muy ordenado y prolijo, así como esperé de él, como en realidad es él.
—¿Quieres tomar algo? —Pregunta desde un espacio donde tiene su mesa-comedor y una pequeña isla de cocina. —¿Un té o un café?
—Un vaso con agua está bien.
—¿Estás nerviosa? —Se acerca con el agua que le pedí, acechándome con la mirada. Llega hasta mí y me toma de la mano, llevándome con él hasta un sillón al lado de su cama. —Relájate, todo estará bien, preciosa.
Toma el vaso de mi mano, del cual no tomé ni una sola gota de agua y me empieza a besar nuevamente. Ésta vez es un beso fiero, con ansias. Su lengua explora cada espacio de mi boca con deseo.
—Vamos a sacarte esto —Susurra sin separarse del todo de mí, despojándome de la chaqueta para volverme a besar, pero esta vez son besos cortos que va esparciendo por mi cuello y hombro.
Antes de que pueda reaccionar, la cremallera trasera de mi vestido ya está abierta y su mano, grande, tibia y suave me recorre la espalda y desabrocha mi sostén.
Solo por un segundo, el miedo me asalta e intento resistir, me tenso por completo, pero con su boca consigue relajarme de nuevo.
—Eres hermosa —Su voz ronca e intensa me taladra la sien. —Eres la pequeña más hermosa y sexy que he conocido.
—También eres muy guapo, Norman —Coloco mis brazos por encima de su hombro rodeando su cuello y paso mis dedos por sus cabellos, sedosos y con olor exquisito a vainilla.
De un instante a otro me siento osada y libre a su lado, muy diferente a la chica reservada que siempre he sido. También lo toco para reconocer su cuerpo, el que me corresponde por todos estos meses, aunque sé que terminará cuando llegue el día que se vaya, ahora es solamente mío y yo soy suya.
—Vamos quitarte este vestido —me levanta frente a él y lo desliza lentamente por encima de mis hombros. Lo hace también con el sostén y por último las bragas.
Su respiración se agita cuando mis pechos se exponen frente a él, lleva sus dedos largos a mis pezones y los roza con suavidad antes de succionarlos suavemente.
—Me encantan —dice mordisqueando uno de ellos. Mi entrepierna reacciona de inmediato a ese simple, pero impactante acto. Estoy excitada y no puedo dejar de suspirar.
Comienza lento, pero luego sus ansias lo hacen tomar vuelo. Me recorre entera con ambas manos, como tratando de memorizar mi piel y disfrutar al máximo de mi cuerpo desnudo.
Un gruñido de satisfacción sale de su boca cuando uno de sus dedos explora mis labios vaginales. Estoy húmeda y él más que nadie puede notarlo cuando desliza por mi entrada uno de ellos. Me siento extraña al ser invadida en esa parte de mi anatomía, pero es un placer diferente que me gusta.
Mis gemidos se acrecientan cuando ejerce cierta presión con su pulgar en mi clítoris, sin dejar de entrar y salir con el otro, provocando un torbellino de sensaciones desconocidas dentro de mí.
Otra corriente, ahora más fuerte e intensa, se expande por mi bajo vientre y mis piernas tiemblan de anticipación. Mis uñas se clavan en su cuero cabelludo y me dejo llevar por los movimientos de sus dedos que son continuos y secuenciados en la medida justa para hacerme caer de un precipicio alto de estremecimiento.
—Nor…man —Gimo extasiada y lo veo sonreír orgulloso. —Por favor.
—Esto es solo el comienzo, preciosa. Aún tenemos toda la noche.
Se levanta, y conmigo en brazos, camina hasta la cama, donde me deposita antes de empezar a desvestirse.
Aún estoy aturdida y temblando por lo que acaba de ocurrir, y no es para menos, pero no me pasa desapercibido su piel extremadamente blanca, su torso ancho y musculoso, cuando se despoja de su saco y camisa.
«Dios santo, este hombre me vuelve loca»
Sigo la ruta de sus manos, especialmente cuando desabrocha su pantalón y que queda solo con su bóxer y una enorme erección que se nota a leguas. Me está torturando y lo sabe, su mirada me lo dice.
Trago duro cuando se despoja de esa última prenda y su amigo del sur salta a la vista.
Nunca lo había visto antes, en fotos y videos sí, pero personalmente es la primera vez y se me hace agua la boca. Está grande, dura y rosada.
«Quiero tocarlo»
De su mesita de noche saca un sobre de preservativo y me lo pasa. Ahora si estoy temblando. Quiere que yo se lo ponga.
Torpemente lo abro y tiemblo al momento en que tomo su falo con mis manos, aunque pretendo actuar con normalidad ante él.
—Me faltan más manos —Bromeo avergonzada, pero lo digo totalmente en serio.
—¿Te gusta? —Pregunta, pícaro, yo asiento. —Tócalo como quieras.
Lo hago tal como nos enseñaron en la universidad a colocar los preservativos, despacio, con mucho cuidado, sintiendo lo suave y caliente de su piel mezclarse con la viscosidad y lo resbaladizo del lubricante hasta que queda completamente empalado en él.
Sin embargo, yo decido continuar con los movimientos de mi mano, arriba y abajo, arriba y abajo, ejerciendo poquita presión para aumentar la fricción, una cantidad de veces que no consigo descifrar. Sus jadeos roncos y bajos llenan mis odios y me excitan mucho más de lo que ya me encuentro.
De pronto toma mi mano y me detiene de manera brusca. Me acuesta en la cama y se coloca entre mis piernas, rozando la punta de su m*****o con mi entrada hasta que se empuja, solo un poco, y se retira, se empuja nuevamente y se vuelve a retirar, se empuja por tercera vez y un gritito se escapa de mi boca cuando incide dentro de mí, pero no del todo.
Me mira sin decir nada, su respiración agitada se mezcla con el mío. Ambos estamos ansiosos y estoy casi segura que notó la barrera.
—¿Quieres que continúe? —Su nariz roza levemente mi mejilla.
—Si. Si quiero, Norman —Respondo inmediatamente. —Continúa.
No me da tiempo para reflexionar sobre la respuesta que le acabo de dar. Él se introduce de un solo movimiento hasta el final. Esta vez no emito un grito, sino un jadeo profundo acompañado por el suyo. Mis entrañas arden y una punzada picosa se extiende dentro mío por unos segundos que amortiguo arañando su espalda.
Nos quedamos así, un momento corto, pero que me parece una eternidad cuando lleva su boca de nuevo a mi pezón y lo succiona como liberando así una necesidad contenida.
Sus manos van a parar bajo mis nalgas, una en cada lado. Me levanta unos centímetros por encima de sus muslos para nivelarme a su enorme cuerpo y empieza a bombear dentro de mí, primero lento, luego con más vigorosidad.
La habitación se llena con nuestros gemidos de placer y por momentos me siento avergonzada de los gritos que se me escapan involuntariamente con sus embestidas. Esto se siente mucho mejor de lo que hubiese imaginado nunca.
El ajetreo entre nuestros cuerpos continúa sin desacelerarse ni un solo minuto hasta ambos nos liberamos al mismo tiempo.
—¡Wow! —dice jadeante cuando se tira a mi lado en la cama. —Eso estuvo increíble.
—Mucho más que eso —No consigo ocultar la felicidad y el éxtasis en mi rostro. La verdad, esto llenó por completo mis expectativas.
—Eres hermosa, Dora —Se voltea y me mira fijamente. —No puedo creer que me hayas dado el privilegio de ser el primero en tener tu cuerpo.
—Lo siento por no haberte dicho antes —Carraspeo, incómoda. —No quería que me creas una tonta por ser virgen a mis 24 años.
—Jamás pensaría eso —Me besa de nuevo. Un beso suave y tranquilo.
Luego de bañarnos juntos, nos acostamos completamente desnudos. Mis padres creen que estoy con Lucy, así que tengo toda la noche para pasarla con él.